Me pregunto cuántos de ustedes se están acordando de mi exhortación al comienzo de esta serie que leyeran a lo largo de Efesios una vez a la semana hasta que hayamos concluido estos estudios. Estoy seguro que algunos de ustedes han estado haciendo esto fielmente. Ahora, el resto de ustedes arrepiéntanse, y comiencen de nuevo. ¿Me harán ese favor? Encontrarán que su vida nunca será la misma de nuevo si continúan leyendo a lo largo de este texto cuidadosamente y con entendimiento cada semana.
Hemos llegado ahora a la última parte del primer capítulo de esta carta. Hemos estado observando al apóstol Pablo en su gran preocupación por estos cristianos en Éfeso y las ciudades circundantes en la provincia de Asia. Y hemos aprendido de él que el crecimiento en los cristianos requiere dos condiciones fundamentales. Requiere, primero, la cuidadosa instrucción de la mente en los grandes hechos de la realidad. Esto es lo que Pablo ha estado haciendo en los versículos iniciales de este capítulo: presentando la visión amplia de la verdad de Dios, la realidad que fundamenta la vida cristiana, los grandes hechos sobre los cuales nuestra fe puede descansar. Tiene cuidado de que se haga esto completamente.
Pero, como vimos la última vez juntos, eso no es bastante. Aparte de la cuidadosa instrucción de la mente debe de haber una iluminación del corazón que viene de la oración. Así que Pablo no está contento de dejar a esta gente meramente enseñadas; también ora para que los ojos de su corazón sean iluminados, que la verdad que han oído y entendido con sus mentes se vuelva viva y capture sus corazones, que experimenten una especie de “ardor divino”, como aquel de los dos discípulos con los cuales Jesús se encontró en el camino de Emaús, y quienes dijeron: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras? (Lucas 24:32).
Me pregunto si mucha de nuestra enseñanza no se está perdiendo porque no estamos orando fielmente los unos por los otros para que nuestras mentes sean instruidas y nuestros corazones sean iluminados. Es tan necesario que esta verdad no sea mantenida tan solo con el intelecto ―un mero entendimiento académico de la verdad― sino que sea fascinante, vital y convincente, y que veamos el impacto completo. Esta, por supuesto, es la forma en la que Dios nos ha diseñado para operar: La enseñanza es para instruir la mente, la oración es para despertar e iluminar el corazón, y por tanto, la voluntad es capacitada para actuar. Y si la gente no puede actuar como cristianos es muy probable que uno de estos elementos falte. Aquí estamos tratando con el gran problema de la motivación. El apóstol entendió a estos cristianos. Era un guerrero veterano de la cruz. Había sido un cristiano por muchos años para cuando escribió esta carta y había pasado, sin duda, por todas las varias experiencias a las cuales un cristiano puede ser sometido. Sabía de la tibieza que puede asentarse, las actitudes apáticas que pueden presentarse después de un comienzo cálido y prometedor. Y, aquí, vio a estos cristianos como desanimados, apáticos, indiferentes, y entendió su necesidad.
Quizás muchos de ustedes estén luchando con este mismo problema. Ningún cristiano escapa a esto enteramente en su vida. Hay momentos cuando simplemente nos volvemos fríos y nuestros espíritus se vuelven apáticos. Sabía que esta gente había perdido la visión de cierta verdad. Todavía mantenían esta verdad en sus mentes ―podían haber pasado un examen de la doctrina involucrada― pero habían perdido visión de ella en sus corazones. Ya no estaba viva, ardiente, cálida, convincente e inspiradora. Así que el apóstol se vuelve a la oración, y esta oración refleja su entendimiento de sus necesidades. Especifica tres cosas: Está orando para que los ojos de sus corazones sean iluminados,
… para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos. (Efesios 1:18b-19a)
Esperanza, riquezas y poder. Te fijas que no ora en general, como solemos hacer la mayoría de nosotros. No dice simplemente: “Señor, bendice a los efesios esta mañana”. La mayoría de nosotros oramos en general por todo el mundo y esperamos que eso se ocupe de la situación. Pero Pablo conoce a esta gente mejor que eso. Sabe que han perdido su visión. Ese es parte de su problema. Están sumidos en una actitud de rutina indiferente. Les parece que no está ocurriendo nada en sus vidas y que no están yendo a ningún sitio. Han perdido su sentido de esperanza. Lo conocen como doctrina, pero han perdido su experiencia de ella. Así que Pablo ora para que Dios ilumine sus corazones para que puedan conocer la esperanza del llamamiento de Dios, la esperanza a la cual han sido llamados.
Tú y yo conocemos la necesidad de esperanza. Esta palabra, por supuesto, es una parte de la trinidad que se encuentra frecuentemente en las Escrituras ―fe, esperanza y amor― los elementos esenciales de la experiencia cristiana. Encuentras estos unidos juntos en las páginas del Nuevo Testamento. La esperanza siempre concierne al futuro. Esta gente obviamente había perdido su sentido de que cualquier cosa que esté ocurriendo ahora les afectara en el futuro. Y esto nos ocurre a muchos de nosotros. Todos estamos esperando la venida del Señor, pero realmente no nos entusiasma mucho. La conocemos como doctrina, pero no es muy emocionante. Esta gente había llegado al mismo sitio. La esperanza de un creyente está descrita para nosotros muy sencillamente en Romanos 8, en los versículos 18 a 25, que deberíamos leer para que podamos entender qué esperanza él quería encontrar despierta en sus corazones:
Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (Romanos 8:18)
Esa es la esperanza: una gloria que ha de venir, una gloria hacia la cual nos estamos moviendo día a día. Esa gloria nos está esperando, Pablo dice. Es una gloria que toca a todo el mundo:
Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza. Por tanto, también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. (Romanos 8:19-21)
La frase “sujetada a vanidad”, es una descripción muy precisa de lo que los científicos llaman la Segunda Ley de Termodinámica, la ley de entropía, la ley que declara que todo en el universo está perdiendo energía, que una vez había una cierta cantidad de energía pero que ahora todo está en declive, deteriorándose. Pablo incluye no sólo el mundo natural, que está en constante descomposición, sino el cuerpo humano también. Dice:
Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos [y a veces exteriormente también], esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo, porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos. (Romanos 8:22-25)
Esta era la esperanza que estos creyentes contemplaban en sus mentes. Lo sabían académicamente. Sabían que vendría un día cuando sus cuerpos serían redimidos, que Dios estaba obrando esa transformación, y que un nuevo día les esperaba. El factor central de esta esperanza es la certidumbre de una nueva humanidad. Y notarás que esta esperanza no es tan solo una leve posibilidad. No es un sueño incierto que se encuentra en un futuro distante. Es una certeza absolutamente garantizada, hacia la cual nos estamos moviendo ahora, que un día viviremos en una creación completamente nueva y seremos hombres y mujeres dotados de un espíritu que puede elevarse con alas como las del águila, un alma que puede correr y no fatigarse, un cuerpo que puede caminar y no desmayarse, a la altura de las demandas del espíritu.
Sabemos cuán cierto es eso, en las palabras de nuestro Señor, que el espíritu tiene a menudo la voluntad, pero la carne es débil. ¡A lo mejor que podemos aspirar es a decir que el espíritu tiene la voluntad, pero la carne está lista para el fin de semana! Necesitamos descanso; anhelamos la relajación. Pero viene un día, dice Dios, cuando estaremos en un nuevo cuerpo, y estará a la altura de todas las demandas del espíritu, para que nunca estemos cansados. Anhelamos ese día.
“Bueno”, dices, “eso está muy bien. Entiendo eso. ¿Pero cómo me ayuda eso a mí ahora? Ahora, estoy aburrido, estoy sumergido en una rutina sin sentido. Pasan los días, y la vida no es muy emocionante. ¿Cómo me ayuda esa esperanza distante ahora?”. La respuesta es que las Escrituras no enseñan que toda esta esperanza va a ser obtenida en un destello cegador al final. Pienso que muchos cristianos hoy lo malentienden de esta forma.
Quizás estos efesios hicieron eso también, y esa era su dificultad. No se les había ocurrido lo que las Escrituras enseñan de hecho sobre esta esperanza. Y es que no va a ocurrir todo en un momento en la resurrección que ocurre al final de la vida, o al final de la era, sino que es algo que está ocurriendo ahora mismo. Es cierto que el cuerpo es redimido finalmente en un tiempo futuro, pero la nueva creación está ocurriendo ahora mismo. Lee la forma en la que Pablo la describe en estas palabras tan útiles en 2ª de Corintios 4:
Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día, pues esta leve tribulación momentánea produce en nosotros [¡ahora mismo!] un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. (2ª Corintios 4:16-17)
¡Esto está ocurriendo ahora! Nunca leí la frase “esta leve tribulación momentánea” sin pensar en lo que Pablo dice un poco más adelante en la misma carta cuando describe su propia experiencia. Había sido apaleado con varas tres veces y había recibido treinta y nueve latigazos cinco veces, había sufrido naufragios tres veces, y había estado perdido en la mar un día y una noche enteros, incluso había sido apedreado una vez y dejado por muerto, estaba constantemente en peligro en la mar y sobre tierra firme, en peligro de hermanos falsos; pasó muchas noches desveladas y muchos días sin comida ni bebida. Todo esto lo resume en una sola frase: “esta leve tribulación momentánea”. Y dice que esto está obrando para nosotros; nos está preparando. Nos está preparando para un excelente y eterno peso de gloria.
Eso es lo que Pablo está pidiendo que estos cristianos capten: el sentido de que Dios está obrando en sus circunstancias diarias, y que esto está ocurriendo ahora, que, en medio de la vieja creación, la nueva está tomando forma gradualmente. No puedes verlo, aunque quizás al mirar hacia atrás puedas ver algún resultado de ello en tu espíritu y en tu alma. Pero estas mismas pruebas y presiones y problemas y aflicciones nos están preparando para ese tiempo futuro.
Eso significa que ese pinchazo que tuviste en tu coche ayer que te enfadó tanto ―ya que tenías prisa por llegar a algún sitio y saliste y te lo encontraste ahí― está obrando para ti. Te está preparando para este día. Te está enseñando algo sobre cómo ser paciente, cómo manejar las presiones. Te está dando la oportunidad para ejercitar algo del poder de Cristo que está disponible para ti. La mancha de betún con el que manchaste tu mejor vestido, el cansancio que sientes al final del día, los dolores de artritis en tu hombro, la discusión que tuviste con tu mejor amiga; todo esto, verás, está obrando juntamente para tu bien. Eso es lo importante. Eso es lo que Pablo quiere que estos efesios vean. No están perdidos en una rutina de acontecimientos sin sentido, a la deriva a través de los días con un cierto grado de insensibilidad. No, todo está obrando juntamente. Les está preparando para un peso eterno de gloria. ¡Aprende a mirar la vida de esa forma! Esa es la esperanza de nuestro llamamiento.
No hay ninguna circunstancia por la que pasamos que no pueda, en las manos de Dios, ser para nuestra ventaja. Es cierto que a menudo nos permitimos a nosotros mismos un fracaso inmediato en ese momento, pero ese fracaso no es el final de la historia. Podemos volvernos hacia atrás y decir: “Señor, veo ahora que no necesitaba dar lugar a la carne, a su desesperación o su reacción de enfado o impaciencia. Gracias por enseñarme eso. Cuando la situación se presente de nuevo estaré más preparado para descansar sobre Tu gracia sustentadora. Tendré más experiencia sobre cómo volver el problema inmediatamente a Tu mano fortalecedora, sobre la cual me puedo apoyar”. Cuando comienzas a ver eso, entonces cada momento, cada acontecimiento está teñido con la llama de gloria, con el toque de los cielos sobre él.
Pablo conocía también su sentido de empobrecimiento. Sabía que estos cristianos tendían a volverse apagados y flojos en su experiencia. Habían comenzado con una vasta comprensión de la grandeza de Dios y la gloria de la vida, y habían sido liberados de los hábitos que les habían mantenido en esclavitud y habían limitado su experiencia. Se estaban volviendo limitados y provincianos. Un tipo de rigor mortis viviente se estaba estableciendo. Se estaban quedando instalados. (¡Eso significa inflexibles y rígidos!) Esta condición aflige a muchos cristianos.
Estaba en Portland, Oregon, ayer. Algunas amistades me estaban contando sobre una iglesia evangélica grande allí, ortodoxa al máximo, la gente expuesta a una gran cantidad de enseñanza bíblica. Pero la característica notable de esa iglesia es una rigidez y estrechez creciente. Aquellos que atienden allí están encontrando que las paredes de su vida cada vez les oprimen más. Están limitados en lo que pueden o no hacer. Hay una tendencia a retirarse y alejarse de la vida y a no involucrarse en los asuntos reales. Y están gradualmente cayendo en una rutina que es extremadamente poco apetecible y poco atractiva para aquellos a su alrededor, pero no parecen estar muy al tanto de ello. Esto le puede ocurrir a cualquiera de nosotros. Pero Pablo está al tanto de esta condición entre estos efesios cristianos, y por tanto ora para que puedan saber.
… las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. (Efesios 1:18c)
Fíjate cómo expresa eso. No está pidiendo que entiendan que Dios es su herencia. Es cierto que Dios es nuestro recurso. Él es nuestra fuerza; podemos recurrir a Él. Le pertenecemos, y Él a nosotros. Y ese es el gran recurso de la vida cristiana. Pero lo que Pablo está enfatizando aquí es que le pertenecemos a Dios. Somos Su propiedad. Él tiene una herencia en nosotros. Es Su deleite utilizarnos. Y si nos hacemos disponibles para ser utilizados, entonces enriquecimiento y plenitud más allá de nuestros sueños nos esperan. Pero si tenemos miedo de dejar que Dios nos utilice, nos estrecharemos a vivir en una rutina de experiencia, y encontraremos que la vida cristiana está gradualmente volviéndose apagada, deprimente y gris.
Así que lo que se necesita es un entendimiento de la aventura que le espera a cualquiera que se hace disponible para Dios. Esta es la apelación de Pablo en Romanos 12: “Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto” (Romanos 12:1). Dale tu vida día a día, no solo en un momento de dedicación de crisis, sino en cada situación. Di: “Señor, ¿quieres utilizarme en esta situación? Muy bien, heme aquí. Estoy disponible. Veo esta necesidad aquí enfrente de mí. Ayúdame, Señor, a no pasarla por alto. Dame la gracia para estar disponible ahora. Señor, ¿me has dado dones? ¿Hay equipamiento en mi espíritu que quieres utilizar? Bueno, aquí está; Señor, estoy disponible para que me utilices para cumplir esta necesidad”. ¡Y entonces muévete, aventúrate, sumérgete, corre un poco de riesgo! Al hacerlo, descubrirás que trae enriquecimiento a la vida, que tu vida gradualmente se vuelve encantadora en su aventura, amplia en su entendimiento, rica en su variada experiencia.
Ayer asistí a una conferencia en una bella finca en el río Columbia. Era un día glorioso de otoño. Después de las reuniones de la mañana quería un poco de oportunidad de estar solo, así que di un paseo. Estaba caminando a lo largo de un camino bastante bien definido y ancho cuando vi un pequeño camino llevando a un lado. Me pregunté a dónde llevaba. Parecía llevar hacia el río. Pensé que quizás llevaría a una vista abierta del desfiladero del río Columbia. Era un camino empinado, y sabía que cuando volviera por ese camino sería un tanto difícil, pero decidí intentarlo. No había avanzado doscientas yardas cuando llegue a un claro donde tenía una tremenda y gloriosa vista de todo el río, el desfiladero, los colores del otoño, los riscos, las montañas más allá. ¡Valió la pena tomar ese camino! Estaba pensando sobre este versículo al volver de regreso por el camino, pensando cómo Pablo ora para que podamos entender las riquezas de la gloriosa herencia de Dios en los santos, el entusiasmo de ser utilizado por Dios. Me llamó la atención que acababa de experimentar una parábola viviente de eso. Tenía que correr el riesgo de que el camino llevara a algún sitio. No parecía ser gran cosa; quizás se hubiera desvanecido en nada, así que tenía que arriesgar algo. Pero valió la pena arriesgarse, porque enriqueció mi vida con la belleza de esa vista.
Y Dios está hablándote de esa forma a ti. Muchos de ustedes están simplemente esperando que Dios os diga que hagáis algo. Pero el Nuevo Testamento nunca te instruye a hacer eso. Su mensaje es: “Dios está contigo; alcanza a otros, arriesga algo, aventúrate, muévete, sumérgete, intenta algo nuevo que nunca has hecho antes y confía que Dios te llevará por medio de ello”. El resultado será un fantástico enriquecimiento de la vida. Ojalá pudiéramos tomarnos el tiempo para que docenas de ustedes en esta congregación pudieran subir a la plataforma y compartir con nosotros, como sé que sería muy posible, lo cierto que essto es, cómo habéis encontrado que al aventuraros para Dios eso ha abierto vuestras vidas y os ha enriquecido más allá de lo que pudierais imaginaros.
Allí en Portland me encontré con algunas personas que conocían a Dick y Pam Ewing. Muchos de ustedes se acuerdan de cuando estuvieron en PBC mientras que Dick eran un becario. Cuando vinieron a nosotros al principio, Dick y Pam eran una pareja tan callada y reservada que apenas te dabas cuenta que estaban a tu alrededor. Tenemos que confesar que, como empleados, algunos de nosotros nos preguntábamos si Dick tendría éxito como becario, porque era tan callado. Pero esta gente me dio un informe de lo que está ocurriendo en Portland. Dick y su mujer se mudaron allá cerca del campus de la universidad Lewis and Clark sin ningún apoyo financiero regular, no teniendo ningún grupo que les apoye. Fueron solos a esta universidad. Ninguna otra organización cristiana está trabajando allí, solo esta pareja. Se encontraron con algunos estudiantes y les invitaron a su casa. Empezaron a enseñar a uno o dos de ellos las Escrituras y compartieron con ellos la verdad que habían aprendido. Comenzaron a abrir sus vidas a estos estudiantes y les ayudaron a ver las riquezas de Dios. Estos primeros pocos trajeron a otros, y ahora hay un grupo de cuarenta o cincuenta estudiantes reuniéndose con ellos todos los días. Dick todavía es una persona muy callada. Es muy tímido y reservado, y no enseña con mucho poder y persuasión. Pero la riqueza de su propia vida es un testimonio evidente de la verdad de lo que está diciendo, y se está volviendo una tremenda fuerza para Dios en esa universidad. Y su propia vida, como comparte en sus cartas con nosotros, ha sido tan enriquecida, mucho más grandemente de lo que jamás se hubiera podido imaginar.
Acabo de leer la carta mandada cada mes desde Taiwán por Lillian Dickson. ¡Qué historia tan asombrosa es su vida! Responde a cada necesidad que se le presenta; nadie menciona una necesidad sin que ella haga algo al respecto. El resultado es que tiene amistades por todo el mundo, y tiene un ministerio que es tan rico y lleno con incidentes fascinantes que nunca hay un día aburrido, nunca un momento de aburrimiento. Pues bien, eso le espera a cualquiera, si dejas que Dios tenga Su herencia en tu vida, si le presentas tu cuerpo y dices: “Señor, heme aquí, disponible para Ti”.
Hay un elemento final en la petición de Pablo aquí: que puedas conocer
… cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la acción de su fuerza poderosa. (Efesios 1:19)
El apóstol sabe que estos cristianos efesios, como los cristianos en todas partes, están a menudo paralizados por las ataduras del temor. Él conoce su inseguridad. Él conoce que tienen miedo de sus vecinos, temen el fracaso, temen la persecución y el ridículo. Hay un profundo sentido de ineptitud y de impotencia en sus vidas. No piensan que puedan hacer nada. Saben cómo de arraigadas están las fuerzas de la maldad a su alrededor, y parece inútil el intentar desafiar cualquiera de las situaciones sociales de hoy en día. Saben qué presiones tan tremendas e implacables el mundo puede traer sobre aquellos que buscan aliviar algunas de estas situaciones, y tienen miedo.
La respuesta al temor es poder. Desde el momento que tienes un sentido de poder adecuado, pierdes el temor, porque el poder sobrepasa el temor. El amor sobrepasa el temor. Estas fuerzas son potentes, poderosas fuerzas. Y por lo tanto Pablo ora para que los ojos de los cristianos sean abiertos, en una forma práctica, al poder disponible para ellos: “para que sepáis… la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros [no en los cielos en algún lugar, en nosotros] los que creemos”. A menudo estoy angustiado por el hecho de que tantos cristianos parecen rendirse. Sienten que sus luchas son demasiadas, que no pueden superarlas. Es porque han perdido visión de Aquel que les está dando poder. Pablo desarrolla esto extensivamente aquí porque es tan importante para nosotros. Quiere que veamos que este poder fue demostrado al principio en la resurrección de Jesús:
… según la acción de su fuerza poderosa. Esta fuerza operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales... (Efesios 1:19b-20)
Es poder de resurrección. Eso significa que es diferente; no es como algún otro poder. No es el poder de una personalidad fuerte, ni de una mente educada. No es el poder del trasfondo de una buena familia, ni del dinero, ni de los números, ni de la habilidad para el liderazgo. Es el poder que resucitó a Cristo de entre los muertos, que es capaz de traer vida de la muerte. ¿Qué significa esto en términos prácticos? Bueno, significa, como he dicho a menudo, que funciona mejor en un cementerio. Si estás viviendo en un cementerio, si todo está muerto y apagado y sin vida a tu alrededor, prueba el poder de resurrección. Para eso es. Significa que este poder no se fija en los obstáculos, tal y como Jesús se levantó de entre los muertos, sin prestar atención a la roca, al decreto de César, a las condenas de los sacerdotes judíos, ni a la guardia enfrente de la tumba. El poder de resurrección no presta atención a los obstáculos. Surge hacia adelante, le deja los problemas a Dios, y continua. Significa que el poder de resurrección no requiere ningún apoyo externo. No depende de otra persona, ni de otra cosa. No necesita un voto de confianza. No requiere ningún tipo de expresiones de apoyo de nadie. Puede operar por sí mismo, completamente solo, si es necesario. Y significa que no hace ruido ni se exhibe. No trata de llamar la atención por algún tipo de artimaña de publicidad. Simplemente funciona calladamente y, sin ningún ruido, lleva a cabo su transformación y trae vida de la muerte. Y lo que es más, notarás que el apóstol declara que es supremo en el universo:
… sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero. (Efesios 1:21)
Está mucho más allá; es mucho más grande que ningún otro poder, más fuerte que ninguna cosa que pueda ser lanzada en contra de ti. ¡Así que cree estas palabras! Para esto es para lo que está orando el apóstol, para que realmente entiendas este pensamiento, entiendas que esto es exactamente lo que Dios quiere decir.
Hace unos años un hombre joven vino a mí con angustia en sus ojos, obviamente en agonía. Me dijo que había estado luchando para vencer una terrible pasión, terribles sentimientos de lujuria que le afectaban todo el tiempo. Estos a veces eran tan fuertes que recaía en hábitos que sabía que estaban mal y que eran terriblemente destructivos para él y para sus seres queridos, pero dejaba que pasaran de todas formas y simplemente no podía resistirlo. Nos sentamos y hablamos sobre poder, sobre el poder de un Señor resucitado, y lo que Él ha puesto a nuestra disposición. Me acuerdo de haber abierto este pasaje y leerle esas palabras. En ese momento no pareció afectarle mucho, pero le dije: “¿Sabes?, el poder de Dios se perfecciona en la debilidad. Tu problema es que estás intentando sentirte fuerte. Quieres sentirte poderoso. Pero Dios dice: “No, el poder de resurrección es del tipo que funciona mejor cuando nos sentimos débiles”. Así que, si te sientes débil, dale las gracias a Dios. Y la próxima vez que te encuentres amenazado con ser dominado por estos arrebatos de lujuria, corre a Cristo en debilidad. Encomiéndate a Él de nuevo. Dile: “Señor, no puedo manejar esto por mí mismo. No me puedo controlar. ¡Si no me ayudas, estoy derrotado! Y simplemente entrégate a Él”. Dijo: “Muy bien, lo intentaré”.
Un par de semanas después, le vi de nuevo. Su cara estaba plena de sonrisas cuando vino a mí. Dijo: “¡Sabes, funciona; realmente funciona! Estaba leyendo de nuevo el pasaje que me leíste, y me llamaron la atención dos palabras. Dice que Cristo está sentado a la derecha de Dios en los lugares celestiales [o sea, el sitio de poder en el universo], más alto, mucho más alto que toda regla y autoridad y poder y dominio. Y esas dos palabras “más alto” realmente me abrieron los ojos. Por lo que, por supuesto, “si Dios está obrando en mí, y si tiene ese tipo de poder, entonces ningún otro poder de ninguna otra persona puede siquiera acercarse al de Él. Ningún poder demoniaco, ningún deseo de lujuria, puede ser mayor que el poder de Jesucristo. Cuando vi ese hecho, tuve la capacidad de descansar en el Señor, y ha estado funcionando. ¡Dios me ha liberado!”.
Fíjate que Pablo resalta el hecho de que el nombre de Jesús es mayor que cualquier otro nombre que es nombrado. Cuando nombras un nombre estás representando el recurso en base al cual tienes la intención de actuar. Un policía actúa en nombre de la ley. El presidente de los Estados Unidos actúa en nombre del pueblo. Un vendedor actúa en nombre de la compañía. Y hay hombres y mujeres hoy en día intentando actuar en el nombre de Satanás. Pero he aquí un nombre que está sobre todo nombre. De cualquier nombre que puede ser nombrado, el nombre de Jesús es más grande, no solo en el tiempo, sino así mismo en la eternidad; no solo en esta era sino en la era por venir. Nunca habrá un nombre más grande que el nombre de Jesús.
¡Qué ánimo nos da eso! La última cosa que Pablo nos dice de este poder es que todo se hace visible en la iglesia:
Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud [la manifestación, la expresión visible] de Aquel que todo lo llena en todo. (Efesios 1:22-23)
El único sitio en que este tipo de poder va a ser alguna vez manifestado es en ti y en mí, en medio de nuestras presiones y problemas: poder para ser paciente (eso requiere poder, ¿no es así?), poder para amar, cuando alguien te está irritando al máximo pero debes amarle de todas maneras (¡eso requiere poder!), poder para estar alegre en medio de circunstancias angustiantes, poder para estar agradecido, etc. Eso es de lo que está hablando Pablo: poder para vivir como Dios tenía la intención que el hombre viviera.
Esta conferencia en Oregon ayer constaba de muchos nuevos cristianos, muchos de ellos adolescentes, y algunas parejas más mayores, que habían sido cristianos durante varios años. Estaban presentes algunos que no eran cristianos, agnósticos. Un joven atleta judío estaba allí. Había una multitud de unas ciento veinticinco personas. Estaba enseñando el Nuevo Pacto, el nuevo arreglo para la vida en Jesucristo, y estaba resaltando el hecho de que esta es la provisión de Dios para liberarnos de todos nuestros conflictos interiores, para aliviarnos de la culpa y el temor y la hostilidad y la ansiedad, para aliviar todas nuestras tensiones interiores, para que tengamos paz interior y podamos operar con un sentido de unidad y plenitud en la presencia de Dios. Expliqué cómo esto está disponible en Jesucristo y cómo funciona, y lo confirmé con ciertas experiencias. Al final de uno de los mensajes un hombre vino a mí y bastante repentinamente dijo: “¡Sabes, vamos a tener que encontrar alguna forma de callarte!”. Me pregunté qué estaba intentando comunicar. Dijo: “Si continúas hablando de esta forma, los hombres como yo no vamos a tener un trabajo”. Le pregunté: “¿Qué trabajo haces?”. Dijo: “¡Soy psiquiatra! Pero, seriamente, quiero que sepas que lo que estás diciendo, he descubierto recientemente, es el secreto que puede hacer que funcione la psiquiatría”. Continuamos conversando, y encontré que no hacía mucho tiempo que se había vuelto cristiano. Y ahora estaba disfrutando el descubrimiento del secreto que le había tenido perplejo y sobre el cual se había preguntado anteriormente: por qué algunas de las técnicas psiquiátricas que se le habían enseñado funcionaban y otras no. Ahora entendía que un nuevo poder estaba disponible y que, en ese poder, estas técnicas psiquiátricas pueden hacerse funcionar consistentemente; así que había comenzado a corregir su psiquiatría por las Escrituras. Así que esto es lo que nos está diciendo Dios. Él ha venido para darnos esperanza, riquezas y poder, poder para ser lo que Él quiere que seamos, poder para ser lo que nosotros también queremos ser.
Oración:
Nuestro Padre Celestial, te pedimos que esta poderosa oración de este gran apóstol se vuelva cierta con respecto a nosotros: que los ojos de nuestros corazones sean iluminados, que estas palabras no sean meramente palabras vacías, no meras frases que repetimos porque están en el Nuevo Testamento, pero que se vuelvan vivas en nuestra experiencia, y que nosotros también descubramos cuán alentador es que nuestros fracasos estén obrando para nosotros hacia un “más excelente y eterno peso de gloria”, que incluso en los tiempos cuando estamos angustiados y no manejamos la situación correctamente, si nos volvemos a Ti, entonces esa situación funciona para nuestra ventaja. Señor, te damos las gracias por este ánimo que si nos aventuramos aunque sea solo un poco, nuestras vidas van a ser enriquecidas por ello. Y estamos agradecidos porque sobre todo, y apoyando todo lo demás, hay un maravilloso poder que está dentro de nosotros, que es capaz de traer vida de la muerte calladamente, esperanza de la desesperanza, júbilo de la pena y belleza de las cenizas. Señor, te pedimos que entendamos esto y vivamos de acuerdo a ello y actuemos en base a ello, para que el mundo a nuestro alrededor comience a verlo en nosotros. Lo pedimos en nombre de Jesús. Amén.