Large Ancient Amphitheater at Ephesis
El ministerio de los santos

Entendiendo tu don

Autor: Ray C. Stedman


Recientemente escuché dos programas en la radio; los dos eran religiosos. Uno era una mesa de pastores y personas seculares discutiendo el tema “La religión en la era del espacio”. Los miembros de este debate eran obviamente hombres educados, corteses, con cultura. Hablaron, con obvio entendimiento de los tiempos en los que vivimos, sobre los efectos de la tecnología en nuestras vidas diarias, el atractivo y el reto de la exploración de los límites de la ciencia para la gente joven particularmente, y la necesidad en este tipo de mundo de la fe y la moralidad. Pero durante todo el programa de media hora no hubo ni una sola mención de Jesucristo y de las buenas nuevas del plan de Dios para darle al hombre un nuevo comienzo en la vida al borrar el pasado y comenzar con una nueva página. Cuando terminó el programa me encontré profundamente enfadado, enfadado porque pudiera haber una presentación sobre la religión en la era del espacio y que nada fuera dicho sobre el mensaje más revolucionario que el mundo jamás ha oído y que la iglesia ha de proclamar en este día.

El segundo programa consistía en un predicador de la radio. Este hombre habló sobre nada más que Jesucristo y las buenas nuevas del evangelio. No tenía nada que decir sobre el problema de la vida humana o la forma de vida moderna. Pero todo lo que dijo fue dicho en una voz moralizante, quejumbrosa, casi gritando, intercalada con exclamaciones piadosas de, “¡Aleluya!”, “¡Bendito sea el Señor!” y “¡Precioso Jesús!” Su predicación subía y bajaba en un patrón regular que sonaba como canto litúrgico de un subastador de tabaco. Apagué el programa, medio enfermo. Ambos programas eran supuestamente cristianos, ambos eran ciertamente sinceros, ambos eran el intento de confrontar al mundo en esta mitad del siglo veinte con la necesidad de la fe, y ambos eran horriblemente confusos y distorsionados.

Bueno, ciertamente, me encontré con dos extremos en este respecto, pero ambos tipos de programas están extendidos hoy, y su existencia revela algo alarmante y provocador. Revelan la medida en que la iglesia ha tenido lavado el cerebro. Normalmente atribuimos las técnicas de lavado de cerebro sólo a los comunistas, pero el lavador de cerebro original era Satanás y ha estado muy ocupado haciendo esto desde la creación. Es un experto en infiltrar la idea equivocada en la mente humana y, por tanto, distorsionar y torcer la verdad, que es presentada en una forma bastante distinta de lo que es en realidad. A través de los siglos esto le ha ocurrido a la iglesia. Nos hemos alejado de “la forma de las sanas palabras” (2 Timoteo 1:13) expuestas en las Escrituras. La iglesia se ha convertido en algo menos de lo que Dios tenía planeado. Hemos seguido nuestras propias ideas y nuestras propias estrategias en el mundo en el cual vivimos, y hemos distorsionado el patrón que Dios ha concebido. Por lo tanto, nos hemos inventado algo muy distante de lo que eran los planes originales de la Palabra de Dios.

La iglesia todavía es la iglesia, todavía es el cuerpo de Cristo, pero ha estado afectado por esta técnica de lavado de cerebro al punto que se ha olvidado del método divino de alcanzar al mundo. Si algo buena saliera de este movimiento de “Dios está muerto” del que estamos oyendo tanto hoy en día, será la comprensión de que la iglesia ha fallado en expresar al mundo el mensaje notable, extraordinario y transformador de las buenas nuevas de Jesucristo. Esa es la razón por la cual la gente piensa que Dios está muerto. Han observado a la iglesia, donde esperarían encontrar clara evidencia de que Dios está vivo, pero no la han encontrado. Han encontrado en vez de eso el mismo tipo de problemas que han agobiado sus vidas. Han encontrado la misma actitud crítica ante las dificultades y las adversidades. Han encontrado en la iglesia la misma falta de amor y crítica mordaz y quejumbrosa de los unos con los otros que es tan característica del mundo. Han dicho: “Si eso es el cristianismo, entonces no es nada distinto de lo que ya tenemos. Si este se supone que es el signo de que Dios está vivo, entonces solo podemos concluir que Dios debe de estar muerto”. Podemos escuchar con comprensión, e incluso con un sentido de condenación personal, a estas ideas extremas que están circulando hoy en el ámbito de la teología. No hace ningún bien apuntar a esta gente con el dedo y decirles que están equivocados. Obviamente lo están, pero la pregunta es: “¿Por qué están equivocados?”. ¿Es porque la iglesia también está equivocada? Es con este problema que el apóstol Pablo quiere lidiar en el capítulo 4 de la epístola a los efesios. Estamos examinando este capítulo juntos y descubriendo de nuevo el patrón que Dios tenía planeado obrar por medio de la iglesia, que es el cuerpo de Cristo. En particular hemos llegado a los versículos 11 y 12, que tratan de los dones que Jesucristo ha dado a la iglesia. Leemos en el versículo 11:

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. (Efesios 4:11-12)

Estamos enfocando nuestra atención primariamente al tema grandemente descuidado de equipar a los santos. Puede que sea una sorpresa chocante para ti que Dios nunca tuvo la intención de que los pastores visitaran a todos los enfermos, consolaran a aquellos que están afligidos, predicarles a aquellos que están perdidos o enseñar a aquellos que están recién convertidos. Todo esto es parte de lo que es llamado aquí “la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Pasaremos un poco de tiempo demostrando que este es el caso, desde las Escrituras.

Quizás ningún concepto ha sido más dañino a la efectividad de la iglesia que la idea de que la misión de la gente cristiana es el conseguir que aquellos que no son cristianos vengan a la iglesia. Nada podía estar más alejado de la verdad. Esto no es lo que se espera que hagan. La misión de la gente cristiana es el llevar las buenas nuevas de Jesucristo a donde está la gente, y una vez que se vuelven cristianos ahí afuera, entonces han de venir a la iglesia. Ahora eso no significa que deberíamos de cerrar las puertas de la iglesia a cualquiera que entre y que no sea cristiano. Son perfectamente bienvenidos, pero deberían de venir con el entendimiento de que vienen a una reunión cristiana a oír lo que creen los cristianos y a aprender lo que los cristianos encuentran en Jesucristo, el Señor de la Iglesia. Se espera que cada iglesia local se dé a sí misma a la tarea de hacer dos cosas: evangelizar fuera de la iglesia y edificar el cuerpo de Cristo dentro de la iglesia, al enseñar y vivir en compañerismo los unos con los otros. En línea con eso, quisiera llamar vuestra atención a la declaración en la parte de atrás de nuestro boletín, el último párrafo que dice:

Esta iglesia propone ambas la evangelización y la edificación. La gente ha de ser salvada por gracia por medio de la fe, pero, habiendo sido salvada, deben de ser ayudados a crecer fielmente en gracia. La doble tarea de cada iglesia es el evangelismo y la edificación. No un énfasis desigual en una sola sino una práctica consistente de ambas.

Esa declaración refleja claramente la verdad del pasaje que estamos considerando ahora. Examinemos ahora lo que la Palabra de Dios revela sobre este problema de cómo la iglesia debería de alcanzar al mundo. La respuesta del Espíritu Santo a esta pregunta es dar a cada cristiano, sin excepción, un don especial de ministerio, una capacidad para el servicio que nunca tuvo antes de ser cristiano. Junto con esto, el Espíritu Santo provee ciertos líderes entrenados para ayudar a reconocer esos dones, desarrollarlos y enseñar a la gente cómo extraer el poder dentro de ellos (el Espíritu Santo) para utilizar sus dones efectivamente. Estos líderes han de ayudar a cada cristiano a disfrutar al máximo de la excitación y el placer de hacer lo que nadie más puede hacer en el cuerpo de Cristo hoy.

Brevemente, este es esencialmente el proceso de encarnación. Cuando Dios eligió visitar esta tierra para presentar frente a nosotros el nuevo tipo de vida que le estaba ofreciendo al hombre, lo hizo al encarnar Su vida en un cuerpo. Dios se hizo carne y vivió entre nosotros. Jesucristo era la encarnación de Dios, Dios en carne humana apareciendo entre los hombres. Pero ese era solo el principio del proceso de encarnación. Cometemos un gran error si pensamos que la encarnación terminó con la vida terrenal de Jesús. La encarnación todavía está ocurriendo. Abre el libro de los Hechos y lee las palabras iniciales, y encontrarás que el escritor de este libro, el Dr. Lucas, dice que ha escrito en la crónica de los evangelios “todas las cosas que Jesús hizo y enseñó” (Hechos 1:1b). En Hechos continúa esa crónica, así que la iglesia es nada más ni nada menos que la extensión de la vida de Jesús al mundo, incluso en el siglo veinte. No es la iglesia la que hace la obra sola. No, es Jesús, todavía obrando por medio de Su cuerpo, que es la iglesia.

Ahora ese es un concepto de suma importancia. Lo que ocurrió a pequeña escala en Judea y Galilea, hace 1900 años, está planeado que ocurra a gran escala por todo el mundo hoy, infiltrando cada nivel de la sociedad y cada aspecto de la vida humana. Al descubrir los cristianos hoy en día que esto es una oportunidad viva, la vida se vuelve fascinante, excitante, la cosa más revolucionaria que pudiera posiblemente ser experimentada. Es entonces que el mundo se da cuenta de que Dios no está muerto sino que está muy vivo.

Ahora, debemos de tomar el tiempo de examinar más de cerca los dones especiales que el Espíritu Santo da a Su pueblo. Debemos de comenzar aquí, ya que todo encontrará su enfoque final en este punto. Tienes un don. No hay ninguna diferencia si eres un joven cristiano o un viejo cristiano, si eres un cristiano nuevo o un cristiano maduro. Si eres cristiano, si has llegado a conocer a Jesucristo como tu Señor, si has recibido el don del Espíritu Santo por fe en Jesucristo, y has pasado de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida, entonces también has recibido el don del Espíritu Santo. El don puede que esté inactivo, imperfecto, inmaduro. Quizás ni siquiera sepas cuál es, pero está ahí, ya que Dios ha dicho que sin excepción a todos los cristianos se les da un don o dones para su ministerio. Pero esa no es toda la historia. Debes de aprender cómo cumplir ese don en el poder del Espíritu Santo, y no en el poder de la carne.

Sólo hay dos fuerzas por las cuales la vida humana puede ser vivida. Una es lo que la Biblia llama la carne, la vida del yo. Cada uno comenzó la vida sobre esa base, y hemos estado viviendo por ello hasta el punto donde nos convertimos en cristianos y mucho del tiempo después de eso. Esa es la base sobre la cual el mundo vive. También está el poder de la nueva vida en Jesucristo, el poder del Espíritu Santo. Eso es una cosa bastante distinta. Se manifiesta en formas completamente distintas: el darse a uno mismo en vez de querer que todo se centre alrededor de uno mismo. Necesitamos aprender que podemos ejercitar nuestros dones, aunque sean dones espirituales, ya sea en el poder de la carne o en el poder del Espíritu.

Un don ejercitado en el poder de la carne es una cosa mortífera. Quizás hayas oído a predicadores predicando en la carne: ejercitando el don de predicación, pero haciéndolo por un deseo egoísta de exaltación, de avance propio, para alabanza o lo que sea. Esa predicación siempre tiene un tono de falsedad. Quizás atraiga temporalmente, pero al final produce la muerte. No hay nada más trágico que un don espiritual ejercitado en el poder de la carne. Por lo tanto, nada es más necesario que el aprender a tomar estos dones y utilizarlos en el poder del Espíritu Santo.

Pero eso no es fácilmente aprendido. He aquí donde necesitamos ayuda. Necesitamos la ayuda de las Escrituras para poder ver lo que es la carne, y Quién es el Espíritu Santo, y cómo opera en la vida. Necesitamos a los apóstoles y los profetas y los evangelistas y a los pastores-maestros, así mismo. Necesitamos ser lijados y suavizados. ¡Dios tiene varios grados distintos de lijas, desde extremadamente fino a extremadamente áspero! Necesitamos ser pulidos y afilados. Necesitamos redondear nuestras esquinas. Necesitamos un nuevo punto de vista en viejas circunstancias. Necesitamos nuevo poder con el cual enfrentarnos a los viejos problemas. Necesitamos ser expulsados del nido a veces, y otras veces necesitamos ser ayudados a volver al nido.

El sitio donde hemos de comenzar es el sitio donde comienza Pablo en Efesios 4. Dice: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7). Comencemos con estos dones. El gran pasaje sobre los dones del Espíritu es 1ª de Corintios 12. Quiero que leamos ese pasaje y repasar esos dones con ustedes. El capítulo está clasificado en tres divisiones, comenzando con el versículo 4:

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. (1 Corintios 12:4-6)

Fíjate en las tres divisiones de este tema. Hay dones, ministerios y hay obras (lo que llamamos “actividades” aquí). Los dones están conectados con el Espíritu; los ministerios están conectados con el Señor Jesús; y las obras o el poder están conectados con Dios el Padre. Un don, como ya hemos visto, es una función específica que ha de llevarse a cabo.

Un ministerio es un área en la cual el don es llevado a cabo o el grupo donde es llevado a cabo. Es donde el don es utilizado. Es la prerrogativa del Señor Jesús el determinar eso. A algunos le da el don de hablar a los cristianos, a otros manda a ministrar a los mundanos. A algunos les da la tarea de enseñar a la juventud; algunos ministran a los ancianos, algunos a niños. A algunos les da el trabajo de hablar a las mujeres. Otros a los hombres. Algunos a los judíos, otros a los gentiles. Acuérdate que en Gálatas cuando Pedro y Pablo se reúnen fue reconocido que ambos tenían el don de predicar, pero Pedro debía ir a los judíos y Pablo a los gentiles. Tenían el mismo don, pero su ministerio era diferente.

Luego hay actividades. Una actividad es el poder por el cual el don es manifestado o ministrado. Hay variedades de actividades, dice el apóstol, pero es el mismo Dios que inspira todas en cada uno. “Variedades de actividades” se refiere a las distintas manifestaciones del poder de Dios en cualquier ministerio. Cada vez que un cristiano predica o enseña o ayuda a alguien no tiene los mismos resultados. El mismo sermón predicado en varias circunstancias distintas no siempre producirá el mismo resultado. ¿Cuál es la diferencia? Es la elección de Dios. Él no tiene la intención de producir los mismos resultados cada vez. Podría, pero no siempre desea hacerlo. Hay variedades de poder, y Dios es quien determina cuanto es llevado a cabo en cada ministerio.

Está registrado en las Escrituras que Juan el Bautista no hizo ningún milagro en toda su vida, sin embargo era un profeta de Dios, un poderoso profeta de quien Jesús dijo: “De cierto os digo que entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:11; Lucas 7:28). Entonces, ¿por qué no hizo milagros? Hay algunos hoy que nos dicen que si no podemos hacer milagros, es un signo de que no somos muy competentes en manifestar el poder de Dios. Somos tan solo principiantes. Pero Juan no hizo milagros. ¿Por qué no? Porque hay variedad de actividades. Dios no eligió obrar por medio de Juan de esa forma. Ahora nos encontramos con la lista de dones específicos. Repasaré estos rápidamente, pero espero que os sea de ayuda.

A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu. (1 Corintios 12:8)

He aquí un par de dones, el don de sabiduría y de conocimiento. El don de sabiduría es la percepción directa de la verdad. No hay ninguna diferencia qué tipo de verdad es. Puede ser verdad espiritual, verdad en cuanto a las Escrituras, o puede ser verdad secular, pero a algunos se les da el don de percepción de la verdad y la habilidad de aplicar esa percepción a una situación específica. ¡Qué don tan maravilloso es este! Tales son hombres y mujeres que saben lo que hacer, y cómo hacerlo, en cualquier circunstancia. Si hay un grupo con problemas, pronto estará claro quien tiene este don entre ellos. Si los cristianos están perplejos, desconcertados, se vuelven instintivamente a aquel entre ellos que tiene el don de sabiduría. Aquellos con este don deberían de ser elegidos a las juntas; son excelentes consejeros.

Conectado con este está el don de conocimiento. Estos dos a menudo aparecen en el mismo individuo. No siempre, pero a menudo. El conocimiento es la habilidad de investigar y sistematizar los hechos. Es la habilidad de elegir los hechos importantes en cualquier investigación y ponerlos en un orden manejable. Este tipo de persona es capaz de reconocer hechos claves e importantes como resultado de la investigación. Eso es distinto del don de sabiduría. El conocimiento es la percepción directa del significado de los hechos. Esta es la habilidad de reunir hechos, el don de conocimiento. Estas personas pueden ser maravillosos exégetas de las Escrituras. Son maestros atentos, y este don a menudo acompaña el don de enseñanza. Son maravillosos de tener en los comités, y si puedes conseguir que sean presidentes de la junta, tanto mejor.

Seguidamente se menciona el don de fe. Como dije en un mensaje anterior, esto es esencialmente lo que llamamos “visión”. Es la habilidad de ver algo que necesita ser hecho, y el creer que Dios lo hará, aunque parezca imposible. Al confiar en ese sentido de fe, esta persona se mueve y lleva a cabo la cosa en nombre de Dios. Cada gran empresa cristiana ha sido comenzada por alguien que posee el don de fe.

En Formosa, hace muchos años, conocí a una mujer extraordinaria. Algunos de ustedes conocen el trabajo de Lillian Dickson. He aquí una mujer que clara e inequívocamente tiene el don de fe. Cuando ve una necesidad se mueve inmediatamente para satisfacer esa necesidad. Recientemente recibí un periódico de ella y aprendí que está muy preocupada por los niños pequeños en las calles de Formosa que no tienen hogar. Son huérfanos, o han sido dejados de lado por sus familias. Estaba profundamente consciente de las presiones que fuerzan a estos niños a involucrarse en cosas malas, que les empujan a una vida de crimen o inmoralidad. Sentía en su corazón que debía de hacer algo, pero porque tenía el don de fe no se limitó a sentir, sino que hizo algo sobre ello. Se ha movido y ha comenzado una organización para rescatar a estos niños. En todo el mundo la gente le manda dinero para sus proyectos, a veces sin que ella los conozca de nada. Es obvio que tiene el don de fe. Cada organización cristiana ha comenzado de esta forma. Alguien tiene una visión de lo que Dios puede hacer y a lo largo de los años lo lleva a cabo. Otros pueden ayudar en llevarlo a cabo, aunque ellos no tengan la misma visión.

Entonces el apóstol menciona “dones de sanidades”. Esto es claramente una habilidad sobrenatural para sanar a la gente enferma. Ocasionalmente, en la crónica de la historia de la iglesia, ha habido algunos que han tenido el don de la sanación, pero es un don raro hoy en día, otorgado con poca frecuencia. Nunca he conocido personalmente a alguien que tuviera el don de sanar. Es cierto que ninguno de estos llamados sanadores-de-fe de nuestro día tienen ese don. Una investigación de su ministerio dejaría eso claro. No tienen la habilidad de imponer las manos sobre la gente y sanarlos, a pesar de sus afirmaciones pretenciosas en cuanto a eso. Se dan prisa en anotar los casos cuando alguien aparentemente es ayudado, pero nunca anotan los miles que son despedidos sin ayuda, a quienes nada les ocurre. El tener el don de sanación es la habilidad de imponer las manos a los enfermos y sanarlos.

Preguntas: “¿Por qué es esto dado con tan poca frecuencia hoy en día?”. La respuesta está en el versículo 11: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”. Este don no es dado, porque no es la voluntad del Espíritu que sea dado hoy en día tan ampliamente como lo era en la iglesia temprana.

A lo largo de la misma línea está el don de milagros. Esta es la habilidad de lograr cosas naturales de forma sobrenatural, el cortocircuitar los procesos de la naturaleza, como lo hizo nuestro Señor cuando convirtió el agua en vino, o multiplicó los panes y los peces y alimentó a los cinco mil. Puede que algunos todavía tengan este don hoy en día. Puede ser dado. No dudo que pueda ser dado. Pero de nuevo nunca he conocido a nadie que tenga el don de milagros, aunque quizás algunos en la historia de la iglesia hayan tenido este don.

Cuando estos dones espectaculares, (sanación, milagros, lenguas y etcétera), son ejercitados, es invariablemente el signo de una iglesia inmadura. Dones como estos son dados para la edificación inicial de la fe, como un puente que mueve a los cristianos de la dependencia de las cosas que ven a la fe en un Dios que puede obrar y lograr cosas cuando no ven que ocurran. Eso es lo que Dios quiere. Hemos de andar por fe, no por vista.

El don de profecía viene a continuación. Este es uno de los más grandes dones. El capítulo 14 de 1ª de Corintios es dedicado a la alabanza de este don, y el apóstol urge a la iglesia a valorar este don y a buscarlo. El versículo 3 del capítulo 14 dice:

Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. (1 Corintios 14:3)

Eso es el don de profecía. Cuando un hombre tiene este don, sus palabras tienen el poder de edificar a otros por exhortación y consolación. Este no es un don solo para predicadores. Todos estos dones son para cualquiera en la iglesia, tanto predicadores como laicos. Muchos laicos tienen el don de profecía.

¿Alguna vez has estado en una reunión donde se estaba discutiendo un problema y se llega a un punto muerto; nadie parece saber cuál es la respuesta? Hay un sentimiento de desánimo, porque parece que no puedes resolverlo. Entonces alguien se pone de pie y habla, y, al hablar, todo el mundo sabe que lo que está diciendo es exactamente la respuesta. Ese es el don de profecía siendo ejercitado: la habilidad de hablar con poder, de edificar por exhortación y consolación. ¡Qué don tan maravilloso es este! La iglesia nunca podría seguir sin el ejercicio de este don.

Entonces está el don de discernimiento de espíritus. Es la habilidad de distinguir entre “el espíritu de error y el espíritu de verdad” (1 Juan 4:6). Este es un don que a menudo deseo tener. Me alegro de que mi esposa lo tenga. Es la habilidad de ver si una persona es falsa antes de que su error sea manifestado a todo el mundo por sus resultados finales. Cuando Ananías y Safira vinieron trayendo una ofrenda de su terreno y lo presentaron frente a Pedro, él ejercitó el don de discernimiento cuando dijo: “Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo?” (Hechos 5:3). Supo que todo esto era una mentira. Esta es la habilidad de leer un libro y sentir la sutileza del error en él. Es un don valioso, a ser ejercitado tanto en la iglesia como en el mundo.

Hay otro par de dones: el don de varios tipos de lenguas y la interpretación de lenguas. ¿Qué es esto? Esto es la habilidad de alabar a Dios en un lenguaje que nunca fue aprendido y también el interpretar un lenguaje que nunca fue aprendido. Este don nunca es para el propósito de predicar el evangelio. En las Escrituras es siempre y claramente para el propósito de alabar a Dios. No es para uso privado, ya que leemos que todos los dones del Espíritu son dados “para el bien de todos” (1 Corintios 12:7), y no han de ser ejercitados en privado. Aun así, es inútil en una iglesia sin interpretación. Hay muchas declaraciones modernas de que este don está siendo reavivado. Pero la pregunta que siempre ha de preguntarse en investigación de estas declaraciones es si la manifestación que se ejercita es la misma que el don de lenguas en el Nuevo Testamento. El don de lenguas era definitivamente un lenguaje conocido y tenía un propósito específico en la iglesia temprana. Marcaba el hecho de que Dios estaba juzgando a la nación de Israel y volviéndose de ellos a los gentiles. Por lo tanto, es muy improbable, me parece a mí, que el don de lenguas fuera manifestado hoy en día. Ciertamente es el don más fácil de imitar. A causa de esto, las imitaciones abundan en todas partes. Sean un don verdadero o no solo puede ser determinado por una cuidadosa comparación con las Escrituras. Al final de este capítulo, en los versículos 28 a 31, hay otra lista de dones, algunos de ellos duplicando los dones en la primera lista.

Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. (1 Corintios 12:28)

Deseo reservar la consideración de los apóstoles, profetas y maestros hasta un mensaje futuro, porque estos pertenecen a una clase especial. Ya hemos examinado el don de los milagros y el don de sanación. Pero aquí hay un maravilloso don que es mencionado por primera vez: el don de ayuda. Este es quizás el don más grande de todos, y es el más extendido. Este es el don de ayudar cuando una necesidad se presenta. En la iglesia, a menudo es manifestado en aquellos que sirven como acomodadores y tesoreros, aquellos que preparan la Cena del Señor, o colocan las flores y sirven las comidas. En el mundo, es manifestado como aquellos que ayudan a los débiles, leen a los ciegos, cuidan a los enfermos, y de cualquier forma le ministran a alguien. Este es el ministerio de un don evidente del Espíritu. En Romanos 12 es llamado el don de mostrar compasión. Ese es un maravilloso título para ello. La iglesia nunca podría funcionar sin este don de ayuda.

Después hay el don de administración, aquellos que organizan y realizan. Estos son los hombres a ser elegidos a los comités y los programas de liderazgo. Saben cómo organizar y dirigir, en el Espíritu. En Romanos 12 se mencionan otros dos dones aparte de los mencionados aquí, el don de enseñanza (del cual diremos más más tarde) y el don de contribuir. El último es el don de ganar dinero y apoyar la obra cristiana por tales donativos. No solo los ricos tienen este don. Algunos que son muy pobres también tienen el don de hacer contribuciones.

Pienso en una querida señora en la ciudad de Nueva York que fue limpiadora en uno de los rascacielos de Nueva York por muchos años, ganando dinero para mandarlo a los jóvenes en los campos misioneros. En el transcurso de su vida mandó a más de treinta personas al campo misionero. Tenía el don de contribuciones, y lo ejercitó.

La gama de estos dones es absolutamente tremenda. No son sólo para el uso en la iglesia. También son para utilizarlos en el mundo. Algunos de ustedes que tienen el don de enseñar deberían de estar ejercitándolo en sus propias casas. Algunos de ustedes que tienen el don de ayuda deberían de ejercitarlo en su oficina o en la tienda o donde estén. Algunos de ustedes tienen el don de sabiduría y deberían de ejercitarlo donde puedan alcanzar a la gente. Así mismo los dones de conocimiento y administración. Todos estos dones están planeados para todas las áreas de la vida. Al ejercitar los cristianos sus dones en el poder del Espíritu Santo, el mundo se dará cuenta de que Dios no está muerto.

Me gustaría urgirles a que busquen y encuentren, delante del rostro de Dios, el don que tienen, y comiencen este mes a ponerlo en operación. ¿Buscarán la mente y la voluntad de Dios en cuanto a cómo puede ser manifestado su don? Acuérdate de las palabras del apóstol a Timoteo: “Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Timoteo 1:6). Sólo por estos medios podrá la iglesia avivarse con una vitalidad que nunca ha tenido anteriormente. Si dices “¡No!” a este llamamiento, entonces descubrirás lo que quiso decir el Señor Jesús cuando dijo: “Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará” (Marcos 8:35).

Oración:

Padre nuestro, te damos las gracias por examinar juntos estos dones. Danos fuerzas al ministrar en Tu nombre con los dones que nos has dado. Enséñanos, Señor, a estar espiritualmente vivos en medio del mundo. Lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.