Volvemos ahora a la epístola de Pablo a los efesios, una de las más fabulosas cartas del Nuevo Testamento. Estudiaremos los capítulos 1 a 3, completando así la exposición de este libro que comenzamos hace varios años con los capítulos 4 a 6, mensajes que ya están publicados.
Espero, al comenzar esta porción doctrinal de Efesios, que tu corazón esté previendo grandiosas verdades. Me gustaría rogarte que leyeras esta carta entera una vez a la semana mientras que estamos ocupados en estudiar estos tres primeros capítulos. Léela en varias versiones, y en formas distintas. Léela de una sentada la primera semana, y entonces la próxima semana lee un capítulo al día. Otras semanas léela en alguna de las paráfrasis. Deja que esta verdad te llegue de nuevo en nuevas y diferentes formas. Puedo garantizarte que si haces esto fielmente hasta que terminemos nuestro estudio, nunca serás la misma persona otra vez. ¡Esta verdad tiene el poder de cambiarte, y así lo hará!
Pienso que, de todas las cartas de Pablo, la carta a los romanos y esta a los efesios son las que más han causado un profundo efecto. Ambas son intentos de explicar de forma sistemática y bastante exhaustiva la visión completa de la forma de vida cristiana y del mundo. Otras de las cartas de Pablo tratan con problemas específicos, y son de mucha ayuda cuando estamos involucrados con esos mismos problemas. Pero estas dos tratan con la plenitud de la verdad, el gran lienzo de la pintura de Dios de la realidad. La carta a los efesios ha cambiado mi vida una y otra vez:
Fue de este libro que aprendí como el cuerpo de Cristo funciona. La verdad del cuarto capítulo estaba fuertemente en mi corazón cuando vine a Palo Alto, como un hombre joven recién salido del seminario, y comencé a pastorear un pequeño grupo de personas que se reunían aquí. Fue la convicción de que el ministerio pertenece a los santos, y que la tarea de un pastor es ayudar a la gente a encontrar sus ministerios y prepararles para funcionar en ellos y descubrir la emoción de vivir como cristianos donde estamos, lo que fue formativo en los años tempranos de Peninsula Bible Church y todavía es fuertemente enfatizado aquí. Fue de esta carta que aprendí, como un hombre joven, cómo manejar el deseo sexual que Dios me ha dado, como nos lo ha dado a todos nosotros, cómo vivir de forma apropiada en una sociedad que está saturada de sexo. Esta carta es muy práctica de esa forma. Nos enseña cómo aceptar la vida tal y como es.
Esta carta me enseñó las profundas verdades sobre el matrimonio y sobre la vida de familia. Todavía estoy aprendiendo en esta área, y tengo mucho más que aprender, pero ya he aprendido una gran cantidad sobre este tema de la carta a los Efesios. Fue esta carta la que me enseñó mejor que ningún otro pasaje de las Escrituras cómo entender la extraña turbulencia que a menudo he encontrado en mi corazón, los ataques espirituales a los que era sometido, y cómo lidiar con mis miedos, ansiedades y depresiones; de dónde venían tales cosas y qué podía hacer en cuanto a ellas. Así que esta es una gran y práctica carta, y te ruego que te familiarices con ella y que se vuelva una segunda naturaleza para ti el saber la verdad de Efesios. Déjame compartir contigo la experiencia de otra persona en cuanto a esto. Esto viene de la introducción de un libro por el Dr. John McKay, quien fue por muchos años el presidente de la universidad de Princeton:
Nunca puedo olvidarme que la lectura de esta carta paulina cuando eran un joven ejerció una influencia más decisiva en mi pensamiento e imaginación de lo que jamás había hecho antes o desde entonces la atenta lectura de cualquier obra de literatura. La historia de amor que fue el papel desempeñado por Jesucristo para hacer posible mi salvación personal y el ser mediador del plan cósmico de Dios, de tal manera inflamó mi espíritu que dejé de lado, en completo éxtasis, El conde de Montecristo de Dumas, que daba la casualidad que estaba leyendo en aquel entonces. Ese fue mi encuentro con el Cristo cósmico. El Cristo que era, y es, se convirtió en la pasión de mi vida. Tengo que admitir sin vergüenza ni reserva que como resultado de ese encuentro he sido incapaz de pensar sobre mi propia vida o la vida de la humanidad o de la vida en el cosmos sin Jesucristo. Él vino a mí y me retó en las escrituras de San Pablo, y yo respondí. Los años que han seguido han sido tan sólo una nota a pie de página a ese encuentro.
Si sientes necesidad de un cambio en tu propia vida y de profundizar tu relación con nuestro Señor, te haría bien exponerte en una forma muy personal a estas enseñanzas de la carta a los efesios.
Esta carta fue escrita sobre el año 61 d.C. desde Roma durante el primer encarcelamiento de Pablo ahí. Fue escrita a los cristianos en la provincia romana de Asia. Esta era gente corriente ―comerciantes, artesanos, y unos pocos doctores y abogados, algunos políticos― gente común. Muchos de ellos eran esclavos. Esta carta es comúnmente llamada “La epístola a los efesios”, pero, como una nota a pie de página en la Versión Revisada Estándar [versión en inglés], esto no se encuentra en muchos de los manuscritos antiguos. Muchos de ellos simplemente tienen un espacio en blanco como dirección de estos santos. Muchos eruditos, por lo tanto, sienten que esta carta circular fue escrita a muchas iglesias, probablemente aquellas en la región de Éfeso. Algunos piensan que fue dirigida a las mismas iglesias que Jesús le pidió a Juan que dirigiera las cartas en el libro de Apocalipsis, comenzando con Éfeso y terminando con Laodicea. Quizás te interese fijarte que, en su carta a los corintios, Pablo se refiere a una carta de Laodicea. Muchos sienten que esta es esa carta. Fue traída desde Roma por la mano de Tíquico, a quien el apóstol ha dictado este gran tratado. Circulado de iglesia en iglesia, y leída en cada una, finalmente terminó en Éfeso, donde fue etiquetada “La carta de Pablo a los efesios”. De todas formas, como sabemos por la nota a pie de página de Pablo al final, es realmente una carta dirigida a todos los cristianos en todas partes. Puedes leerla, por lo tanto, como “La carta de Pablo el apóstol a la iglesia en Palo Alto y a los fieles en Jesucristo”.
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso: Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. (Efesios 1:1-2)
Esa es la salutación más breve de cualquiera de las cartas de Pablo. Hay tres simples cosas a las cuales te llamaré la atención brevemente: Primero, las credenciales de Pablo: fíjate como se describe a sí mismo: “apóstol... por la voluntad de Dios”. Un apóstol era aquel que era mandado con un mensaje, un mensajero. Pablo se gloriaba en el hecho de que era un apóstol de Jesucristo. Y, como nos dice en su carta a los gálatas, el Señor Jesús se le apareció directamente. Pablo no aprendió lo que sabía sobre el evangelio al haberlo discutido con otros apóstoles. Pedro y Santiago y Juan, y otros de los doce apóstoles, nunca fueron maestros del apóstol Pablo. La verdad que nos imparte aquí la aprendió directamente de Jesucristo. Y esa es su autoridad. Por lo tanto, cuando lees a Pablo estás leyendo a un portavoz autorizado por el Señor Jesús. Habla por la autoridad de Cristo. Deja esto claro en todas sus cartas.
A veces estoy asombrado de la temeridad descarada de la gente hoy día que lee una sección de una de sus cartas y dice: “No estoy de acuerdo con Pablo”. Bueno, eso me hace temblar. Pablo está hablando como un apóstol. Un apóstol es un portavoz autorizado. Lo que dice es lo que ha oído. ¡Así que, si no estás de acuerdo con Pablo, no estás de acuerdo con el Señor tampoco! Necesitamos acordarnos de eso al llegar a esta carta.
Pablo siempre estaba asombrado por el hecho que era “por la voluntad de Dios” por lo que era un apóstol. No tenía ninguna otra gloria en esta vida otra que Dios, en el increíble poder de Su gracia, había llamado a este hombre que era un perseguidor tan amargo, intenso y nacionalista de la iglesia, le había detenido, le había cambiado, y le había mandado a ser un apóstol para los gentiles. Pablo no podía sobreponerse a eso: “llamado por la voluntad de Dios”. ¡Qué influencia tan poderosa fue esto en su vida! Ahora fíjate que no da ningunas otras credenciales. No se refiere a su entrenamiento a los pies de Gamaliel, ni a su trasfondo hebreo y genealogía, ni al brillo de su intelecto, ni a ninguna otra cosa. Simplemente dice: “Soy un apóstol por la voluntad de Dios. Esa es la base sobre la que escribo”.
Luego fíjate cómo son descritos estos cristianos: “santos y fieles en Jesucristo”. Santos es una palabra que nos hace temblar un poco. No nos gusta ser llamados santos, porque tenemos una idea tan estricta de lo que es un santo. Pensamos de ellos como siendo irreales: tan beatíficos, tan santurrones, tan diferentes de los humanos ordinarios. Pero los santos del Nuevo Testamento no son así; son gente como nosotros. Los santos son personas que están asediados con luchas y dificultades, que tienen altercados en casa y problemas en el trabajo, y problemas en todas partes. ¡Son gente normal, en otras palabras!
Pero hay una cosa que es extraordinaria en ellos: Son diferentes. Ese es realmente el significado básico de la palabra santo. En el griego es una palabra derivada de la palabra sagrado. Y sagrado significa distinto, diferente, completo, perteneciendo a Dios y, por tanto, viviendo de forma distinta. Esta es la marca del santo. No es que no tenga problemas, sólo que se acerca a ellos de forma distinta. Tiene un estilo de vida distinto. Eso es de lo que está hablando Pablo aquí. Su característica es que son fieles, que significa, por supuesto, que no pueden darse por vencidos. Eso es lo que es un cristiano: una persona que no puede dejar de ser cristiano. ¡Un verdadero cristiano simplemente no puede darse por vencido!
Un hombre joven me llamó esta semana pasada para decirme lo desanimado que estaba, cómo había perdido su confianza en la oración porque sentía que no había ninguna respuesta de camino, y lo dispuesto que estaba a darse por vencido. Le dije: “Bueno, entonces ¿por qué simplemente no te das por vencido? Date por vencido. Deja de ser un cristiano. Inténtalo”. Porque sabía que si lo hacía, la primera cosa que descubriría sería que no podía hacerlo. Y él también lo sabía. En el momento que dije eso, lo reconoció: “Tiene razón. No puedo darme por vencido”. ¡Eso es a causa de lo que describe Pablo en esta carta: nos es impartido el Espíritu Santo de Dios y somos sellados por el Espíritu Santo, para que no podamos darnos por vencidos! Esta es la marca de un creyente en Cristo.
Luego viene la invariable salutación de Pablo a estos grupos de creyentes: “Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo”. Las dos grandes herencias del cristiano son la gracia y la paz. Estas son dos cosas que siempre puedes tener, sin importar tus circunstancias. La gracia es todo el poder de Dios, todo Su amor, toda Su belleza disponibles para ti. Es un término maravilloso que envuelve todo lo que es y nos ofrece Dios. Viene de la misma palabra griega de la cual sacamos la palabra encanto. La gracia es encantadora, agradable. Es algo que place, que imparte encanto y belleza a la vida. La paz es la libertad de la ansiedad, el miedo y la preocupación. Estas son dos características que deberían de marcar a los cristianos siempre: Gracia, Dios obrando en sus vidas, y paz, un sentido de seguridad, de confianza. Un hombre me dijo esta mañana: “¿Sabe una cosa? He aprendido algo nuevo sobre la confianza. La confianza es el no saber y sin embargo estar en paz, en descanso”. Fíjate, si sabes algo, no tienes que confiar. Pero la confianza es el no saber y aun así estar en paz. Desde aquí la carta sigue la estructura usual de las cartas de Pablo. Primero viene la doctrina, la enseñanza, los grandes, revolucionarios, radicales hechos que Dios está presentando ante nosotros. Y entonces viene la práctica, la aplicación, la obra de esto en términos de las situaciones normales de la vida.
Ahora, no leas estos primeros tres capítulos como si fueran mero gas teológico. ¡No lo son! ¡Son hechos! Son lo que Dios dice que es real. Son lo que de hecho está ocurriendo en el mundo y lo que está disponible para ti. Y si los lees de esa forma no los tratarás como si fueran meramente académicos. Comenzarás a fundar tu vida sobre estos hechos y a actuar en base a ellos. Es por eso que Pablo comienza sus cartas presentando los hechos radicales de la vida tal como Dios los enseña.
También característico de Pablo es el reunir todo en una gran declaración introductoria, y entonces lo separa en sus detalles. Así que voy a concluir este mensaje introductorio examinando la gran declaración que Pablo hace al comienzo de esta carta y que reúne los grandes temas de Efesios a los cuales volverá una y otra vez. Y entonces examinaremos brevemente estos temas. En el versículo 3 tenemos un tremendo sumario de las enseñanzas de esta carta:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (o, más literalmente, “en los cielos”) en Cristo... (Efesios 1:3-4)
Hay cuatro elementos en este sumario en los que quiero que te fijes. Pablo comienza, primero, con Aquel que está tras todas estas bendiciones, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Ese es su punto de comienzo. Y cuando un hombre comienza con Dios, sabes que lo que va a decir está en línea con la realidad. Nuestro problema es que nosotros no comenzamos nuestro pensamiento con Dios; tendemos a comenzarlo con nosotros mismos, con nuestra experiencia, que es sólo una visión parcial de la verdad. Por lo tanto, inmediatamente reducimos el alcance de nuestra visión a lo que estamos pasando y lo que nos está pasando, y no vemos esto en relación a la realidad completa de la vida a nuestro alrededor. Consecuentemente, tenemos ideas torcidas y deformadas de lo que está ocurriendo. La única forma apropiada de ver la verdad es el verla en relación a toda la verdad en todas partes. Y sólo hay una forma de hacer eso, y eso es el comenzar con Dios. Sólo Dios es lo bastante grande como para abarcar toda la verdad.
Esta es la diferencia entre lo que la Biblia llama el pensamiento “natural”, como lo hace el “hombre natural”, y el pensamiento “espiritual” del “hombre espiritual”. El pensamiento natural siempre es limitado, siempre está equivocado en cierta medida, porque no es lo bastante grande ni lo bastante ancho para manejar todos los hechos. Pero el pensamiento espiritual está siempre centrado en Dios, y, por tanto, verdadero, y en la medida en que es espiritual, es cierto en todos los sentidos. Necesitamos aprender a ser pensadores espirituales sobre nosotros mismos. Es aquí donde Pablo comienza.
El segundo elemento es el objetivo de la obra de Dios. Lo resume en la palabra que se repite dos veces bendito: “Bendito sea el Dios... que nos bendijo con toda bendición espiritual”. Ese es el objetivo de Dios. Su objetivo es el crear un mundo, un universo, lleno de bendiciones. Frecuentemente a lo largo de esta carta encontrarás la frase repetida que todo ocurre “para alabanza de Su gloria”, o sea, para que Dios sea alabado, para que Su pueblo pudiera ser tan asombrado por la maravilla de lo que les ha ocurrido que sus corazones reflejaran sin límite, y sin que lo pudieran evitar, la alabanza y la gloria y la bendición de Dios. Ahora, sabes que eso no es nuevo. Todos hemos aprendido que Dios ha de ser alabado. Hemos de dar gracias en todas las circunstancias. Pero la mayoría de nosotros pensamos en eso como algo que nos hemos de forzar a nosotros mismos a hacer. Hemos de hacer esto porque Dios lo necesita; Su ego necesita ser exaltado de vez en cuando por medio de nuestra alabanza, y a menos que le alabemos Él no obrará. Él se molesta y se enfada con nosotros y no maneja bien las cosas, y tenemos que suavizarle un poco para conseguir que obre. Esa es realmente la base sobre la cual la mayoría de nosotros actuamos, al menos la mayoría del tiempo, ¿no es así?
¡Pero no es esto de lo que está hablando para nada! Está diciendo que Dios ha hecho obras tan extraordinarias que, si las entendemos, si nuestros intelectos sin brillo pudieran entender qué es lo que Dios ya ha hecho por nosotros, lo que ya es cierto sobre nosotros ahora mismo, no habrá nada que podamos hacer sino estar absolutamente asombrados y atónitos, y decir: “¿Quieres decir que esto es cierto sobre mí, Señor? ¡Estoy abrumado! ¡Mi Dios, cuán maravilloso eres!”. Eso es lo que quiere Dios. Eso es lo que quiere producir: ese sentido de asombro y sorpresa que nos causa detenernos y dar gracias al gran y glorioso Dios que nos ha dado cada bendición espiritual.
En los versículos que siguen, esas bendiciones están enumeradas para ti. Vamos a examinarlas en más detalle en subsiguientes mensajes, pero por ahora déjame que las reúna para ti. Fíjate que:
… nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. (Efesios 1:4)
Ese es el número 1: Vuelve al comienzo del tiempo, antes de la fundación del universo. El segundo:
Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado. (Efesios 1:5-6)
¡Qué cosa tan fantástica es esa! Somos miembros de la familia de Dios, hechos para ser partícipes de la naturaleza divina. Tercero:
En él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia. (Efesios 1:7-8)
¡Piensa en eso! Nuestra culpa es quitada, totalmente desaparecida. Cuatro:
Él nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra. (Efesios 1:9-10)
Hemos sido admitidos a las secretas deliberaciones del Todopoderoso. Nos ha abierto lo que planea hacer, lo que va a llevar a cabo en el futuro. Se nos ha dicho algo de los detalles de este plan. Luego, examina el número 5:
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. (Efesios 1:11-12)
Es por eso que estamos reunidos aquí esta mañana. Dios nos ha predestinado para ser una demostración de esas grandes verdades, para vivir para la alabanza de Su gloria. Examina el sexto:
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad (¡Piensa en eso! En este año de elecciones, cuando todos los políticos están intentando confundirnos con palabras de promesa, hay un sitio donde puedes conseguir la verdad, los bienes rectos, los hechos tal y como son), el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, (Efesios 1:13a)
Todo lo que ves, viene como parte de la obra de la Palabra de verdad. Y luego, la última:
… fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria. (Efesios 1:13b-14)
Esas son las cosas que hacen que la vida valga la pena. Sin estos grandes hechos, la vida es insoportable, desolada, sin brillo, aburrida, y apenas nos podemos aguantar a nosotros mismos o los unos a los otros. Esta es una lista, si gustas, de las incompetencias del hombre. El hombre no puede proveer estas. Ningún partido político puede introducirlas. Vienen de Dios y sólo de Dios; Dios obrando. Nadie nos las puede dar. Es absolutamente imposible que jamás las pudiéramos conseguir por nosotros mismos. Son dones de Dios.
El tercer elemento de este gran versículo es que el apóstol demuestra que toda esta bendición es “en Cristo”. Todo esto nos viene en Cristo, en la Persona y la obra del Señor Jesús mismo. Este hecho va a ser destacado una y otra vez en esta carta. Ningunas dos palabras aparecen más frecuentemente que “en Cristo” o “en él”. Una y otra vez es enfatizado que todo nos viene por medio de Él.
Debemos de aprender a no escuchar a aquellos que declaran tener la bendición de Dios en sus vidas, y sin embargo piensan que Cristo no es central. Están engañados, y nos están engañando a nosotros si aceptamos lo que dicen. La única bendición espiritual que jamás puede venirte de Dios siempre ha de venir en Cristo. No hay ninguna otra forma en que pueda venir. Así que si estás involucrado con algún grupo que deja de lado al Señor Jesucristo e intenta ir “directamente a Dios”, y por tanto reclamar algunas de las grandes promesas espirituales del Nuevo Testamento, estás involucrado con un grupo que te está llevando a lo fingido y a lo fraudulento. ¡Es completamente falso! Ya que Dios lleva a cabo la bendición espiritual sólo en Cristo. Las bendiciones físicas están disponibles “tanto a los justos como a los injustos”, pero el espíritu interno del hombre puede ser sanado y curado sólo en Cristo, y no hay ninguna otra forma.
Finalmente, fíjate en el lugar en que todo esto ocurre, “en los lugares celestiales”. Ahora, eso no significa los cielos, como pensamos de ellos de forma usual. Pablo está hablando aquí de la presente experiencia de estas bendiciones. Estamos involucrados en “los lugares celestiales” ahora mismo. Estos lugares celestiales, que se mencionan a través de esta carta y en otras partes de las Escrituras, son realmente el ámbito de la realidad invisible, de las cosas que son ciertas sobre la vida en el mundo, en el cosmos, pero que no podemos ver ni tocar ahora. Y sin embargo son muy reales, y juegan una parte importante en nuestras vidas ahora. Es a esto a lo que Pablo se refiere en 2ª de Corintios 4:18: “No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”, las cosas que no se ven, la realidad invisible.
¿Te acuerdas de la historia en el Antiguo Testamento sobre Eliseo y su sirviente? Estaban en una pequeña ciudad un día cuando fueron rodeados por los ejércitos de Siria. El sirviente vio estos vastos ejércitos enemigos, y vio la caballería y los carros armados. Con miedo se volvió a Eliseo y dijo: “¡Es inútil! ¡Mira! Estamos rodeados; ¿qué vamos a hacer?”. Eliseo dijo: “No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos”. Y oró Eliseo, diciendo: “Te ruego, Jehová, que abras sus ojos para que vea” (2 Reyes 6:15-17). Y el Señor abrió los ojos del joven, y vio en un círculo en el horizonte todos los carros de fuego de Dios, con cientos y miles de ángeles, y se dio cuenta de la verdadera situación.
Vivimos en un mundo donde la mayoría de las cosas importantes de nuestras vidas no son visibles. No pueden ser tocadas o vistas o gustadas o pesadas o de otra forma medidas. No son sometidas al escrutinio de la ciencia, ni están disponibles a las filosofías del hombre, pero están ahí. Debemos de reconocer ese hecho. Y es en este ámbito donde estas grandes bendiciones espirituales se encuentran. Es aquí que nuestra vida puede ser cambiada y podemos convertirnos en gente distinta, por la gracia de Dios. Todo esto será desarrollado en detalles más completos al continuar en esta carta.
Quiero cerrar volviendo a ese gran pensamiento inicial del apóstol Pablo y demostrarte como resalta el hecho de que es Dios quien hace todo esto. No es de la actividad del hombre de lo que estamos hablando. En este primer capítulo no hay ninguna demanda de que hagamos nada. Más tarde, la cuestión de actividad humana se presentará, pero no aquí. Todo progreso en la vida espiritual viene al entender una verdad que ya es cierta. No es algo que Dios vaya a hacer, sino algo que ya ha hecho. Por lo tanto, estará disponible para ti en el momento que lo entiendas y lo tomes. Sería útil que tomaras un lápiz y subrayaras los verbos conjugados de este pasaje. Notarás que todos se refieren a Dios. Nos escogió… nos predestinó… nos hizo aceptos… nos dio a conocer Su voluntad. Revisa el pasaje, y lo que verás resaltado es Dios obrando.
Hoy en todo el mundo a nuestro alrededor los hombres están haciendo cosas, y está bien y es apropiado que así sea. Los hombres han de trabajar y hacer planes, han de soñar y tener esperanza, y han de tratar de llevar a cabo cosas. Está bien que el gobierno intente gobernar y que los hombres de estado intenten llevar a cabo sus metas. Todos nosotros tenemos algo que hacer. Pero lo que nuestra edad trágicamente ha olvidado es que la única actividad que cambiará a alguien al final es lo que Dios hace, no lo que hace el hombre. Es ahí donde debemos de enfocar nuestros pensamientos. Y necesitamos ver lo que Dios está haciendo.
Uno de estos días, todos lo reconocemos y sabemos, aunque odiamos reconocerlo, todos los símbolos tan cacareados y orgullosos de nuestra civilización tal y como la conocemos hoy van a ser humillados, para derrumbarse y volverse polvo, para desvanecerse entre los escombros del tiempo. La gloria del hombre se disipará. Todo el conocimiento del cual estamos tan orgullosos hoy será olvidado en alguna tumba olvidada. La gloria del hombre se disipara. Todos los logros de nuestro día presente que nos han dado tanta satisfacción propia no serán nada sino oscuras referencias en alguna historia futura, si es que se mencionan. Y lo que permanecerá en ese día es la obra de Dios. Estos grandes hechos, revelados en esta carta, todavía serán tan brillantes y sin mancha en su realidad como lo son hoy. Rudyard Kipling escribió una vez sobre el imperio británico:
Extenso, nuestras armadas se derriten, sobre las dunas y promontorios se hunde el fuego.
He aquí, toda nuestra suntuosidad de ayer es una como la de Nínive y Tiro.
La grandeza de América se va a desvanecer, así como la de Rusia, así como la de todas las naciones de la tierra. Pero un día, cuando llegue ese día, las cosas que serán ciertas son estos grandes hechos. Por lo tanto, si queremos permanecer, si queremos levantar nuestros ojos por encima de las circunstancias lentas y débiles de nuestra propia experiencia presente a la grandeza de lo que Dios está haciendo, debemos de prestar atención a estos grandes pensamientos, planeados antes de la fundación del mundo, comenzados incluso antes de que hubiera una tierra, diseñados para revelar la grandeza de la gracia de Dios, Su compasión, Su amor tierno, Su habilidad de perdonar, Su poder para restaurar, disponibles a través de la única Persona que en todo el alcance de la historia es capaz de llevar a cabo lo que ningún otro hombre podía hacer, Jesucristo mismo, y resultando al final en la sanación de toda la división y el derrumbamiento de cada barrera. De esto es lo que se trata Efesios. Es una historia de cómo Dios está deshaciéndose de la división.
Somos tan conscientes de la división, ¿no es así? Estamos divididos en nuestros hogares, divididos en el trabajo, divididos en hermandades y campamentos y naciones, unos en contra de todos los demás, con todo el daño consecuente y herida y malicia y odio y prejuicio. Dios está obrando para remediar todo eso. Lo está sanando. Ya ha comenzado. Está derrumbando las barreras, quitando el odio y la enemistad, restaurando y uniendo.
Acuérdate lo que dijo Jesús: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30, Lucas 11:23). Puedes saber de parte de quién estás por el efecto que causa tu vida. ¿Estás recogiendo o desparramando? ¿Estás sanando o dañando? ¿Estás uniendo o dividiendo? ¿Cuál es la dirección de tu vida? Bueno, el gran movimiento de Dios en nuestras vidas, como individuos, y en la historia en general, es el sanar y hacer completo, el unir juntas todas las cosas en Cristo, el restaurar la armonía una vez más en Su universo.
Lo interesante de eso, de acuerdo a esta carta a los efesios, es que ya ha comenzado. Ha comenzado en nosotros. Nosotros somos los primeros en ponernos en camino. Nosotros, la iglesia, hemos sentido la fuerza de este gran movimiento de Dios. Lo hemos encontrado en nuestros hogares: las barreras están comenzando a derrumbarse ahí; las divisiones están siendo sanadas. La armonía está comenzando a surgir en nuestra vida de iglesia. Y cuanto más visiblemente sea evidente, tanto más el mundo verá a Dios obrando. Es de eso que se trata esta carta: cómo permitir que esta sanación fluya desde el gran Dios tras todas las cosas, por medio de Su Hijo Jesucristo, para tocar nuestras vidas individuales y sanarnos de todas las enfermedades y daños. No es de extrañar que este gran apóstol clamara: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.
¿Eres parte de este plan? ¿Eres parte de esta familia? ¿Te has unido a la familia de Dios por medio de Jesucristo, nuestro Señor? Si no, puedes volverte parte de ella ahora mismo. Puedes decir: “Señor Jesús, heme aquí. Respondo a Tu suplica. Entra en mi vida y hazme parte de Tu familia”. Y si ya eres parte de ella puedes estar agradecido a Dios.
Oración:
Una vez más, nuestro Padre, oramos para que deshagas de la penumbra de nuestra visión, la opacidad de nuestro entendimiento, y nos ayudes a comprender todos estos grandes temas que han cambiado la historia del mundo una y otra vez al haberlos tomado los hombres. Sálvanos de la locura de darlos por hecho o de no prestarles atención. Más bien, ayúdanos, Señor, tanto a jóvenes como a ancianos, a pensar profunda y seriamente sobre estas grandes declaraciones, a entender que esta es la forma en la que estás obrando, este es el rumbo de Tu movimiento a lo largo de la historia. Señor, ayúdanos por Tu gracia a regocijarnos, a tomar posesión de Tu provisión, y a ser instrumentos receptivos en Tu mano; lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.