Cuando el apóstol Pablo viajaba por el imperio romano, sabemos por las Escrituras que fue acusado frecuentemente de estar loco. La gente oía su testimonio sobre su notable experiencia en el camino de Damasco, veían su dedicación y su compromiso con una vida que lo alejaba de las comodidades, los placeres, etc., y decían que estaba loco. De hecho, un gobernador romano mencionado en el libro de los Hechos, Porcio Festo, un día le dijo en su cara: “¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te vuelven loco!” (Hechos 26:24). Pero al apóstol no parecía importarle. Quizá recordaba que los evangelios nos cuentan que hubo ocasiones en que la madre y los hermanos de Jesús llegaron para llevárselo a casa, "porque decían: Está fuera de sí” (Marcos 3:21b).
Parece ser que hoy día estamos generosamente provistos, especialmente en esta parte del país, de una amplia variedad de chiflados, tipos raros, excéntricos, de mirada acerada y agitando el dedo índice, dando discursos apasionados. De hecho, California se ha ganado la reputación de ser la capital mundial de los bichos raros. Todos ellos acuden en manada hacia aquí, especialmente en los meses de invierno. Como muchos de ellos afirman ser cristianos, surge la pregunta de si los primeros cristianos eran realmente de esa forma. ¿Tiene usted que ser un fanático para ser cristiano? Escuchemos la descripción del apóstol Pablo de su propia vida; se encuentra aquí, en el capítulo 6 de 2ª de Corintios, empezando con el versículo 3, y veamos lo que describe que era su vida dedicada:
No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero; en palabra de verdad, en poder de Dios y con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero llenos de vida; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo. (2 Corintios 6:3-10)
¿Es eso fanatismo? Si lo es, entonces me siento como el gran predicador inglés, Charles Spurgeon, quien, cuando le dijeron que la conversión de Pablo en el camino de Damasco fue causada, en realidad, por un ataque epiléptico, dijo: “Oh, ¡bendita epilepsia! ¡Ojalá que todos los hombres de Londres pudieran experimentar una epilepsia como esa!”. Así que, si esto es fanatismo, yo digo: “¡Que todos seamos fanáticos de esa forma!”. ¡Qué descripción tan magnífica de una vida honrando a Dios! Qué modelo tan maravilloso se nos pone por delante, para que podamos responder a la súplica de Pablo, que vimos la semana pasada: “no recibáis en vano la gracia de Dios” (2 Corintios 6:1b). Este es el aspecto que tendría el “ministerio de reconciliación” (2 Corintios 5:18), que describió en el pasaje de la semana pasada, cuando realmente es vivido a tope. Usted y yo puede que no estemos a la altura de una descripción como esta. Siento que yo no lo estoy. Pero, aunque no podemos igualar el grado en que el apóstol la vivía, todos estamos llamados a ser así, al menos de ese estilo.
Déjenme trocear este pasaje para ustedes en sus divisiones, para que puedan ver lo que quiero decir. Pablo comienza, en el versículo 3, mostrando lo cuidadoso que es ante los hombres. Eso es lo que va a necesitar el ministerio de reconciliación que Dios nos ha dado a ustedes y a mí. Luego, en los versículos 4 al 7, el apóstol nos muestra cómo su ministerio es aprobado por Dios. Finalmente, en los versos 8 al 10, en esta gran serie de paradojas, revela cómo su vida desconcierta y confunde al mundo, del mismo modo que la vida de ustedes y la mía está llamada a desconcertar y confundir al mundo en que vivimos, de manera que la gente, usando los parámetros normales de la vida, no sea capaz de tener una explicación acerca de nosotros. Volvamos ahora al versículo 3, donde Pablo nos muestra lo cauto que es su ministerio ante los hombres:
No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea desacreditado. (2 Corintios 6:3)
Es una cosa muy importante que seamos conscientes de lo que parecemos a los demás, que tengamos cuidado de no permitir que algo en nuestras vidas eche a alguien para atrás en lo que respecta a convertirse en cristiano. Pablo vivía continuamente con ese objetivo ante su vista, de modo que dice: “que nuestro ministerio no sea desacreditado”.
Pues, resulta que la gente sí que encontró descrédito en él, y mucho. Tal como nos enteramos en esta misma sección, fue acusado de ser un engañador, un fraude, un falso apóstol, lleno de ambición, orgullo y sarcasmo. Así que fue acusado de muchas cosas. Pero lo que él resalta aquí es que ninguna acusación prendió, porque tenía la conciencia tranquila. Él sabía en su corazón que eran acusaciones falsas, que él no había hecho nada, que no había dado a nadie ocasión de tropiezo, no fuera que eso les dificultara venir a Cristo. Esta es una cosa tremenda a notar del apóstol Pablo. Hay un pasaje en la primera carta a los tesalonicenses que es de algún modo similar:
Nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño. Al contrario, si hablamos es porque Dios nos aprobó y nos confió el evangelio. No procuramos agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones, porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia. Dios es testigo. Tampoco buscamos gloria de los hombres, ni de vosotros ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo. Antes bien, nos portamos con ternura entre vosotros, como cuida una madre con amor a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy queridos. (1 Tesalonicenses 2:3-8)
Cuando este gran apóstol viajaba de lugar en lugar, la primera cosa de la que se encargaba era de que no hubiera nada ofensivo en su vida que hiciera tropezar a alguien. Una de las cosas más tristes de nuestros días es la cantidad de prominentes líderes cristianos que se han permitido tener impedimentos repudiables en sus vidas que han arruinado su reputación como cristianos y les han apartado de su ministerio evangélico. Bien, vemos y oímos estas cosas de personas destacadas, pero tenemos que recordar que cada uno de nosotros está en la misma posición. La gente que sabe que somos cristianos nos está mirando todo el tiempo para ver cómo nos comportamos. Pablo vivía continuamente consciente de esto, de que estaba siendo examinado por los hombres, como si estuviera en un escenario y todo el mundo le estuviera observando. Por tanto, tiene mucho cuidado de que no se encuentre ninguna tacha en su ministerio. La segunda categoría aquí es su consciencia de ser aprobado por Dios:
Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia… (2 Corintios 6:4a)
La paciencia es la clave aquí. Si miramos la vida de Pablo vemos que Dios se complace y es glorificado por el hecho de que, no importa lo que le ocurra, él persevera. Él aguanta; eso es lo importante. Esta palabra literalmente significa “estar bajo presión”. Todos sentimos la presión, presión para rendirse aquí, para abandonar allá, presión para transigir con algo. Pero la marca de un cristiano que ha aprendido a caminar con Dios es que aguanta la presión; no cede. La frase “aguanta ahí”, expresa exactamente lo que este versículo significa. Simplemente aguanta ahí y no te rindas hasta que triunfes. Hubo ciertas presiones que Pablo sigue enumerando aquí en grupos de tres, las cuales encajan en tres categorías. Primera, había circunstancias difíciles:
... en tribulaciones, en necesidades, en angustias… (2 Corintios 6:4b)
Las tribulaciones son los problemas normales a los que nos enfrentamos. La palabra literal es “aflicción”. ¿Lo que le aflige a usted le hace infeliz y le irrita? Esa es la idea ¿Está usted afligido ahora mismo? ¿Está bajo alguna presión de circunstancias que no le gustan? De eso está hablando Pablo. Pueden ser problemas financieros, problemas con la familia política, desilusiones de alguna clase, riesgo de enfermedades físicas, lo que sea.
Luego, están las necesidades: cosas que no puede evitar, cosas que usted no buscó, pero de las que no puede escapar. ¿Tiene alguna de estas? Puede ser que alguien se haya puesto enfermo y usted es su único pariente vivo. Usted tiene la responsabilidad de ayudar, y no le gusta porque socava todos sus planes. Eso es una necesidad cargada sobre usted. Algunas veces algunos de los padecimientos físicos y discapacidades a los que se enfrenta son necesidades. No hay nada que pueda usted hacer al respecto; tiene que vivir con ellos.
Estuve leyendo esta semana acerca de Fanny Crosby, esa maravillosa escritora de muchos de nuestros himnos, quien vivió hasta los 95 años. Fue ciega toda su vida, pero tenía un muy alegre espíritu que se refleja en sus grandes himnos. Cuando tenía 8 años escribió:
Qué niña tan feliz soy,
aunque no puedo ver.
He decidido que en este mundo
contenta estaré.
Cuantas bendiciones disfruto
que otra gente no tiene.
Llorar y suspirar porque soy ciega,
ni puedo hacerlo ni lo haré.
Sobre su tumba en Bridgeport, Connecticut, hay una pequeña y sencilla lápida con el nombre “Tía Fanny”, y estas palabras:
Bendita seguridad, Jesús es mío.
¡Qué anticipo de gloria divina!
Eso es manejar las necesidades con un espíritu alegre, cosa que Pablo hizo. Luego él habla de angustias. La palabra es “estrecheces”, donde la vida parece que te aprieta y usted no puede ver ninguna salida. Pero en todo esto Pablo dice que aguanta, y así glorificaba a Dios. Él no se rindió; perseveró en ello; aguantó. No sólo había circunstancias difíciles, sino una oposición dura que encarar. Escuchen esto:
… en azotes, en cárceles, en tumultos… (2 Corintios 6:5a)
Un poco más adelante en esta misma carta (2 Corintios 11:23-27), nos cuenta que hasta ese momento hubo cinco ocasiones en las que fue azotado con 39 latigazos. Así que fueron 195 latigazos los que ya había padecido. Tres veces le apalearon con varas. Palos de al menos una pulgada o más de grosor cayeron sobre su espalda. Le apedrearon una vez en la ciudad de Listra, y fue dejado por muerto. Todo esto había aguantado ya, pero él persistió a pesar de eso. Yo me siento muy inadecuado cuando leo un relato como este. Creo que nada más que una buena sesión de latigazos me quitaría de en medio. Pero Pablo sufrió muchas.
Luego, están los encarcelamientos. Según Clemente de Roma, quien escribió sólo unos cuantos años después de la muerte de Pablo, Pablo estuvo en prisión en siete ocasiones diferentes en su vida, aunque nosotros sólo tenemos tres de ellas recogidas en las Escrituras. Eso es una cosa muy difícil de soportar por el espíritu de un hombre activo y vigoroso como este, encerrado y silenciado. Pero eso no le hizo abandonar; eso es lo importante. Él aguantó. Hubo tumultos y muchedumbres enfurecidas, cuenta Pablo. Hemos visto en televisión las masas enfurecidas alrededor de nuestra embajada en Teherán. No hay nada más terrorífico que sentir que estás a punto de ser asaltado por una muchedumbre. A mí no me ha atacado ninguna, pero he estado cerca algunas veces. Es estremecedor sentir que vas a ser atacado por una multitud arrolladora y que nadie puede ayudarte. Pablo se enfrentó a esas situaciones. Luego, había ciertos compromisos que ya había emprendido:
… en trabajos, en desvelos, en ayunos… (2 Corintios 6:5b)
Estas son cosas que él eligió para sí mismo. Su trabajo de predicación y de fabricación de tiendas por la noche, para poder alimentarse y alimentar a los que estaban con él, significaban, a menudo, largas noches en vela y la falta de muchas comidas, porque estaba intentando mantenerse activo y pagar los gastos con su trabajo. Él no tenía que hacer esto, sino eligió hacerlo, porque era parte de su profunda necesidad de compromiso de llevar las “buenas noticias” a todos los que le rodeaban. Así que, en estas tres categorías, circunstancias difíciles, dura oposición y duros compromisos, se enfrentó a unas situaciones de continua presión. Aun así, nunca se rindió. Esto supone un reto para nosotros en estos días tan cómodos nuestros. Encuentro a tantos que quieren abandonar, arrojar la toalla, rendirse cuando Dios les manda circunstancias difíciles. Pero Pablo no lo hizo. Eso es lo que era agradable a Dios y honraba a Dios en sus experiencias. Esto es lo que le hizo “aprobado” por Dios. No sólo encaró estas situaciones, sino que en medio de ellas había un estilo de carácter que él mostraba:
… en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero; en palabra de verdad, en poder de Dios… (2 Corintios 6:6-7a)
Hay aquí dos divisiones; cada una contiene cuatro partes. Las cuatro primeras son cualidades coherentes con la vida del apóstol. Primero, hay pureza. ¿No es impresionante que la ponga la primera? Sin embargo, es pertinente para nosotros, porque él vivió en días de inmoralidad generalizada, precisamente como los nuestros. Él tenía que viajar y vivir en medio de una gente entregada a la búsqueda de inmoralidades sexuales; a pesar de eso, él dice que tenía cuidado de que su mente y sus pensamientos fueran puros. Eso indica que no se permitía correr aventurillas cada vez que iba a una ciudad extraña él solo. Él nunca se dijo a sí mismo: “Ahora tengo la oportunidad de hacer alguna de las cosas que he estado deseando hacer, pero que temía que alguien descubriera”. No, dondequiera que iba estaba guardado y mantenido por la convicción de estar relacionado y poseído por el Santo. Por tanto, mantuvo su mente pura y sus pensamientos rectos, y condenó la tentación del mal en su vida.
La segunda cualidad es el conocimiento. Eso es muy importante. Lo que lo capacitaba, en cierto sentido, para ser puro era el hecho de que constantemente renovaba su mente, como pone en Romanos12. Su mente era renovada por el Espíritu Santo al recordarse a sí mismo el modo en que Dios ve la vida. En nuestro debate después del primer servicio esta mañana estuvimos discutiendo cómo conservarse puro y cómo encarar la vida como cristianos en estos días y tiempos. Llegamos a la conclusión de que la única respuesta es recordarse a uno mismo deliberadamente lo que la Palabra de Dios enseña sobre la vida. Usted tiene que renovar su mente cada mañana, de modo que se mire a sí mismo, la vida y a los que le rodean tal como Dios los ve. Es un esfuerzo deliberado no dejarse llevar como el mundo hace, reflejando las actitudes de los que están alrededor, sino deliberadamente escoger pensar rectamente sobre la vida.
Luego, viene la tolerancia. Eso simplemente significa paciencia de larga duración, pero particularmente paciencia con otras personas. Siempre es interesante ver cómo nos altera la gente, lo difícil que es seguir aguantándoles, perdonándoles e ignorando sus costumbres irritantes. Frecuentemente pienso en esa observación de Mel Trotter, el gran evangelista, quien solía decir: “Hay un montón de gente que conozco que son cristianos maravillosos. Sé que van a ir al cielo algún día, y, ¡cómo me gustaría que se dieran prisa!”. ¿Conoce usted a gente así? Pues hay algunos así. Pablo tuvo que afrontar eso también y tuvo que aprender a ser paciente con ellos. Todos queremos ser pacientes, ¿verdad? Pero queremos que se nos conceda ahora mismo, y eso es lo difícil.
Luego, está la bondad. Eso significa consideración, cortesía, cariño en nuestras palabras y en nuestro tono de voz, no frialdad ni sarcasmo afilado y cortante. Estas cuatro cosas caracterizaban al apóstol: pureza, conocimiento, paciencia y bondad. Esas son las cualidades que él se esforzó en manifestar en su vida. Ahora bien, en las siguientes cuatro, profundiza más, mostrando los recursos en los que se apoyaba para ser así. El primero en la lista es el Espíritu Santo. Cuando usted se convirtió en cristiano, Dios le dio el Espíritu Santo, para que viva en usted, y él vino a quedarse con usted. En Juan 14, se nos dice que cuando el Espíritu de verdad viene, Él estará “con vosotros para siempre” (Juan 14:16b). Él nunca le dejará ni le abandonará. Él es su constante compañero a lo largo de la vida, para ser su ayudador, su fortalecedor, su consolador, su guía. En esto se apoyaba Pablo más que en ninguna otra cosa. Usted no puede manifestar continuamente esta clase de carácter a menos que esté descansando sobre esa clase de recurso. Por eso es por lo que miraba al Espíritu Santo, y por eso lo pone el primero.
Ligado a eso está el amor genuino. Estoy seguro de que esto es una referencia a lo que vimos en un pasaje anterior, donde Pablo dice: “El amor de Cristo nos constriñe” (2 Corintios 5:14a). Esto es la consciencia de que Jesús estaba con él también como Señor de señores y Rey de reyes, como “el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (Apocalipsis 3:7b), como el que fue el compañero de los discípulos a través de todos los problemas y pruebas de sus años con Él. Él está con nosotros también. Eso es lo importante. Si usted lee la crónica de los grandes santos, ellos siempre dan testimonio del hecho de que la cosa que los sostuvo firmes y los guardó cuando estaban bajo presión fue el continuo sentimiento de estar en compañía del Señor Jesús y del amor de Cristo por ellos. Esto es lo que les hizo capaces de reflejar ese mismo amor con los demás.
El tercer recurso, lo que aquí se traduce como “palabra de verdad”, es el modo en que Dios ve la vida. Yo no sé cómo pueden ustedes vivir sin leer la Biblia. Ella nos cuenta cómo es el mundo en realidad, las presiones que soporta y a lo que se enfrenta bajo las presiones, peligros y alegrías que le rodean. En eso es en lo que Pablo pasó gran parte de su tiempo.
Finalmente, el poder de Dios. Eso es su confianza en que, incluso en las cosas simples que él hacía, Dios estaba obrando. Dios haría que tuviesen impacto mucho más allá de lo que normalmente se podría esperar. Este es siempre el secreto de una vida estimada por Dios. Tiene un impacto con tremendo poder para cambiar a la gente, un poder que viene de Dios obrando en nosotros, poder de resurrección llegando más allá de cualquier cosa que podamos prever. La tercera área de su aprobación ante Dios es el conflicto que afronta:
... con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama... (2 Corintios 6:7b-8a)
En el capítulo 10, habla de estas armas de justicia, diciendo que no son programas ni planes humanos normales. Él encaró, tal como nosotros debemos encarar, algunas de las injusticias sociales de nuestros días: el conflicto racial, la erosión de la moralidad, la ruptura de los hogares, el incremento de la delincuencia, el terrible peligro de la guerra internacional.
¿Qué hace usted respecto a estas cosas? Pablo dice que él venía a ellas “con armas de justicia a diestra y a siniestra”. Hay algún desacuerdo sobre lo que esto significa. Yo, personalmente, pienso que se refiere a la vida pública, representada por la mano derecha, y a la vida privada, simbolizada por la mano izquierda. Algunos lo entienden como armas ofensivas a la derecha y armas defensivas a la izquierda. Pero sea lo que sea lo que signifique, indica que él era consciente de que estaba en un agudo combate espiritual; y él no empleaba tácticas de presión normales y correcciones legislativas, etc., aunque estas tengan su lugar. Él usaba la oración, la fe, el amor y el comportamiento justo como las armas con las que atacaba a los problemas que le rodeaban. Y lo hacía en honra o en deshonra, es decir, tanto si era popular como si no.
He estado leyendo un nuevo libro sobre la vida de Billy Graham, escrito no por un creyente, sino por un incrédulo. El escritor es muy hábil y capaz. Es una delicia leer cómo describe las cosas, pero hay una cosa que queda muy clara: aunque tiene un gran respeto por Billy Graham como persona, y aunque aprecia que haya llegado a ser una celebridad mundial, no obstante, tiene muy poco bueno que decir sobre su mensaje o lo que hace. La impresión que da el libro es que Billy Graham ha estado, de alguna manera, haciendo el ridículo, predicando un mensaje que en realidad engaña a la gente y les somete a manipulaciones sicológicas.
Es interesante ver que Billy Graham es ahora el blanco de esta clase de ataques. Hubo un tiempo en que era extensamente aclamado en todo el mundo; apenas había voces que se alzaran contra él, pero ahora está empezando a ser atacado más y más. Pablo era así. Tanto si era popular como si no lo era, decía que no había diferencia; tanto en honor como en deshonor, o tanto si tenía mala fama como si la tenía buena. “Honor” es lo que la gente te dice a la cara; “reputación” es lo que dicen a tus espaldas. Pero Pablo dice que no hay ninguna diferencia. En todo esto dice que su vida agrada a Dios porque la vive por fe. Él no contaba consigo mismo; no estaba intentando hacer una gran exhibición ante los demás; no tenía ambiciones personales. Era Dios obrando en él. Entonces él concluye con esta maravillosa serie de contrastes. Ni siquiera necesito comentarlos; son evidentes por sí mismos:
… como engañadores… (2 Corintios 6:8b)
Algunos lo estaban llamando falso apóstol porque no era uno de los doce.
… pero veraces; como desconocidos… (2 Corintios 6:8c-9a)
Hubo un tiempo en que todo el mundo oía hablar de Saulo de Tarso. Él era un prometedor joven fariseo que se estaba haciendo un nombre. Pero todo eso ha desaparecido ahora. Nadie oye alguna vez hablar de Pablo el apóstol. No hay cámaras de televisión siguiéndole a todas partes; ni los periodistas recogen sus declaraciones. Es un desconocido, pero se le conoce en el cielo; es conocido en todo el universo.
… pero bien conocidos; como moribundos, pero llenos de vida... (2 Corintios 6:9b)
Cuantas veces la gente ha debido de correr la voz: “Bueno, el pobre Pablo ha muerto. Lo mataron por ahí por Listra”. Pero, para asombro de todos, él aparece de nuevo. Sigue regresando; sigue apareciendo en escena, a pesar de todos los peligros y pruebas a las que se enfrentó.
... como castigados, pero no muertos... (2 Corintios 6:9c)
Esta es una referencia a los castigos de Dios sobre él. Hubo tiempos en que, como padre amoroso, Dios castigó al apóstol, tal como nos castiga a nosotros. Pero, Pablo dice: “Él no me aniquila. Él me ama. Aunque soy castigado, no soy eliminado”.
... como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo. (2 Corintios 6:10)
¡Qué vida tan magnífica! Sé que ustedes sienten como yo que no hay mucho con qué poder compararnos a este respecto. Pero lo que glorifica a Dios es que, sea lo que sea lo que nos oprima, no importa lo duro que pueda ser, es el aguantar confiando en que Dios nos sostiene lo que gana la corona y lo que gana el premio. Todos estamos en esa carrera. Quiero concluir con estas palabras de A.W. Tozer, ese viejo y recio profeta de Chicago. Dice así:
Un cristiano auténtico es ciertamente alguien peculiar. Él siente un amor supremo por alguien a quien nunca ha visto; habla con familiaridad todos los días a alguien a quien no puede ver; espera ir al cielo por la virtud de otro; se vacía a sí mismo para poder estar lleno; admite que está equivocado para poder ser declarado justo; se rebaja para subir; es el más fuerte cuando es el más débil; el más rico cuando es el más pobre; y el más feliz cuando peor se siente. Muere para poder vivir; lo deja todo para poder tener; entrega para poder retener; ve lo invisible, oye lo inaudible, y sabe aquello que sobrepasa el conocimiento. El hombre que ha encontrado a Dios no está buscando nada; ya lo ha encontrado. No está buscando la luz, pues sobre él ya ha brillado la luz. Su certidumbre puede parecer fanática, pero su seguridad es la de quien sabe por experiencia que su religión no es un cuento. Él no es una copia ni un duplicado. Él es un original salido de las manos del Espíritu Santo.
Esa es la vida que vence, el “ministerio de reconciliación” en acción. Que Dios nos conceda que veamos que estamos llamados a ser así en este día y hora. No hay un apóstol Pablo en el siglo XX. Lo que hay somos usted y yo, y nuestras vidas vividas durante estos tiempos, pero nuestro testimonio ha de ser el mismo ante un mundo perdido.
Oración:
Gracias, Padre celestial, por el testimonio de esta crónica del gran apóstol viviendo bajo las presiones y las calamidades de su propio tiempo. Concédenos a nosotros, que vivimos en tiempos similares y bajo presiones similares, que podamos ver que glorificamos a Dios, no en las exhibiciones grandiosas, espectaculares e impactantes de sabiduría o poder sobrenatural, sino en la rendición diaria y constante de nuestras vidas en el hogar, en el círculo familiar, entre nuestros amigos, manifestando un carácter de pureza, conocimiento, paciencia y bondad. Te damos gracias, Señor, y te pedimos que nos hagas así por el poder del Espíritu Santo, en el nombre de Jesús. Amén.