Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos y por todos y en todos.
Efesios 4:4-6
En estos siete elementos se encuentra la naturaleza de la auténtica unidad cristiana. No es una unión que ha de fabricarse con nuestro esfuerzo, sino una unidad que ya existe, creada en nosotros y a través de nosotros por el Espíritu de Dios. Estas siete facetas de la unidad no son artículos de acuerdo teológico. Nunca deberían ser incluidas en un credo, como si estar de acuerdo con ellas fuera lo que avala a alguien como cristiano. No, es al revés: convertirse en cristiano es lo que, en última instancia, propicia el acuerdo con estos puntos. Son áreas no sólo de doctrina, sino también de experiencia mutua. Son verdades experienciales que se graban en nosotros, no verdades que tenemos que captar.
Los siete elementos de nuestra unidad no son discutibles. Si alguien no está de acuerdo con ellos, simplemente está manifestando el hecho de que todavía no es cristiano. Cuando se convierta en cristiano los experimentará y por lo tanto entenderá estas cosas. Puede que no sea capaz de expresarlos claramente, pero los reconocerá cuando se los describan. Por tanto, la manera de crear unidad es simplemente llevar a los hombres y mujeres a Cristo. La unidad del Espíritu se producirá en ellos por el Espíritu. Es imposible lograr cualquier unión significativa aparte de esta unidad que es producida sólo por el Espíritu.
Poniéndolo de otra forma, hay dos clases de unidad: una unidad externa sin acuerdo interno y una unidad interna, que ocasionalmente manifiesta un desacuerdo externo.
La primera se llama unión.
La naturaleza misma de aquellos que buscan la unión externa, en lugar de la verdadera unidad interna, es el intento de imponer la unión a base de control y dirección.
Estos son los jefes de la iglesia
que tienen que estar en lo alto de la pirámide, imponiendo su visión de cómo su unión cristiana
debería funcionar desde arriba hacia abajo.
Su poder se mide por el éxito que tienen en hacer que el conglomerado les siga.
Recuerdo bien la primera vez que me encontré con la segunda clase de unidad, la verdadera, la creada por el Espíritu, la clase interna de unidad. De muchacho, yo tenía dos amigos que eran hermanos, con sólo un año de diferencia de edad. Un día estábamos fuera jugando, y estos hermanos comenzaron a pelearse. Pensé que uno estaba siendo un poco sarcástico e injusto, así que interferí a favor del más indefenso. Para mi asombro, éste no agradeció mi ayuda. ¡De hecho, se volvió contra mí! ¡Y luego su hermano se unió a él, y ambos saltaron sobre mí!
Descubrí que yo había hecho un juicio muy superficial. Creí que las diferencias que estaban aireando representaban un desacuerdo sustancial entre ellos, pero ¡estaba equivocado! Bajo el desacuerdo había una unidad fundamental: su hermandad. En el momento en que ataqué a uno de ellos, esa unidad se manifestó por sí misma, y cerraron filas contra el intruso: ¡yo! Este incidente ilustra la unidad de la iglesia, una unidad interna con un desacuerdo externo ocasional.
Señor, gracias por la unidad fundamental que tenemos como hermanos y hermanas en Cristo. Estoy agradecido porque no se basa en el comportamiento, sino que es creada por el Espíritu.
Aplicación a la vida
¿He basado mis ideas sobre la unidad de la iglesia en comportamientos uniformes o en la unidad del Espíritu dada a la iglesia?