Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.
Santiago 5:16
Confesar las faltas significa admitir debilidades y reconocer fallos en nuestras vidas cristianas. Frecuentemente es difícil persuadir a los cristianos de que hagan esto, a pesar del claro consejo de la Palabra de Dios. Va a contracorriente mostrar una imagen de uno mismo que sea cualquier cosa menos perfecta. Muchos cristianos temen ser rechazados por los demás si admiten alguna falta. Pero nada podría ser más destructivo para una hermandad auténticamente cristiana y para la vida del cuerpo que fingir que no se tiene ningún problema.
Muchas familias cristianas están sufriendo conflictos, enfermedades, comportamientos disfuncionales, adicciones, dolor, problemas de trabajo y cosas similares; sin embargo, esas mismas familias proyectan una idílica imagen de cálida y mullida perfección cristiana.
Para empeorar las cosas, esta trágica conspiración de silencio se considera que es lo más cristiano
y la hipocresía que presenta al mundo exterior se considera una parte necesaria del testimonio
de una familia.
Cuán útil y saludable sería que nuestras familias cristianas —y nuestra familia colectiva de la iglesia— confesaran sinceramente el dolor y los problemas que existen, para que la recuperación pueda tener lugar.
Esta clase de sinceridad podría también ser útil y saludable para las familias.
La gente necesita oír que otros cristianos digan: Realmente admiro tu sinceridad al compartir este problema y tu valentía al dar este paso hacia la sanación
.
Necesitan que sus asuntos y problemas se reflejen en otros creyentes, de modo que ellos puedan ver sus propios problemas más claramente.
Necesitan recibir el consuelo y las oraciones de otros creyentes, para que el poder de Dios pueda ser liberado en medio de ellos.
Siempre que han ocurrido despertares espirituales en la historia cristiana, han sido siempre acompañados de una recuperación de la hermandad-koinonía, incluyendo la confesión de las faltas.
Durante el avivamiento wesleyano en el siglo dieciocho en Inglaterra, el gran evangelista George Whitefield escribió a sus conversos: Hermanos míos,… contémonos llana y libremente unos a otros lo que Dios ha hecho por nuestras almas.
Con este fin, haríais bien en formar pequeños grupos de cuatro o cinco, como han hecho otros, y reuniros una vez a la semana para contaros unos a otros lo que hay en vuestros corazones; para que podáis entonces orar y consolaros unos a otros, según se necesite.
Nadie sino los que lo han experimentado pueden decir las inexpresables ventajas de tal unión y comunión de almas
.
Padre, necesitamos sinceridad en nuestras familias y en nuestras iglesias. Danos el valor de ser sinceros, para que podamos consolarnos y orar unos por otros.
Aplicación a la vida
¿Soy sincero en mis interacciones con mi familia de la iglesia? ¿Estoy dispuesto a compartir mis cargas y a ayudar a llevar las suyas?