Jehová le dijo:
Ve, vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco. Llegarás y ungirás a Hazael como rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi lo ungirás como rey de Israel, y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, lo ungirás como profeta para que ocupe tu lugar. Al que escape de la espada de Hazael, Jehú lo matará, y al que escape de la espada de Jehú, Eliseo lo matará. Pero haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal…1 Reyes 19:15-18a
Mientras Elías desesperaba del futuro, Dios lo estaba planeando.
Había surgido un nuevo azote en Siria para castigar a Israel.
Había un nuevo rey de Israel para purificar la tierra.
Iba a haber un nuevo profeta para proclamar la Palabra de Dios con más poder del que tuvo Elías, con el doble del espíritu de Elías reposando sobre él, además de 7.000 hombres por todo el territorio que eran fieles a Dios y cuyas rodillas no se doblaron ante Baal.
Elías estaba diciendo: Yo… sólo quedo yo
.
Qué poco sabía de los recursos de Dios.
Y qué poco contamos nosotros con el poder de Dios cuando pensamos que las circunstancias de nuestra época, o las de nuestra vida, son más de lo que Él puede manejar.
Dios se mueve con un propósito inquebrantable, a lo largo de la historia, en cuanto a las naciones y en cuanto a los individuos.
La cura definitiva para el desaliento es contar con Su suficiencia, tanto si la vemos como si no.
Ésa es la gran lección que hay aquí.
Hace algunos años, leí sobre un viejo indio navajo que era muy rico.
Había ganado un montón de dinero por el descubrimiento de petróleo en su propiedad, pero lo guardaba todo en el banco de la ciudad.
Cada dos por tres, salía de su rancho e iba al banco, y se dirigía al presidente del banco y le decía:
No haber lluvia, ríos secos, todo sin hierba, ovejas todas muertas
.
El banquero sabía exactamente lo que tenía que hacer.
Iba a la cámara acorazada y sacaba grandes pilas de dólares de plata y las amontonaba sobre la mesa e invitaba al viejo a sentarse y mirarlas, y decía: Éste es su dinero
.
Y el viejo navajo iba y se sentaba frente a ese dinero y lo miraba y lo tocaba y lo contaba y palpaba.
Después de un rato, se levantaba y salía donde el banquero y decía: Ahora llueve, hierba de sobra, agua de sobra, ovejas todas bien
.
Y se iba de vuelta al rancho.
Pues bien, ese viejo indio estaba bastante equivocado en cuanto a su dependencia de aquel dinero como su último recurso —se podría haber esfumado tan rápido como la hierba—, pero una cosa que había aprendido era que la cura para un espíritu alicaído es recontar sus recursos.
Ésta es la gran lección de Elías, que cuando llegamos a un punto en que las cosas parecen que van mal y que nada está ocurriendo —esos tiempos que imponen grandes pruebas sobre nuestro espíritu— cuando las cosas parecen ir bastante en contra de lo que esperamos, hemos de apartar los ojos de la situación y alzarlos al Salvador y contar con Sus recursos, recordando este relato de Elías: que Dios cumple Sus propósitos y no puede ser detenido.
Padre, qué buen recordatorio es esto para mi débil fe, descansar en Ti. Enséñame a mirarte a Ti y contar con Tu fidelidad en tiempos en que parece que nada está ocurriendo.
Aplicación a la vida
¿Necesita apartar sus ojos de sus temibles circunstancias y mirar hacia los recursos de Dios? ¡Él es fiel y cuidará de usted!