Al acordarme de tus lágrimas, siento deseo de verte, para llenarme de gozo.
2 Timoteo 1:4
Yo no sé cuándo lloró Timoteo con Pablo. Muchos sugieren, y pienso que esto tiene mérito, que es posible que esto sucediese cuando Pablo fue nuevamente arrestado, separado de la compañía de Timoteo y llevado a rastras a su último encarcelamiento en Roma. No estamos seguros de dónde sucedió esto. Personalmente creo que posiblemente tuviese lugar en la ciudad de Troas. Pablo no tuvo ni siquiera tiempo de regresar para recoger sus pertenencias. De repente, en medio de un terrible estallido de persecución contra los cristianos, un grupo de soldados romanos le agarraron y, sin explicación alguna, le llevaron prisionero a rastras. Mirando atrás, Pablo vio el rostro angustiado de Timoteo y se fijó en las lágrimas que caían por el rostro de este hombre joven que contemplaba al que había sido su amado padre en la fe llevado a la cárcel a rastras. Pablo dice: “No puedo olvidarme de esto. Cada vez que pienso en ti, Timoteo, veo las lágrimas cayendo por tu rostro y me hace orar por ti”.
Hace muchos años enseñé una clase de escuela dominical en una escuela secundaria en Chicago. En aquel entonces tenía veintiún años de edad, y aquellos muchachos, que eran adolescentes, no eran mucho más jóvenes de lo que lo era yo. Entre ellos había dos muchachos con los que me sentía especialmente cercano, porque había pasado mucho tiempo con ellos. Habíamos estudiado juntos la Palabra; habíamos hecho juntos varias cosas divertidas. Yo les quería, y ellos me querían a mí. Pero llegó un momento en el que tuve que marcharme de Chicago y regresar para vivir en Denver. Ése fue uno de esos momentos en los que supe que nunca más volvería a ver de nuevo a mis amigos. Ellos vinieron conmigo a la estación de ferrocarril, y al despedirnos, recuerdo muy bien que les caían las lágrimas por el rostro. Durante muchos años, al pensar en este suceso, me sentí movido a orar por estos dos muchachos, porque me acordaba de sus lágrimas de amor cuando nos despedimos.
Es acerca de esto de lo que escribe el apóstol. ¿Hay alguien en quien está usted pensando, una persona cariñosa a la que tuvo usted que dejar, cuyas lágrimas recuerda usted? ¿Le recuerda a usted, como Pablo se acordaba de Timoteo, para orar por esa persona? Al igual que Pablo, recuerde usted constantemente a esa persona en sus oraciones cuando recuerde sus lágrimas de amor.
Te doy gracias, Señor, por las profundas amistades que Tú me das. Oro por aquellos que han invertido en mí, para que Tú les estimules hoy.
Aplicación a la vida
Los dones de las amistades profundas y cariñosas crean recuerdos que apreciamos. Al pensar en nuestros queridos amigos, ¿estamos orando fielmente por ellos?