En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas, para que por mí fuera cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyeran. Así fui librado de la boca del león.
2 Timoteo 4:16-17
Aquí tenemos una nota bastante triste. Cuando llevaron al apóstol ante su audiencia, nadie le defendió. Éste fue un tiempo muy peligroso en Roma. El Emperador Nerón era conocido por su carácter vengativo. Si daba ni siquiera la impresión de que alguien pudiese estar en contra suya, los asesinos de Nerón se encontraban por toda la ciudad, dispuestos a matar a la persona. Evidentemente ningún cristiano estaba dispuesto a arriesgar su vida defendiendo a Pablo, de modo que tuvo que enfrentarse con esta primera audiencia completamente solo. Pero fíjese usted de nuevo en la falta de espíritu de venganza de Pablo. “No les sea tomado en cuenta”, dice. De hecho, el hecho de que nadie saliese en defensa del apóstol pudo haber dado lugar a su ejecución. Pero eso no sucedió, porque, como dice Pablo: “el Señor estuvo a mi lado”. Él es el único con el que puede usted contar siempre. Hebreos 13:5 nos dice que Dios ha prometido: “No te desampararé [nunca, nunca, nunca, de ninguna manera; aquí aparecen seis términos negativos griegos] ni te dejaré”. La respuesta del escritor es: “No temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:6). Ésta es también la experiencia de Pablo. La presencia de Jesús con él logró dos cosas.
Primero, le dio las fuerzas para proclamar el mensaje. Cuánto me hubiese gustado que todos hubiésemos presenciado esta escena en la que el valiente apóstol cuenta la historia de su propia conversión. Pablo está haciendo lo que le había dicho a Timoteo que hiciese, en esta misma epístola: “Que prediques la palabra y que instes a tiempo y fuera de tiempo. Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2). El Señor le dio las fuerzas para que hiciese eso.
Segundo, Pablo dice: “Así fui librado de la boca del león”. Algunos han interpretado que esto significaba que Pablo temía que iba a ser echado a los leones en el coliseo romano. Sin embargo, el problema con esto es que el coliseo no se construía hasta tres o cuatro años después. Además, por el hecho de que Pablo era un ciudadano romano, según la ley no podía ser ejecutado echándole a los leones. Se enfrentaba con la muerte por decapitación.
El “león” aquí es muy posible que fuese una referencia a Satanás, el malévolo maquinador tras todas las falsas acusaciones que se hicieron contra Pablo, el que había debilitado el valor de los cristianos, de manera que no se atreviesen a ponerse de parte del apóstol. Todo esto formaba parte de las estratagemas de Satanás por lograr la muerte de Pablo o al menos destruir su testimonio. La advertencia de Pedro: “vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8b), sigue siendo verdad en la actualidad. Muchos de los problemas y dificultades inexplicables que de repente complican todas las cosas que intentamos hacer por el Señor son sólo parte de las actividades del león que está intentando devorar nuestra fe, destruirnos y debilitar nuestro testimonio para Cristo.
Pero Pablo fue librado de la boca del león. En este precioso versículo, expresa su sentimiento de que se encuentra a salvo en las manos del Señor.
Señor, te doy gracias porque, incluso si alguien me abandona, Tú estarás conmigo y a mi lado.
Aplicación a la vida
¿Están nuestra fe y nuestro testimonio limitados por depender de otros? ¿Dónde está la fuente real, que nunca falla, del poder del que podemos disponer para confianza y protección?