El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo una fiesta de bodas a su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron asistir.
Mateo 22:2-3
Ésta es claramente la predicción de nuestro Señor de que el mensaje del evangelio, con su invitación a adorar al Hijo, va a extenderse a todo el mundo. Todo el mundo está invitado. No hay ninguna diferencia en si tienen una reputación respetable o tienen mala reputación a los ojos de la sociedad. No importa quienes sean, están invitados. Sabemos que la historia ha confirmado que este patrón se ha seguido exactamente. El evangelio ha salido por todo el mundo y, a lo largo de los siglos, muchos han acudido como respuesta.
Pero eso es entender la parábola sólo en su superficie. Nos perderíamos una gran parte si eso fuera todo lo que viéramos, porque tiene un significado más profundo. Fíjese en que esta ocasión es una fiesta de bodas. Estas fiestas son ocasiones gozosas marcadas por la alegría, la música y las risas. De hecho, algunas veces la gente se pone tan exaltada que es difícil mantenerlos lejos de los problemas. Por eso es por lo que a menudo se puede encontrar una novia y un novio marchándose en un coche que da pena verlo, arrastrando latas y zapatos viejos tras él. Es una expresión de la alegría de la ocasión.
Es importante que entendamos que ésta es la manera en que nuestro Señor caracteriza la invitación de Dios, el evangelio. No es una invitación a un funeral, aunque alguna gente actúa como si convertirse en cristiano fuera equivalente a ser embalsamado. Es una invitación a la alegría. Una invitación a la vida. Nunca entenderemos el evangelio a menos que lo entendamos de esa manera. Dios está invitando a la gente a cobrar vida, a descubrir qué es lo que hace a la vida excitante, interesante, maravillosa.
Note también la naturaleza de esta llamada.
Es una invitación.
No es una llamada del centro de reclutamiento a presentarse al deber; es una invitación que reconoce el derecho de los invitados a rechazarla, si así lo desean.
No hay coerción ni obligación.
Cuando Dios nos ofrece este regalo maravilloso de vida en Jesucristo, no nos amenaza.
No intenta coaccionarnos ni obligarnos a venir; lo ofrece como una invitación que somos libres de aceptar, o rechazar, si queremos.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar
(Mateo 11:28).
Venid si queréis vivir de verdad
; ésa es la naturaleza de la invitación.
Padre, gracias por la invitación a una vida que está llena de gozo y entusiasmo. Que esto mueva mi corazón a experimentar nuevamente lo que significa ser liberado del peso de mis pecados, ser obsequiado con el don de la vida en Jesús, y caminar diariamente con Él.
Aplicación a la vida
¿He respondido a la invitación del evangelio? ¿Lo veo como una invitación a la vida y la alegría, o como una invitación a un funeral?