¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice:
Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje y no tengo qué ofrecerle; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice:No me molestes; la puerta ya está cerrada y mis niños están conmigo en cama. No puedo levantarme y dártelos?Lucas 11:5-7
Esta historia surge de la petición de uno de los discípulos de nuestro Señor que lo observó orar y le dijo:
Señor, enséñanos a orar
(Lucas 11:1b).
La relación de esta historia con la oración es muy evidente: la verdadera oración nunca sucede aparte de un sentimiento de necesidad.
El primer punto en la historia que Jesús cuenta es la existencia de una urgente y opresiva necesidad.
Un amigo llega a medianoche, anunciando que otro amigo ha llegado inesperadamente, y no tiene comida para él.
A menudo, las necesidades de los otros nos parecen más apremiantes que nuestras propias necesidades.
Sospecho que este hombre nunca hubiera ido en mitad de la noche a la casa de su amigo, a pedir que le preste pan para satisfacer su propia necesidad.
Pero cuando un amigo llega de viaje, hay una profunda sensación de necesidad, y está dispuesto a ir a su vecino incluso después de que se haya ido a dormir.
En tales momentos de profunda necesidad es cuando nace la oración.
Nuestro Señor comienza con ese tono; entonces, inmediatamente aparece una nota de profunda y absoluta certeza:
Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite
(Lucas 11:8). Por tanto, debido a tu descarada audacia, con seguridad se levantará y te dará tanto como necesites.
Luego añade: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá
(Lucas 11:9-10).
Eso es una declaración impresionante. Algunos interpretan esto como si el Señor dijera que debemos asediar a Dios con nuestras oraciones; que sólo podemos conseguir algo de Dios a través de persistentes oraciones, acosándolo, sitiando el trono de la gracia, hasta que nos dé y conceda nuestra petición. Pero aquí, Jesús está enseñando exactamente lo contrario, Simplemente está utilizando un contraste vívido para poner delante de nosotros la verdad que quiere. Sigue diciendo, con toda certeza, que Dios no es como ese somnoliento y renuente vecino, que no quiere levantarse de la cama.
Algunas veces pensamos que lo que falla en nuestra oración es que no hemos sido suficientemente persistentes.
Decimos: Si hubiera orado más, más cosas hubieran ocurrido
;
estamos obsesionados con esta idea de que Dios se resiste y hay que engatusarlo para que nos dé.
Jesús dice que ése no es el caso.
El único posible significado de los versos 9 y 10 es que Dios da de buena gana, gratuitamente, sin falta, a todo hijo que viene a Él.
Sigue diciendo que Él no nos tienta dándonos falsas esperanzas en la oración:
¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente?
¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
(Lucas 11:11-12).
Dios no hace eso.
Ustedes, como padres terrenales, no darían de esa manera, ni tampoco lo hace Dios.
Señor, Tus palabras llegan a mi corazón con un significado nuevo y vital. Veo que hay cosas que necesito pedir, y sé que en cada caso, sin excepción, Tu Palabra es segura y Tu respuesta cierta. Amén.
Aplicación a la vida
¿Soy constante en la oración, no porque Dios sea reacio a dar una respuesta, sino porque es muy consciente de mi necesidad y está muy dispuesto a contestar?