Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra del Reino y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Éste es el que fue sembrado junto al camino.
Mateo 13:18-19
El punto esencial de la parábola es el estado de las tierras en las que cae la semilla. Hay varias clases de tierra sobre las que la Palabra de Dios puede caer. La tierra es el corazón humano. Dondequiera que la Palabra sea sembrada, normalmente se pueden encontrar cuatro clases de tierra, cuatro condiciones del corazón humano a las cuales esta Palabra se dirige. En cualquier congregación, hay representantes de cada una de estas cuatro clases de tierra.
El problema de este primer caso es que el corazón de los individuos es duro y estrecho como una vereda hecha por el paso de los que caminan a través del campo. Una vereda se endurece por el tránsito de las pisadas humanas al cruzar el campo. El problema es que se ha endurecido; la palabra viene, pero no la entienden. La idea no es que ellos no la pueden entender; es que ni lo intentan. No se toman su tiempo en entenderla. ¿Qué clase de corazón es éste? Se le podría llamar el corazón materialista, el que no quiere molestarse en pensar en nada más allá de lo que se puede ver, oír, oler, tocar y saborear.
Éste es un hombre inducido por la palabra del reino a meditar momentáneamente.
Por el momento algo le ha provocado para que piense en Dios.
Por un momento se dice: Quizá haya algo en esto que merece la pena
.
Ha recibido una impresión pasajera, que requiere más reflexión y autoevaluación, pero él no quiere molestarse.
Así que no le hace caso.
Inmediatamente, el enemigo viene y le arrebata ese pensamiento de su corazón, y no regresa nunca más.
Así que él continúa sin inmutarse, pensando que el mundo sigue siendo de la manera que él lo concibe.
En el libro Cartas del diablo a su sobrino, C.S. Lewis describe a un hombre que va al museo británico y se sienta a leer un libro que hay allí.
Algo que lee le inspira un pensamiento sobre Dios, y eso le induce a pensar en Él.
Por un momento parece que realmente reflexionará sobre esta idea.
Pero Escrutopo (el diablo) lo distrae con el pensamiento de que es la hora de almorzar y que él estará en mejor forma para acometer este importante asunto después de haber comido.
Escrutopo sigue diciendo: Una vez que estuvo en la calle, la batalla estaba ganada.
Le mostré un chico de los periódicos voceando el periódico de mediodía, y un autobús número
73 pasando, y antes de que alcanzara el final de la escalera, ya había puesto en su interior una inalterable convicción de que, cualesquiera que fuesen las ideas que pudieran llegar a la mente de un hombre cuando se encierra a solas con sus libros, una sana dosis de ‘vida real’ (con lo cual se refiere al autobús y al chico de los periódicos) era suficiente para demostrarle que ‘toda esa clase de cosas’ simplemente no podían ser ciertas
.
De esta clase de tierra es de la que habla Jesús. El diablo le hace un lavado de cerebro. Le arrebata el pensamiento, y nunca más vuelve otra vez. Muchos son así, acomodados en un mundo limitado al norte por su trabajo, al sur por su familia, al este por los impuestos y al oeste por la muerte. En eso consiste toda su vida. Cuando la palabra del reino cae sobre esa clase de corazón, causa una impresión momentánea. Pero es inmediatamente descartada como extraña, al despertar la posibilidad de un mundo insólito para él. Así que la aparta, el enemigo viene, se la lleva lejos, y desaparece.
Señor, en esta parábola aterradora veo cómo fue mi corazón una vez. Gracias por arar la tierra de mi corazón para que la semilla de Tu Palabra pueda enraizar.
Aplicación a la vida
¿Reconozco lo que pasa en el corazón de la gente cuando se les confronta con la verdad? ¿Oro para que Dios labre y suavice los corazones duros?