Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: —Padre, la hora ha llegado.
Juan 17:1a
“La hora ha llegado.” Con estas palabras Jesús anhela con anticipación obvia el tiempo de oportunidad ilimitada que se extiende frente a Él. Verdaderamente estas palabras significan mucho más que una frase que utilizamos cuando llegamos al final de la vida: “Me ha llegado la hora”. El Dr. J. Vernon McGee una vez contó de un hombre que había estado estudiando la doctrina de la predestinación y estaba tan embelesado con la idea de la protección soberana de Dios sobre el creyente en cualquier y todas las ocasiones que le dijo al Dr. McGee: “Sabes, estoy tan convencido de que Dios me está protegiendo, sin importar lo que yo haga, que pienso que podría caminar en medio del peor tráfico de mediodía y, si no me hubiese llegado mi hora, estaría perfectamente seguro”. El Dr. McGee dijo, muy característicamente: “¡Pues, si te pones en medio del tráfico a mediodía, hermano, te habrá llegado tu hora!”.
El usar una frase como “ha llegado mi hora” es una resignación, pero no es esto lo que Jesús hace. De lo que está hablando aquí es una realización. Está hablando del tiempo que había estado anhelando toda Su vida. Continuamente se refiere a esta hora. En el comienzo de Juan tenemos el relato de Su primer milagro, en Caná de Galilea, cuando convirtió el agua en vino. Ahí le vino Su madre y le dijo: “No tienen vino”, y Su respuesta fue: “¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado mi hora” (Juan 2:3-4). Quiso decir que, aunque fuera a hacer lo que Su madre le había sugerido, no tendría los resultados que ella anticipaba, porque no había llegado Su hora; no se había dado la hora todavía. Repetidamente dijo a Sus discípulos que “aún no había llegado su hora” (Juan 7:30, 8:20). Estaba esperando una hora cuando la oportunidad sería abundante, y ahora, al llegar a la cruz, levanta los ojos a los cielos y dice: “Padre, la hora ha llegado”. Lo que quería decir con eso era que la hora en la que todo por lo que había vivido comenzaría a ser cumplido.
Ésta era la anticipación basada en el principio, como una vez lo dijo: “que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Era por esto que Su hora no había llegado anteriormente, ya que Jesús sabía que la obra de Dios nunca se cumple aparte del principio de muerte, que todo lo que hizo de poderosos milagros y de poderosas palabras, todo el poder maravilloso de Su ministerio entre los hombres sería totalmente infectivo hasta que hubiera pasado por la experiencia de renunciar todo lo que era. ¡Si el grano de trigo que cae a la tierra no muere, queda solo; nunca hará nada más; no puede! Sólo si muere llevará mucho fruto.
Es por esto que también debemos orar esta oración, ya que siempre estamos viniendo a horas como éstas en nuestras vidas. Llegamos al sitio donde debemos decir, como Jesús: “Padre, la hora ha llegado, la hora en la que debo tomar una decisión de si debo vivir mi vida para mí mismo, para actuar con egocentrismo como lo he estado haciendo siempre, o si debo desecharlo todo y, pasando a lo que es una muerte aparente, asirme de la esperanza y la gloria y la realización que se encuentra detrás de ella”. Estas horas siempre nos están viniendo. Las llamamos desilusiones, contratiempos, tragedias. Pensamos de ellas como invasiones de nuestra privacidad, nuestro derecho a vivir nuestras propias vidas. Pero si las vemos como lo hizo Jesús, reconoceremos que cada momento como éste es una gran hora de posibilidad, la cual, si actuamos con el principio de renunciar a nosotros mismos, descubriremos es una puerta abierta a un ámbito vasto y casi inimaginable de servicio y bendición y gloria. Esto es lo que quiere decir Jesús cuando dice: “la hora ha llegado”. Era un tiempo de abundante oportunidad.
Padre, deshazte de los grilletes de mi incredulidad y enséñame a tomar la decisión de morir a mí mismo en la esperanza y la fe de que esto resultará en bendiciones y gloria.
Aplicación a la vida
Si preguntamos: “¿Qué es lo que haría Jesús?”, debemos estar preparados para ser el grano de trigo que muere para poder traer mucho fruto para Su gloria y para nuestro júbilo. ¿Consideramos cada una de nuestras circunstancias oportunidades para morir con Cristo, para poder vivir en el poder de la Vida que mora en nosotros?