Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba.
Génesis 32:24
Éste es uno de esos incidentes misteriosos e intrigantes que se encuentran frecuentemente en el Antiguo Testamento, donde algunos de los elementos de misterio son introducidos sin mucha explicación. Todo el que lee esto pregunta: “¿Quién es este hombre enmascarado? ¿De dónde vino? ¿Qué está haciendo?”. Estoy seguro que Jacob se debió de sentir de esa forma también. Pensó que estaba totalmente solo, habiendo mandado a todos las personas y todas las cosas al otro lado del río, cuando de pronto sale de las sombras un hombre y, para sorpresa de Jacob, comienza a luchar con él. Según sigues leyendo, no hay duda de quién es el hombre. De hecho, al final de la historia, Jacob nombra el sitio de su encuentro Peniel, que significa “la cara de Dios”, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. He aquí un hombre que, de alguna forma extraña, en una de esas teofanías del Antiguo Testamento, es Dios mismo apareciendo en forma visible, y lucha con Jacob.
¿Qué significa todo esto? Tomado en conexión con la historia completa, no hay duda de que lo que tenemos aquí es un intento de Dios por mejorar la vida de oración de Jacob con un curso intensivo sobre la oración. Dios está intentando derribar la terca dependencia de Jacob en sí mismo. El problema de Jacob es que realmente nunca confió que Dios haría las cosas. Tenía siempre ese sentimiento interno de que si no hacía las cosas él mismo, que Dios probablemente no le ayudaría. Jacob se tiene que enfrentar al hecho de que, aunque sus oraciones son elocuentes, bellamente expresadas y teológicamente precisas, son inútiles, porque no cree que Dios vaya a hacer nada. Toda su confianza es en sí mismo. Me encuentro con mucha gente que es así. Oran y hablan maravillosamente; su lenguaje es teológicamente correcto, pero realmente no creen que Dios vaya a actuar. Esto es lo que Jacob está haciendo aquí. No hay ninguna expectación, sino más bien un rechazo de su parte a rendirse y esperar que Dios maneje la situación.
¿Te reconoces a ti mismo aquí? Reconozco que yo mismo hago esto frecuentemente. El relato continúa en versículo 25: “Cuando el hombre vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba”. Eso vino después de horas de luchar. Jacob se ha resistido, se ha esforzado y se ha defendido. No cederá hasta que, por fin, la mano divina le toca en el muslo y le descoyunta el encaje de la cadera. Esto es el final de eso; nadie puede luchar en esa condición. Todo lo que Jacob puede hacer ahora es aferrarse en inútil dependencia sobre este extraño luchador. Sabiendo ahora algo sobre quién es este hombre, se aferra desesperadamente.
Muchos mensajes sobre este relato comentan sobre el hecho de que Jacob era poderoso en oración porque luchó con Dios toda la noche y venció. Pero no es cierto que Jacob luchó con Dios. Dios luchó con Jacob, intentando derribar su terca autosuficiencia, su sentimiento de que todo dependía de él, que lo tiene que hacer o, de lo contrario, se quedará sin hacer, que Dios realmente no va a hacer nada en la situación. Lo que es más, Jacob no venció a Dios al luchar. El momento de vencimiento viene cuando su cadera es rota, cuando se encuentra totalmente inútil y no puede hacer más que aferrarse. Es entonces que venció a Dios. Esto es lo que nos está enseñando este relato. Dios responde a ese sentido de inutilidad humana.
Señor, quizás por Tu gracia me puedas convertir en cojo para que pueda tener un recordatorio constante de que eres el Dios que actúa más allá de cualquier cosa que yo pueda hacer. Cuando te pida que actúes, debo esperar que Tú actúes, Señor, y no ser como Jacob, obrando las cosas por mí mismo.
Aplicación a la vida
¿Quién entre nosotros no ha presumido en algún momento controlar a Dios? ¿Cómo se compara esto con la total confianza en la integridad y el poder de Dios? ¿Estamos dispuestos a orar con Jesús: “no se haga mi voluntad, sino la Tuya”?