Pero ahora, ya que conocéis a Dios o, más bien, que sois conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.
Gálatas 4:9-10
Pablo pregunta: ¿Por qué os ponéis de nuevo bajo la Ley, ahora que habéis sido traídos a la libertad que hay en Cristo Jesús?
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La Palabra de Dios deja muy claro que el cristiano ha de ser controlado por la gracia y no por la Ley.
Hay muchos malentendidos sobre la aplicación de la gracia a la vida cristiana.
Uno que es prevalente hoy día es que la gracia realmente significa que no hay control para nada.
Su idea es que usted puede hacer cualquier cosa que quiera en la gracia.
Si usted está bajo la gracia, no está bajo ninguna norma o regulación; usted sólo hace lo que le place, y nada puede detenerle.
Éste es un malentendido muy común acerca de la gracia, y está muy lejos de la verdad.
En la vida cristiana hay dos extremos: legalidad y permisividad; y al diablo no le importa mucho, en realidad, hacia cuál empujarle.
Si puede arrastrarle a cualquiera de los dos, su vida está arruinada en lo que se refiere a su utilidad para Dios.
Pero la gracia representa el camino intermedio que discurre justo entre los dos extremos.
La permisividad es la ausencia de ley; es anarquía; es decir: Soy libre para hacer cualquier cosa que quiera; no hay límites a mi gratificación.
Si quiero hacer algo que la Biblia dice que está mal, bueno, no estoy bajo la Ley sino bajo la gracia, y puedo seguir adelante y hacerlo
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Esto es permisividad, y está mal.
En el otro extremo, está la legalidad.
Nuestro problema es que, para escapar de la permisividad, a veces rebotamos en la legalidad.
Sentimos los remordimientos de conciencia que vienen de vivir una vida salvaje, libre y sin trabas, y reaccionamos con legalidad.
Nos imponemos a nosotros mismos leyes, reglas rígidas, largas listas de prohibiciones que nos impiden hacer cualquier cosa que no sea comer, dormir y leer la Biblia.
Hay muchos que piensan equivocadamente que los estándares de la gracia son mucho más bajos que los estándares del legalismo.
Los verdaderos cristianos
, dicen algunos, nunca fuman, ni bailan, ni van al cine, ni juegan a las cartas, ni beben
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Y, como usted a veces ve que algunos que dicen que viven bajo la gracia hacen estas cosas, eso prueba que los estándares de la gracia son más bajos que los de la Ley.
En realidad, es lo contrario.
Según la Palabra de Dios, estos actos externos son un pecado mucho menos grave, si es que son pecado, que los malvados pecados internos del espíritu que los legalistas casi invariablemente permiten en sus vidas.
Los criterios legalistas siempre tienen que ver con acciones externas.
Siempre que usted pueda mantener la apariencia externa de su vida ajustada a una norma o parámetro determinados, puede considerarse espiritual.
Pero, la gracia va más allá de las acciones externas; va al corazón, y dice que el corazón debe ser recto también.
Los criterios de la gracia se preocupan de aquellas actitudes internas que crean el acto externo.
El legalismo nunca puede subir a ese nivel.
Sólo se preocupa de unas cuantas cosas externas visibles para los demás, pero el corazón puede ser repugnante y malvado, lleno de calumnia, malicia, amargura, chismorreo y todas las otras obras de la carne.
Padre, gracias por las riquezas de gracia que tengo en Cristo Jesús. Oro para que mi corazón pueda despertar a las riquezas de la gracia y que pueda ser animado a hacer las cosas que verdaderamente te complacen.
Aplicación a la vida
¿Cómo puedo ordenar mi vida de modo que mi comportamiento externo se base en la dependencia de la gracia de Dios?