Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
Marcos 4:33
Este versículo presenta una gran norma acerca de la revelación en las palabras “conforme a lo que podían oír”. Jesús enseña a las personas sólo lo que pueden entender. Ésta es la regla de la que se vale Dios para obrar en nosotros. No nos enseña todo a la misma vez, porque, si lo hiciese, nos destruiría.
Un hombre que asistió a un seminario para pastores en la Iglesia Bíblica Peninsula era un hombre muy grande y alto. Estaba absorbiendo todo lo que se le estaba enseñando, y en la reunión final resultó divertido observarle. Actuaba como un niño junto a un árbol de Navidad, tan entusiasmado por todo lo que había descubierto que estaba resplandeciente, abrazando a todo el mundo, a todas las personas a las que se encontraba. Me dijo: “¡Esto ha sido estupendo! Me gustaría irme a casa, agarrar mi Biblia y examinarlo para poder encontrar mucho más como esto”. Luego se detuvo y dijo: “¡Pero supongo que, si lo hiciese, me mataría! No podría entenderlo en realidad”. Y tenía razón; no hubiera sabido cómo tratarlo; hubiera sido demasiado. Esto es algo que Dios sabe, y Él no nos muestra más de lo que nosotros podemos entender.
Ésa es la gloria y la maravilla de las Escrituras, que han sido reunidas de una manera tan asombrosa que es preciso tanto la Palabra como el Espíritu para entender la Biblia. Usted puede leer la Palabra, pero si no está listo y abierto para ella, esas palabras no significarán nada para usted. Pero si está usted abierto, aprenderá algo de ellas. La próxima vez usted puede regresar a leer las mismas palabras y aprender algo más. Cada vez aprenderá usted algo más. Nunca dejan de refrescar su espíritu e instruir a su mente, abrir y ampliar su capacidad para recibir de Dios. Así es cómo Dios nos enseña la verdad, según podamos nosotros soportarla.
Y esto es verdad también en lo que se refiere a lo que Él nos revela acerca de nosotros mismos. Una de las cosas sobre las Escrituras es que le enseñan a usted quién es usted y quién ha sido siempre. Dios actúa con gracia para con nosotros de esta manera. No se limita tan sólo a levantar el velo, para que de repente nos enfrentemos con todo lo espantoso ―si lo hiciese, seríamos destruidos―, sino que lo levanta poco a poco. Usted se echa a temblar y dice: “¿Es así como he sido?”. Usted se queda horrorizado por la manera en que ha estado tratando a las personas y piensa: “¡Gracias a Dios que eso se ha acabado!”. A la semana siguiente, Él lo levanta un poco más. Usted se echa a temblar y pasa de nuevo por ello, diciéndose: “¡Por fin hemos llegado al fondo!”. Entonces Dios lo levanta lo suficiente para que pueda usted ver más, y usted se siente destruido de nuevo, pero se enfrenta usted con ello poco a poco. Porque juntamente con la revelación acerca de usted mismo, Él también se revela a Sí mismo y Su capacidad para resolver sus insuficiencias.
¿No es maravilloso que Él nos entienda de esta manera y nos trate de este modo? Si Él de repente nos revelase las glorias del cielo, cada uno de nosotros correríamos para tirarnos al mar para llegar allí lo rápidamente que pudiéramos, pero Él levanta el velo sólo un poco a la vez, según nosotros podamos soportarlo.
Abre mis ojos, Padre, que yo pueda ver un destello de la verdad que Tú tienes para mí. Ayúdame a entender lo que leo y a descubrir lo que no entiendo.
Aplicación a la vida
¿Estamos nosotros dispuestos a aceptar el momento oportuno de Dios, mientras hace que tengamos la madurez necesaria para entender Su voluntad y Sus caminos? ¿Es posible que nosotros estemos presionando para conseguir la madurez instantánea o para evitar el proceso?