Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Juan 10:27-29
¿Cómo se puede saber quién es un verdadero cristiano? Jesús dice: “Me sigue”. Es decir, los verdaderos cristianos obedecen a Jesús; hacen lo que Él les ha mandado. Esto no significa que siempre lo hagan de inmediato y sin resistirse. Todos nosotros nos resistimos a veces contra lo que nuestro Señor dice; todos nos resistimos en algunas ocasiones. A veces es necesario que la palabra sea explicada con toda claridad y de manera exacta en cuanto al enfoque de nuestra vida. Pero el punto es, una vez que hemos visto lo que desea Jesús, la actitud de la verdadera oveja es: “Señor, aunque me duela, aunque me cueste trabajo, haré lo que Tú dices y te seguiré”.
¿Por qué actúan las ovejas de esta manera? ¿Qué es lo que ha hecho la diferencia? Tres cosas: Primero, Jesús dice: “yo les doy vida eterna”. Esto lo dice en tiempo presente indicativo: “yo continúo dándoles vida eterna”. ¿Qué es lo que hace que nos aferremos a Jesús? La vida que Él da, la paz, el gozo, el amor que sentimos, el sentimiento de serenidad interior, el perdón, el sentimiento de pertenecer y de ser protegidos, guardados y queridos, eso es lo que hace que acudamos a Él. Es una calidad de vida que recibimos de una manera tan continua que renunciaríamos a cualquier otra cosa en lugar de renunciar a ésta. Nos sentimos atraídos porque Él continúa dándonos vida, vida eterna, la clase de vida que procede de Dios.
En segundo lugar, esta calidad de vida posee un elemento de garantía: que no acabará jamás. Nos ofrece seguridad; sabemos que no nos va a pasar nada. Nunca pereceremos. ¿No es ésta una noticia maravillosa? Vivimos en un mundo que perece, en un mundo que está destinado al juicio, a la destrucción final. Las personas que están a todo nuestro alrededor viven de tal modo que su vida acabará en el infierno, pero debido a que Él nos ha dado vida eterna, ¡nosotros no pereceremos jamás! ¡Qué maravillosas palabras de seguridad! Es una vida que sobrevive a la muerte, que incluso la desprecia. Todo el mundo está destinado a morir, pero hay muchos que viven sin temor y que no miran al futuro con esa terrible y trágica falta de esperanza. Saben que ha sido provisto un medio por el cual ni siquiera tendrán que pasar por la muerte o sentirla cuando suceda, sino que pasarán de inmediato a la gloria, a la vida y a la verdad.
En tercer lugar, ésta es una vida que está guardada, reservada y protegida por dos Seres a los que no se les puede conquistar. Jesús dijo: “Nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, mayor que todo es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. En Colosenses, Pablo se refiere a estas dos cosas: “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3b). ¡Qué maravillosa perspectiva es ésta en cuanto a nuestra seguridad! Nadie, ni siquiera nosotros mismos, puede arrebatarnos de la mano del Padre (véase Romanos 8:38-39).
Señor te doy gracias por la seguridad de la vida eterna y por el hecho de que la vida no acabará jamás. Gracias porque puedo confiar en Tu promesa de que nadie puede arrebatarme de Tu poderosa mano.
Aplicación a la vida
Como ovejas que dependemos del cuidado de nuestro Pastor, ¿estamos nosotros aprendiendo a deliberadamente optar por decidir confiar en nuestro Pastor, que nos guía por sendas de justicia por amor a Su nombre?