Otra vez Jesús les habló, diciendo: ―Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Juan 8:12
Estas maravillosas palabras de gracia son un reflejo de la ceremonia que tenía lugar cada noche en los atrios del templo, cuando se encendían dos gigantescos candelabros (dos menorahs, los candeleros con muchos brazos que los judíos usaban), que iluminaban todo el patio del templo. Es en referencia a esto que Jesús declara: “Yo soy la luz del mundo [no sencillamente de Israel, sino del mundo entero, de cualquiera, en cualquier lugar]; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Es preciso que nos tomemos muy en serio estas maravillosas palabras porque Jesús las dijo muy en serio. Ésta no es la promesa de un político que pueden olvidarse por completo después de las elecciones. Nuestro Señor tiene el propósito de hacer que se cumplan estas palabras en cualquier vida humana: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue [no sencillamente el que sepa acerca de mí], el que camina conmigo, me obedece y permanece conmigo, tendrá la luz en su camino”.
Ésta es una promesa maravillosa. No hay nada que necesitemos más en este mundo actual que una luz que ilumine nuestro sendero, porque las personas están andando en tinieblas. Un poco más adelante en este mismo evangelio, Jesús declara: “el que anda en tinieblas no sabe a dónde va” (Juan 12:35b). Cuántas personas hay que no saben a dónde van, no sólo después de haber dejado esta vida, sino incluso cuando siguen un poco adelante. No tienen ni idea de lo que les espera más adelante, y se están enfrentando con un desastre, pero ni siquiera lo ven venir. Pero el hombre que tiene luz puede ver lo que hay en su camino.
Hace años, cuando estaba conduciendo desde Dallas al sur de California, recogí por el camino a un par de jóvenes que estaban haciendo autostop. Al pasar por la entrada del Gran Cañón, les pregunté si alguna vez habían visto el cañón, y me contestaron que “no”, de manera que decidimos pasar la noche allí. La noche estaba ya avanzada y el cielo completamente oscuro cuando nos desviamos de la carretera. No podíamos ver nada, pero encontramos lo que parecía ser un espacio abierto y nos metimos en nuestros sacos de dormir. Cuando me desperté por la mañana había salido ya el sol. ¡Estiré mis brazos, para encontrarme con que mi brazo izquierdo quedaba colgado en un vacío! ¡En la oscuridad de la más avanzada noche hicimos nuestras camas al borde de un precipicio que descendía al Gran Cañón! Si hubiésemos avanzado dos pasos más, nos hubiéramos caído por el borde. Esa mañana me sentí profundamente agradecido por la luz de la mañana. Para eso sirve la luz.
Jesús, Tú eres la Luz verdadera que ha venido al mundo. Ayúdame a caminar en Tu luz hoy.
Aplicación a la vida
Las afirmaciones hechas por Jesús en cuanto a que Él es la Luz y la Verdad han sido ratificadas por Su muerte y resurrección. ¿Reflejan nuestras palabras y nuestros hechos de manera consistente la realidad de quién es Él? ¿Están siendo nuestras mentes transformadas por la Palabra escrita y por la comunión con la Palabra viva?