Dijo entonces Jesús a los doce: “¿Queréis acaso iros también vosotros?”. Le respondió Simón Pedro: “Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.
Juan 6:67-69
He aquí la señal del verdadero creyente: ¡Nunca se da por vencido! Cuando Jesús les dijo: “¿Queréis acaso iros también vosotros?”, está claro que les hubiese dejado marchar si hubieran querido hacerlo. Él no retiene a nadie contra su voluntad. Respondiendo a las palabras de nuestro Señor, Pedro dice tres cosas maravillosas:
Para empezar, dice, en efecto: “Señor, hemos estado pensando en ello. Hemos investigado las alternativas. No resulta fácil vivir contigo. Tú haces que nos sintamos avergonzados, nos asustas y hay veces que no te entendemos. Vemos y te escuchamos decir cosas que nos dejan totalmente anonadados. Tú ofendes a personas que nosotros consideramos importantes. Hemos examinado varias alternativas, pero quiero decirte esto, Señor: No hemos encontrado nunca a nadie que pueda hacer lo que tú puedes hacer. ¿A quién iremos? Tú tienes dos cosas que hacen que nos mantengamos junto a ti, dos cosas que no podemos negar, y la primera son tus palabras. Lo que tú nos has dicho ha suplido nuestra más profunda necesidad, nos ha librado de nuestros pecados y de nuestros temores. Señor, tus palabras son las palabras más asombrosas que hemos escuchado. Nos explican a nosotros y nos explican la vida a nosotros al mismo tiempo que nos satisfacen. Nadie habla como tú; nadie entiende la vida como la entiendes tú. Eso es lo que mantiene nuestra atención.
“En segundo lugar, Señor, hemos visto tu carácter”. Fíjese usted cómo lo expresa Pedro: "hemos creído y conocido”. Esto implica un proceso que es posible que haya estado sucediendo durante una serie de meses y de años. Pedro está diciendo: “Te hemos observado y nos hemos dado cuenta de que no hay nada equivocado en ti. Tú eres el Santo de Dios; tú eres el que no tiene pecado y encajas con lo que mencionan las profecías, cumpliendo sus predicciones. Tú nos has atraído y nos has subyugado. Tú eres el Cristo incomparable, y, por lo tanto, no hay ningún otro lugar al que ir”.
Yo he descubierto que esto es verdad en lo que se refiere a los cristianos auténticos. Aquellos que continúan firmemente sintiéndose cerca de Jesús. Conocen sus propios fracasos y sus debilidades. Saben que a pesar de las muchas veces que no entienden lo que les está sucediendo, no pueden apartarse. Éste es el testimonio de aquellos que caminan fielmente con Él y le siguen. Yo he dicho con frecuencia que la mejor definición de un cristiano es “alguien que no puede renunciar”. En una ocasión recibí una llamada telefónica de un joven que era un familiar de un nuevo cristiano, que me dijo: “No puedo conseguirlo; no puedo continuar siendo cristiano; es demasiado duro; fracaso continuamente; voy a abandonarlo”. Había oído cosas por el estilo con anterioridad, de modo que le dije: “Esa es una buena idea. ¿Por qué no lo haces? Creo que tienes razón; renuncia”. Hubo una pausa en la línea y a continuación me dijo: “Usted sabe que no puedo hacer eso”. Yo le contesté: “Lo sé; claro que no puedes hacerlo; no puedes renunciar. ¿A quién puedes acudir? ¿Dónde puedes encontrar las respuestas y los recursos como aquellos de los que te has valido?”. Esto es lo que Pedro está diciendo a Jesús.
Señor, no hay ningún otro lugar al que poder ir, porque sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Ayúdame a aferrarme a Tus palabras, a investigarlas, a comprenderlas y a obedecerlas, y creer que sólo ellas son palabras que dan vida eterna.
Aplicación a la vida
¿Encuentra usted a veces que el ser cristiano resulta demasiado difícil? ¿Está usted dispuesto a renunciar y a apartarse de su fe?