Luego puso agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido.
Juan 13:5
Puede haber poca duda de que en este pasaje Jesús está deliberadamente haciendo uso de una parábola para instrucción de Sus discípulos. Está dramatizando ante ellos la verdad de Su propio ministerio, de Su propia misericordia redentora. Les está enseñando por este medio lo que ha venido a realizar en el mundo. Usted puede seguirle la pista al paralelo en los sucesos de los cuales deja constancia Juan: Primero, Jesús se levantó de la cena, de la misma manera que con anterioridad se había levantado de Su trono de gloria. A continuación puso a un lado sus prendas. Pablo nos dice que dejó a un lado Su gloria cuando vino al mundo en un estado encarnado, pero además tuvo que dejar a un lado el ejercicio de Su propia deidad. No vino para actuar como Dios, sino que vino a actuar como un hombre en el cual mora Dios (véase Filipenses 2:5-11).
Y Jesús se envolvió con una toalla, de la misma manera que Pablo dice que “se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2:7-8). De manera que aquí se humilla a Sí mismo, representando el papel de un esclavo, colocando una toalla a Su alrededor. A continuación “puso agua en una vasija”, de la misma manera que unas pocas horas después habría de derramar Su propia sangre en la muerte, la sangre que serviría para limpiar la suciedad humana, la culpa humana de todas clases y orígenes. De manera que puso agua en una vasija como una imagen de eso.
A continuación “comenzó a lavar los pies de sus discípulos y a secarlos con una toalla con que estaba ceñido”, lo cual es una imagen del acto mismo de aplicar la limpieza de Su propia sangre a las vidas humanas. Y si salta usted al versículo 12, se encontrará con el final de la parábola: “Así que, después que les lavó los pies, tomó su manto, volvió a la mesa”, de la misma manera que el escritor de Hebreos deja constancia de esto para nosotros: “habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3b). Por lo tanto, tenemos esta extraordinaria y preciosa parábola explicada para nosotros, enseñándonos el significado de todo el ministerio de Jesús.
Señor, me siento verdaderamente asombrado ante Tu amor por mí. Te doy gracias por levantarte de Tu trono de gloria, dejando de lado el ejercicio de Tu propia deidad, adoptando forma de siervo, derramando Tu sangre y volviendo a ocupar Tu lugar a la diestra del Padre.
Aplicación a la vida
¿Qué significa servir humildemente con un corazón de siervo? ¿Cómo estamos poniendo en práctica la asombrosa palabra del discipulado de Jesús en nuestras vidas?