Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que posee, y verás si no blasfema contra ti en tu propia presencia.
Job 1:11
Este libro nos ayudará más que ningún otro libro de la Biblia a echar un vistazo a la grandeza y majestad de Dios. Veremos lo que necesitamos ver con desesperación, que Dios no es sencillamente otro hombre, con un gran poder y autoridad, al que llamamos, influenciamos y mandamos. Dios no es un botones celestial, listo a salir corriendo cuando le mandamos. No, Dios es el encargado y siempre estará encargado. Si nosotros vamos a tratar la vida de una manera realista, así es como debemos verle.
En ocasiones oímos decir que este libro de Job es la crónica de un gran campo de batalla entre Dios y Satanás y que a Job le ha pillado en medio. Aunque hay aspectos de esto en el libro, ¿no es ésta una guerra extraña, en la que un lado debe obtener permiso del otro antes de atacar? ¿Qué clase de batalla es ésa?
¿Se imagina usted a un comandante alemán durante la segunda guerra mundial acercándose al general Patton y diciéndole: “¡Herr General, nos gustaría tener permiso para lanzar bombas a sus tropas, destruir sus tanques y destrozar todos sus planes!”. ¡Estoy seguro de que la respuesta del general Patton hubiera sido tal que no podríamos imprimirla y resultaría irrepetible!
Y, sin embargo, ésa es la situación en este libro de Job. Satanás va a Dios y le pide permiso para hacer algo contra Job. Eso no es una batalla; no es una guerra; es una prueba. Eso es lo que necesitamos ver. La fe de Job es el tema de una prueba muy rigurosa, y Satanás es el único que hace que suceda esto, pero Dios lo permite.
Puede que esté usted pensando: “¿Me pregunto qué es lo que estará sucediendo tras el escenario en lo que a mí se refiere? ¡Me pregunto lo que estará diciendo Satanás sobre mí ahora y si estará pidiendo permiso para meterse conmigo!”. Si es eso lo que está pensando, mi consejo es: “No se preocupe usted; viva su vida día tras día”. Porque lo que nos dice este libro es que si Satanás pudiese salirse con la suya, cada uno de nosotros se encontraría siempre en esta clase de dificultad. Satanás nos haría pedazos todo el tiempo, si pudiese, no porque esté furioso con nosotros, sino porque quiere meterse con Dios, al que servimos. Pero la mano de protección de Dios ha estado sobre nosotros. Si nosotros podemos sentarnos y sentir un cierto grado de paz y de placer, es porque la mano de Dios ha sido como un vallado a nuestro alrededor, protegiéndonos y dándonos grandes y maravillosas cosas. Por lo tanto, la actitud de cada corazón humano debiera ser: “¡Dios, te doy gracias por lo que tengo! ¡Gracias, Dios, por dónde me encuentro ahora! Lo que nos deparará el futuro es algo que sólo Él sabe”.
Y si tenemos que pasar por alguna prueba como ésta, es sólo porque, como nos recuerda Pablo: “no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir” (1 Corintios 10:13b).
Él sabe lo que usted puede resistir, y Él no le someterá a usted a prueba de una manera tan severa que destruya su fe. Pero hay implicaciones en cada prueba que van más allá de los aspectos superficiales de la situación, y eso es lo que necesitamos recordar. Y como revela este libro maravilloso, veremos algunas de las cosas que Dios trajo a la atención de Job.
Señor, te doy gracias porque Tú has puesto un cerco de protección a mi alrededor y porque con cada prueba nos das las fuerzas para poder soportar.
Aplicación a la vida
Nuestra fe puede ser probada de muchas maneras. Cuando las circunstancias nos obligan a esforzarnos, ¿damos gracias y descansamos en la fortaleza perdurable de la vida de Cristo que mora en nosotros?