Pero no son los más sabios los que tienen mucha edad, ni los ancianos los que entienden el derecho.
Job 32:9
Los comentaristas parecen diferir ampliamente en cuanto a lo que hacer con Eliú. Algunos le consideran como un joven un tanto impetuoso, arrogante y muy seguro de sí mismo, típico de la juventud que dice lo que piensa, con la intención de decir a hombres más mayores lo que están haciendo mal, mientras otros parecen verle como si estuviese repitiendo mediante otras palabras los argumentos de estos amigos, sin añadir demasiado en realidad.
Pero yo quisiera diferir respecto a lo que dicen estos comentaristas posteriores y estar de acuerdo con aquellos que ven a Eliú como alguien que tiene una parte muy importante en este libro. Permítame usted referirme a ciertas cosas acerca de este joven que nos está siendo presentado: primero, cuando llegue usted al final del libro y lea el reproche que hace Dios a los tres amigos de Job, se dará cuenta de que Eliú no está incluido. A él no se le hace ningún reproche por lo que dice, y no le tiene que pedir a Job que ore por él, como hacen los otros. La segunda cosa es que se le concede una parte prominente y evidente en este drama. Su mensaje ocupa los próximos cinco capítulos, y se le permite dar uno de los principales discursos de este libro. Y tercero, le habla siempre a Job con cortesía y sensibilidad, a pesar de los poderosos sentimientos que admite tener. Los otros amigos fueron caústicos y sarcásticos al hablarle a Job, pero este joven es educado cuando le habla. Reconoce la profundidad de los sufrimientos de Job y siempre habla con comprensión.
El cuarto, y probablemente la cosa más importante, es que Eliú afirma hablar, no como los otros hombres lo hicieron, según su experiencia, sino que afirma hablar por revelación. Eso es lo que leemos en los versículos 8 y 9. Eliú dice: “Es el espíritu del hombre, el soplo del Todopoderoso, lo que le da entendimiento”.
No es la acumulación de años de experiencia lo que hace que las personas sean sabias; es lo que Dios les ha enseñado a lo largo de los años, que es un punto sumamente importante. Dios puede enseñar a un joven, hombre o mujer, tanto como a una persona más mayor, a hablar con sabiduría. Y cuando hablamos con la sabiduría que nos ha dado Dios, podemos ser verdaderamente sabios, sea cual fuere la edad que tengamos según el calendario. ¡Yo sé que aquellos de nosotros que hemos vivido mucho tiempo tenemos tendencia a pensar que son los años los que nos hacen sabios! Si realmente somos sabios, no es sólo porque somos mayores.
Me acuerdo de un maestro de escuela que solicitó un trabajo y le fue denegado, ofreciéndoselo a un maestro más joven, que sólo tenía tres años de experiencia. El primer maestro protestó al director, diciendo: “Yo tengo veinticinco años de experiencia, de modo que ¿por qué me dejaron a un lado a favor de este otro más joven?”. A lo que el director le contestó: “Bueno, tengo que decir que no estoy de acuerdo con usted. Usted no ha tenido veinticinco años de experiencia; usted ha tenido un año de experiencia durante veinticinco años”. Es posible pasar por la vida repitiendo la misma manera de pensar y no aprender nunca sabiduría. Así que Eliú tiene razón aquí. No son sencillamente las personas de más edad las que son sabias, porque Dios da la sabiduría.
Señor, concédeme la sabiduría, no sencillamente de la edad, sino de la revelación que procede de Ti.
Aplicación a la vida
La profunda sabiduría de Dios es eterna y está a nuestra disposición en cualquier edad o etapa de la vida. ¿Es posible que nosotros nos contentemos con una sabiduría convencional vacía, o deseamos con desesperación escuchar a Dios?