Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén, y enviaron a Bernabé para que fuera hasta Antioquía. Éste, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con propósito de corazón permanecieran fieles al Señor. Era un varón bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.
Hechos 11:22-24
El evangelio había roto las barreras judías que lo mantenían en este grupo y estaba ahora alcanzando a los gentiles. El resultado de esta primera predicación fue que muchos conversos gentiles vinieron a Cristo. Estas noticias eran un tanto desconcertantes para los discípulos en Jerusalén. No sabían qué hacer sobre este movimiento del Espíritu Santo. Ya que ellos mismos eran judíos, criados en la tradición de que eran el pueblo escogido de Dios, te puedes imaginar lo que ocurrió. Ellos nunca pensaron que Dios se movería para alcanzar al mundo gentil, así que no sabían qué pensar sobre ello. Cuando les llegó palabra de que gentiles se estaban convirtiendo a Jesucristo, estaban completamente asombrados. ¿Eran estos verdaderos cristianos?
Para resolver el asunto, mandaron a Bernabé a Antioquía. No fue para intentar controlar este nuevo ímpetu del Espíritu Santo; fue a investigarlo, a ver lo que Dios había estado haciendo. Las tres razones por las que eligieron a Bernabé son dadas: era un varón bueno, lleno del Espíritu y lleno de fe.
“Varón bueno” significa simplemente que se comportaba bien. Ésta era una referencia a su disposición. Era de buen trato, franco, y un individuo cortés. Ya se nos ha aparecido en esta forma en las páginas de Hechos. Defendió a Pablo cuando regresó de Damasco desilusionado y derrotado. Los otros apóstoles no querían tratarse con él porque todavía sospechaban de él. Pero Bernabé le trajo y defendió su causa. Ése era el tipo de hombre que era.
Estaba “lleno del Espíritu Santo”. Eso, por supuesto, es la calificación suprema. Estar lleno del Espíritu Santo significaba que los frutos del Espíritu eran evidentes en su vida. Estaba lleno de amor y gozo, era muy sufrido, paciente y dulce. Vivía de esta forma, no porque tenía un carácter que era fácil de tratar, sino porque estaba recurriendo al poder del Espíritu Santo que vivía en él.
Tercero, era un hombre “lleno de fe”. Eso significa que ponía en acción lo que Dios había dicho. No esperaba a sus emociones. Un hombre de fe simplemente cree a Dios y espera a que tome acción. No piensa sobre cómo se siente. La fe no es un sentimiento. Le fe no tiene nada que ver con tus sentimientos. La fe es simplemente el reconocer que Dios ha prometido algo y, como Él es Dios, esperar que lo haga y, por tanto, ponerte en acción en relación a eso. Ése es el tipo de hombre que consigue hacer algo.
Hazme estar disponible para Ti, Señor, lleno del Espíritu Santo, una persona de fe, flexible, listo para moverme de acuerdo a los pasos que Tú dirijas. Hazme dispuesto a cambiar. Sálvame de ser rígido e inflexible en mis reacciones hacia los otros.
Aplicación a la vida
El que depende sólo de Dios viviendo por medio de él será un “Bernabé” en sus relaciones de sirviente para con los demás: bondadoso, parecido a Cristo y abundando en consuelo. ¿Buscarás maneras en las cuales Dios te pueda usar para fortalecer y bendecir a otros con Su vida abundante en ti?