La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.
Hechos 4:32
Ésta es una bella pincelada de cómo era la vida en la iglesia primitiva. Después de los dramáticos acontecimientos del día de Pentecostés, la sanación del hombre cojo y la gran reacción de las multitudes en Jerusalén, la iglesia se enfrentaba a la vida en el mundo de aquella era ―un mundo de oscuridad, desesperación y muerte por todas partes― y se enfrentó a él con un fluir de la vida de Jesucristo. Éste es el cristianismo ideal, verdadero y genuino. Desafortunadamente, también hay un falso cristianismo. Entró en la iglesia primitiva en breve, y las evidencias de ello son vistas a través del libro de Hechos. Cuando la verdadera iglesia ha ido por todo el mundo, el cristianismo falso ha estado ahí mismo también.
El falso cristianismo se puede reconocer exteriormente como un tipo de club religioso, donde la gente, mayoritariamente del mismo estatus o clase social, se une por un interés mutuo en algún proyecto o programa religioso y se reúne para avanzar esa causa particular. Pero eso no tiene nada que ver con el verdadero cristianismo, que consta de individuos que comparten la misma vida divina, que son de todas las edades y todos los trasfondos, clases y niveles de estatus social, y quienes, cuando se reúnen juntos, se consideran a sí mismos lo que realmente son: hermanos y hermanas en una familia. Pero por ese trasfondo mutuo de amor y hermandad ellos manifiestan la vida de Jesucristo.
Eso es lo que tenemos aquí. La idea clave es comunidad, lo compartido, todo en común. Eran de un corazón y una mente. La palabra “corazón” es utilizada para el espíritu humano. Significa la parte más profunda de nuestra vida. Es el nivel inconsciente de nuestra existencia, el espíritu, la parte más esencial de nuestra naturaleza. Aquí estaban estas personas que, por el Espíritu Santo, habían sido unificados a una sola vida. Eran de un solo corazón. Al nivel más profundo de sus vidas se pertenecían los unos a los otros, y eso sólo es posible por medio del Espíritu Santo. No necesitaban haber conocido a alguien de antemano para reconocer que si él o ella son cristianos; entonces se pertenecen los unos a los otros, son de la misma familia y siempre tienen una amplia área en común. Esto era cierto por lo que refiere a esta gente.
No sólo tenían esto, sino que se manifestaba en el hecho de que todo el mundo tenía una nueva actitud hacia la vida material. Esto no es una distribución de bienes forzada. No es un esfuerzo para hacer que todo el mundo renuncie a sus cosas materiales y distribuírselas a otros. No, es un cambio de actitud, diciendo: “Nada de lo que poseo es mío, para mi uso exclusivo, sino que todo lo que poseo es de Dios y, por tanto, está disponible para cualquiera que lo necesite”. Así que aquí estaban estos cristianos tempranos, unidos de corazón, mente y cuerpo, unidos juntos. Es así como debe ser la iglesia.
Padre, gracias por la vida renovada impartida a Tu cuerpo. Qué cierto es que fluye mediante el intercambio de aquellos que se pertenecen los unos a los otros, hecho así posible por la vida de Jesucristo que compartimos, hermanos y hermanas en Cristo.
Aplicación a la vida
¿Qué es lo que yo, como miembro del cuerpo de Cristo, puedo hacer para facilitar la comunidad entre mis prójimos creyentes? ¿Nos damos cuenta de la importancia de la unidad, como miembros juntos bajo la dirección de Cristo, el Señor de la iglesia?