El día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y los arengó. Y el pueblo aclamaba gritando: «¡Voz de un dios, y no de un hombre!». Al momento, un ángel del Señor lo hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.
Hechos 12:21-23
El historiador judío, Josefo, también recoge la muerte de Herodes. Describe esta ocasión cuando Herodes se encontró con la gente de Tiro y Sidón, en lo que ahora llamamos el Líbano. Esta gente dependía de Judea, y especialmente de Galilea, para su comida. Así que cuando el rey salió, vestido con sus ropas reales, le adularon. Cuando les habló, ellos gritaron: “¡Voz de un dios, y no de un hombre!”. Y este rey pomposo y vano les creyó. Es casi increíble la mentalidad trágica y retorcida de un hombre como éste, que podía, de hecho, creer que tenía tanto poder que se había convertido en un dios.
Pero esto no era raro en esos días, ni lo es hoy en día. Esto, por supuesto, es exactamente lo que ocurre en la mentalidad de cualquier hombre cuando empieza a pensar de sí mismo como lo que llamamos un hombre que “se ha hecho a sí mismo”. A veces hablas con hombres que tienen muchas propiedades, y te dirán: “Bueno, pues yo me lo he trabajado. Lo hice todo yo. Nadie me ayudó”. Están cayendo en el mismo trágico error que este vano y fatuo rey, que se imaginó que tenía poder de sí mismo para obrar. Pero Lucas nos dice que inmediatamente fue herido por un ángel del Señor y fue comido por gusanos y se murió. No sé cuál es el diagnóstico exacto de Lucas aquí, pero alguna catástrofe repentina le ocurrió a Herodes, y Josefo nos dice que se murió al cabo de dos o tres días.
¿Qué significa esto? Ésta es la forma que tiene Dios de demostrar la locura final de la persona que piensa que puede vivir sin Dios, que piensa que no somos personas dependientes. Ésta es la tragedia de la humanidad. Frecuentemente puedes discernir en nuestros periódicos y en nuestros programas de la televisión que, como pueblo, nos imaginamos que tenemos todo lo necesario para producir todo lo que la vida requiere, y que no necesitamos nada más, especialmente en lo que se refiere a Dios. La gran tragedia de la nación de América es que a menudo, en un sentido, le estamos diciendo a Dios: “Por favor, Dios, ¡preferiría hacerlo yo mismo!”. Lo queremos hacer todo nosotros mismos. Pero Dios a menudo nos hiere, para recordarnos que nuestra vida misma, nuestro aliento mismo, todo lo que tenemos y somos viene de Él, y que estamos locos si pensamos que podemos existir y vivir, actuar y reaccionar por nosotros mismos. Este episodio muestra lo ciego, lo distorsionado, lo trágicamente retorcido que se vuelve el pensamiento de los hombres que se apartan de una consciencia de dependencia de Dios.
Padre, perdóname por la locura de mi propio orgullo y dependencia de mí mismo. Enséñame que en todo dependo de Ti.
Aplicación a la vida
“El orgullo viene antes de la destrucción, y el espíritu arrogante antes de una caída.” ¿Aspiramos a tener la mente de Cristo, que se vació de Sí mismo, tomando la forma de sirviente, y se humilló a Sí mismo, siendo obediente hasta la muerte en la cruz? ¡Esto es “Cristo en ti, la esperanza de gloria”!