A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: “Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma”.
Hechos 23:11
Literalmente, lo que el Señor Jesús le dice al aparecerse a Pablo es: “Alégrate. Anímate, Pablo”. Eso es ciertamente una revelación del estado del corazón de Pablo en este momento. Ciertamente no está animado. Está derrotado y desilusionado, está regodeándose en un horrible sentido de vergüenza y fracaso, pero no está abandonado. ¿No es maravilloso que el Señor venga ahora a restaurarle a su ministerio?
Estoy seguro de que Lucas no nos da el relato completo de lo que ocurrió entre Pablo y su Señor en esa noche. Pero hay lo bastante aquí para que podamos ver qué es lo que desea el Señor. Restaura a Pablo a su utilidad. Le promete a Pablo éxito en el deseo de su corazón, que era segundo sólo a su deseo de alcanzar a sus paisanos; eso es, que pueda ser testigo para Cristo al corazón del imperio, la capital misma del mundo gentil. Te acuerdas de que Pablo había anunciado que, después de que fue a Jerusalén, debía ir a Roma. Y su oración tal y como la escribió a los cristianos romanos era que fuera permitido ir a ellos. Ahora el Señor Jesús se lo permite.
Y, sin embargo, la forma misma que emplea contiene un indicio de la limitación que Pablo había hecho necesaria cuando desobedeció al Espíritu de Dios. El Señor Jesús lo expresa de esta forma: “como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma”. En otras palabras, el énfasis aquí está en la manera en la cual este testigo saldrá: “En la forma en la que me fuiste testigo en Jerusalén, en esa misma forma debes serme testigo en Roma”. ¿Y cómo había testificado en Jerusalén? Lo hizo como un prisionero: encadenado, atado, limitado.
Este encuentro con el Señor Jesús debió de haber sido un momento maravilloso en la experiencia de Pablo. El Señor le restauró a su salud espiritual, como debe de hacer a menudo con nosotros. ¿Alguna vez has estado en esta circunstancia? ¿Alguna vez has desobedecido a Dios, sabiendo que no deberías haberlo hecho pero queriendo algo con tanta intensidad que lo hiciste de todas formas? ¡Qué maravilloso es tener al Señor listo para restaurarnos! Yo lo he hecho también; sé cómo Dios puede tratar tiernamente con nosotros y volver a traernos a un sitio donde podemos ceder.
Después de esto, Pablo es el mismo de nuevo. De ahora en adelante, las cosas que dice y hace tienen esa misma infusión maravillosa del poder del Espíritu que hace que ocurran cosas inusuales. Y desde Roma ha de escribir algunas de sus mejores cartas, cartas llenas de poder, que todavía están cambiando la historia del mundo. El júbilo del Señor está en su corazón de nuevo. La gloria vuelve a su ministerio. El amor de Jesucristo le está llenando e inundándo, llenándole de poder y enriqueciéndole. Esa es la gloria de ser cristiano. Puedes ser perdonado. No tienes que esperar. Y no tienes que pagar por ninguna cosa. No tienes que volver atrás e intentar aplacar a Dios de alguna forma a causa de lo que has hecho. Debes corregirlo, tanto como puedas, con cualquier persona a la que hayas herido, pero puedes ser perdonado, y toda la gloria de tu relación con el Señor será restaurada.
Padre, gracias por Tu amor restaurador, por el hecho de que nunca me has abandonado, que te quedas conmigo y me restauras.
Aplicación a la vida
¿Cómo respondemos al amor incomparable, tenaz y duradero de Dios? ¿Recibimos tal amor con una gratitud profunda y humilde? ¿Frustramos tal amor con nuestros esfuerzos fútiles de repagarle, asumiendo que eso sea posible? ¿O persistimos en desafiar Su amor al rechazar Su autoridad soberana y sabia?