Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Níger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando estos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”.
Hechos 13:1-2
El punto decisivo en el libro de Hechos comienza con un grupo de cristianos en la iglesia de Antioquía que están ejercitando los dones espirituales que les fueron dados. Anotados aquí hay ciertos profetas y maestros; hombres que tenían el don de profecía, y otros que tenían el don de enseñanza. Mientras que estos hombres estaban llevando a cabo el cumplimiento de sus dones, ocupados haciendo lo que Dios les había equipado para hacer en la iglesia, el Espíritu de Dios les habló.
Hay mucha gente que están buscando ser guiados por Dios en alguna forma dramática. Piensan que deben irse y vivir en una cueva en algún sitio a comunicarse con la naturaleza, para que Dios pueda hablarles. Una vez que se hayan apartado a alguna montaña en algún sitio, entonces Él les hablará de alguna forma dramática y les volverá a mandar con un gran sentido de llamamiento. Quizás algunos aquí hayan estado esperando treinta o cuarenta años para que eso ocurra, y no ha ocurrido todavía. Quizás no vaya a ocurrir para nada, porque Dios no nos llama de esa forma muy a menudo. A veces lo hace, pero normalmente Su llamamiento viene cuando uno está ocupado ejercitando su don donde está. Estos hombres estaban ocupados utilizando sus dones, y en medio de su actividad vino el llamamiento del Espíritu.
No sé cómo habló. Quizás haya sido por medio de alguna declaración profética de uno de estos profetas al estar reunidos alabando y ministrando. O quizás haya sido que habló de la forma en la que habla a muchos hoy en día, en lo que hemos aprendido a llamar “unanimidad insistente”, una profunda convicción compartida por todos en el grupo que el Espíritu de Dios desea una cierta cosa. Esto es a menudo la forma en la que Dios obra. Habló a hombres que estaban ya trabajando, haciendo lo que sabían hacer. Puedes dirigir un barco o conducir un coche si se está moviendo, pero es muy difícil hacerlo cuando está quieto. A Dios le gusta mucho ver a la gente trabajando en lo que saben hacer, y es entonces que les puede dar más dirección.
Fíjate también en dos elementos de la elección soberana del Espíritu: Eligió a los hombres y eligió la obra. Dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”. No le dijo a la iglesia qué obra sería, aunque sí se lo había dicho a Bernabé y Saulo. No nos enteramos de lo que es hasta que no seguimos leyendo y vemos lo que hicieron. Pero el Espíritu les había hablado a estos hombres y puso en ellos una profunda preocupación por llegar al mundo a su alrededor; entonces le dijo a la iglesia: “Ahora apartadlos para este propósito”. Ésta es la forma en la que el llamamiento de Dios vino en este empuje inicial hacia lo último de la tierra.
Querido Padre, hazme un seguidor obediente de la estrategia del Espíritu. Enséñame a utilizar mis dones al servirte y a confiar que Tú me guiarás.
Aplicación a la vida
¿Es la estrategia del Espíritu el principio operante para cómo observamos y obedecemos Su llamamiento? ¿Servimos con la expectación de que Dios hará clara Su elección de personas y sus dones y llamamiento?