Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
Hechos 20:28
La responsabilidad primaria de un anciano o pastor es enseñar las Escrituras, el alimentar al rebaño. Si no está haciendo eso, está fallando en su trabajo miserablemente. Es la verdad que cambia a la gente. Si las Escrituras no están siendo enseñadas, entonces la gente no está siendo cambiada. Están luchando en sus propios caminos fútiles, y no se está consiguiendo nada. Así que el trabajo primario de los ancianos y pastores es presentar el consejo completo de Dios frente a la gente.
Han de comenzar consigo mismos, dice el apóstol; esto es, han de obedecer la verdad que ellos mismos aprendan. Es de aquí que viene su autoridad. Es sólo al ser obedientes a la verdad que enseñan que tienen derecho alguno de decirle algo a cualquier otra persona. Hasta el Señor Jesús operaba en base a eso. Les dijo a Sus discípulos en una ocasión: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis” (Juan 10:37). Eso es: “¡Si lo que estoy haciendo no está de acuerdo exacto con lo que digo, entonces no me creáis!”.
¿Te atreverías a decirle eso a tus hijos? ¿O a tu clase de escuela dominical? ¿O a otros que te observan como cristiano?: “Si lo que estoy haciendo no está en línea con lo que enseño, entonces no me creáis. No tengo ninguna autoridad sobre vosotros; no tengo ningún poder sobre vosotros”. Pero si tus acciones están de acuerdo con tus enseñanzas, entonces el poder es inherente en esa obediencia.
Así que estos pastores y ancianos han de comenzar consigo mismos y de enseñar la Palabra. Su responsabilidad es al Espíritu Santo, no a la denominación, no a la congregación. Es el Espíritu quién les ha puesto en sus oficios y los ha equipado con dones. Aquel que lee los corazones está juzgando sus vidas, así que no hace ninguna diferencia lo que cualquier otra persona piense. Son responsables de seguir al Espíritu Santo en lo que Él les ha dado para hacer.
Fíjate en cómo resalta el hecho de que el suyo es un ministerio muy valioso. Es el de alimentar a la iglesia del Señor. No hay nada más valioso para Dios en todo el mundo que el pueblo de Cristo, el cuerpo de Cristo. La cosa más valiosa en la tierra, como lo ve Dios, es Su iglesia. Se dio a Sí mismo por ella; la ama sinceramente, “la cual él ganó por su propia sangre”. Por lo tanto, tiene la prioridad más alta en su horario y énfasis. Lo que concierne a la iglesia es la cosa más importante del mundo hoy. Ojalá que pudiéramos ver la imagen como la entendió el apóstol.
Padre, qué agradecido estoy por Tu Palabra. Qué gentilmente me enseña, especialmente por medio de otros miembros del cuerpo. Por favor protege y da ánimo a aquellos que has llamado a enseñar Tu Palabra.
Aplicación a la vida
El énfasis en la enseñanza y en la obediencia a la Palabra de Dios es crítico al testimonio cristiano tanto privado como público. ¿Estamos intentando impresionar a la gente con nuestras credenciales y habilidades? ¿Necesitamos volver a reexaminar cuál es “la cosa principal” tanto en nuestro andar como en nuestro hablar?