Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo.
Hebreos 1:1-2
Cuando abres el Antiguo Testamento estás leyendo la Palabra de Dios hablada “a los padres por los profetas”. Espero que entiendas y valores el Antiguo Testamento. ¡Qué libro tan maravilloso! En cuántas formas distintas habló Dios en ese libro ―en sueños, en visiones, en apariciones repentinas― en ese acto maravilloso de inspiración que nadie comprende completamente, donde alguien que está hablando las palabras que vienen a la mente y el corazón está pronunciando las palabras de Dios.
Y nos viene en muchas formas distintas, como dice el escritor de Hebreos. Abres Génesis y tienes el primer relato muy directo, pero majestuoso y conmovedor, de la historia de la creación, la caída y el diluvio. Eso es seguido por la narrativa de las vidas de los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob. Entonces la historia de Moisés y el éxodo, y los estruendos de la Ley, viniendo al final al dulce cantar del salmista, la sabiduría casera de Proverbios, y la delicada ternura del Cantar de los cantares. Entonces el resto del Antiguo Testamento está lleno de las exaltadas visiones de los profetas, estos poderosos hombres que hablaron de los tiempos de crisis en la nación y, sin embargo, pusieron sus ojos en lo alto y vieron más allá del horizonte del tiempo a grandes acontecimientos que Dios iba a llevar a cabo cuando llegara la época.
Sin embargo, cuando terminas el libro y has oído la oratoria sin igual de los profetas, todavía te das cuenta de que la voz de Dios no ha contestado todas las profundas preguntas del corazón humano. Es sólo cuando abres los evangelios y comienzas a leer de Jesús ―quién era, lo que hizo, a dónde fue y lo que dijo, cómo actuó, cómo vivió, y la forma en la que manejó las situaciones― que todas las pronunciaciones de los profetas comienzan a fundirse en una sola gran voz, y llegamos a la palabra final de Dios a la humanidad.
No muy lejos de donde solía vivir en Montana está lo que se llama “The Three Forks” (las tres bifurcaciones) del río Missouri, el sitio donde tres ríos fluyen juntos para formar el Missouri. Surgen en lo alto de las montañas en la parte oeste de Montana y forman este gran río, el Missouri, que fluye hacia abajo a través de Montana y luego a North Dakota, South Dakota, a través de Missouri, y se junta con el Mississippi junto con el Ohio. Juntamente esto forma el mayor sistema fluvial y sistema de drenaje que el mundo conoce. Todos estos ríos desaguan de las colinas, los valles y las cordilleras que están lejanamente separadas las unas de las otras, y siempre pienso sobre eso cuando pienso en la forma en la que el Antiguo Testamento ha fluido juntamente para formar una gran voz que habla en el Nuevo. Todos los variados temas que Dios introduce a la humanidad en el Antiguo Testamento son juntados en la voz de Jesús. Él es la Palabra final de Dios al hombre, mayor que los profetas, cumpliendo todo lo que han escrito.
Señor Jesús, Tú eres la Palabra final de Dios. Te doy las gracias que puedo ver que la historia completa del Antiguo Testamento encuentra su cumplimiento en Ti.
Aplicación a la vida
¿Nos estamos perdiendo la grandeza de la más grande épica del mundo al ser negligente del Antiguo o el Nuevo Testamento? ¿Es la Persona en el epicentro de todo central en nuestras vidas personales?