Orad en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velad en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas, y con denuedo hable de él como debo hablar.
Efesioss 6:18-20
La oración implica a otros además de a nosotros mismos. No estamos solos en esta batalla, en este conflicto con la duda, el desaliento, el miedo, la confusión y la incertidumbre. No, hay otros a nuestro alrededor que son más débiles y más jóvenes en Cristo que nosotros, y aún otros que son más fuertes que nosotros, y todos estamos luchando esta batalla juntos. No podemos ponernos la armadura de Dios por otra persona, pero podemos orar por esa persona. Podemos pedir refuerzos cuando le encontremos en una lucha mayor de lo que puede afrontar por el momento, o quizá para la que no está totalmente equipado, o si todavía no ha aprendido a cómo usar su armadura adecuadamente. Hemos de ser conscientes de los problemas de los demás y orar por ellos, para abrir sus ojos al peligro y ayudarles a darse cuenta de lo mucho que hay disponible para ellos en la armadura que Dios les ha dado y a obtener ayuda y fortaleza específica para una prueba concreta.
Fíjese cómo Pablo pide esto para sí mismo en este mismo pasaje. Este poderoso apóstol tiene un profundo sentido de su necesidad de oración. Encontramos otro ejemplo notable en el deseo de oración del apóstol en Romanos 15:30-33, donde pide a los cristianos que oren por su seguridad física cuando visite Jerusalén, por un espíritu sensible y discreto cuando hable a los cristianos de allí y por una oportunidad de visitar la ciudad de Roma. Tres peticiones específicas, y cada una de ellas fue contestada exactamente como Pablo había pedido.
Leyendo las oraciones de Pablo encuentro que se ocupa de muchos asuntos en sus oraciones.
Pero, principal y repetidamente, una petición sale una y otra vez: ora por otros cristianos, para que su entendimiento espiritual pueda ser alumbrado.
Pide que los ojos de su mente, su inteligencia, pueda ser abierta y despejada.
Esto indica la importancia de entender inteligentemente de qué trata la vida, qué es verdad y qué es mentira, qué es real y qué es falso.
También ilustra el poder del diablo para cegar y confundir y para hacer que las cosas parezcan de una manera, cuando son muy de otra.
Así que la oración que repite el apóstol es: Señor, abre sus ojos, para que su entendimiento pueda ser iluminado, que su inteligencia sea clarificada, para que puedan ver las cosas como son
.
La oración de otra persona puede cambiar toda la atmósfera de la vida de una persona, con frecuencia, de la noche a la mañana. No siempre ocurre así; a veces tarda mucho más tiempo. El tiempo es un factor que sólo Dios controla, y Él nunca sugiere un límite de tiempo en Sus instrucciones sobre la oración. Pero constantemente nos llama a este ministerio de la oración, por nosotros mismos y por los demás. Cuando aprendemos a orar como Dios nos enseña, derramamos en nuestras vidas y en las vidas de otros los enormes e inmensos recursos de Dios para fortalecer el espíritu y dar estabilidad interna y poder para afrontar las presiones y problemas de la vida.
Padre, sé muy poco sobre este poderoso ministerio de la oración. Oro, como oraban los discípulos:
Señor, enséñanos a orar.
Aplicación a la vida
¿Quién está en las trincheras de la oración con usted? ¿Cómo pueden sus oraciones por otros transformarse de peticiones de cambio circunstanciales a algo verdadero y real?