Pero Jehová Dios llamó al hombre y le preguntó: ―¿Dónde estás?
Génesis 3:9
A mí me resulta de lo más sorprendente que todas las religiones, aparte del cristianismo, comiencen con el tema del hombre buscando a Dios. Sólo la Biblia empieza con el tema de Dios buscando al hombre. Eso destaca una diferencia esencial entre nuestra fe cristiana y las otras grandes religiones en el mundo. Es más, esta primera pregunta aquí en el Antiguo Testamento concuerda con la primera pregunta que se hace en el Nuevo Testamento. Aquí Dios le está preguntando al hombre: “¿Dónde estás?”, y en el Nuevo Testamento, en Mateo, la primera pregunta que aparece es la de unos sabios que vienen preguntando: “¿Dónde está él?” (Mateo 2:2).
Si tomamos literalmente este relato en el huerto (como creo que debemos hacerlo), está claro que Dios habitualmente le aparecía a Adán de alguna forma visible, porque ahora Adán y Eva, sintiéndose culpables por su desnudez, se ocultan de Dios cuando oyen el sonido de Sus pasos en el huerto. Esto indica una acción acostumbrada por parte de Dios. Él vino en el fresco del día, no porque eso fuese más agradable para Él, sino porque era más agradable para el hombre, y habitualmente tenía alguna forma de comunicación con el hombre. Sabemos por lo que dice en el resto de las Escrituras que siempre que Dios aparece de forma visible en alguna manifestación, es siempre la segunda persona de la Deidad, el Hijo. Si eso es cierto, tenemos aquí lo que se denomina una teofanía, es decir, una manifestación visible de Dios antes de la encarnación. Por lo tanto, el que aquí pregunta a Adán: “¿Dónde estás?”, es el mismo acerca del cual más adelante los hombres preguntarían: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?” (Mateo 2:2a).
Fíjese el lector en la importancia de esta pregunta: “¿Dónde estás?”. Cuando las personas están perdidas, ésta es la pregunta más importante que pueden hacer: “¿Dónde estoy?”. Imagínese usted que sonase el teléfono y usted lo contestase, para oír una voz decir: “Me gustaría venir a su iglesia esta mañana. Creí que sabía cómo llegar, pero me siento muy confusa. ¿Puede usted ayudarme?”. ¿Cuál sería la pregunta que haría usted? “¿Dónde está usted?”. Ésa es siempre la primera: “¿Dónde está usted?”.
Hoy estamos buscando una manera de escapar de una situación muy confusa que prevalece en nuestro mundo. No lo haremos nunca hasta que no empecemos preguntando: “¿Dónde está usted? ¿Dónde estoy yo?”. Tal vez el motivo por el que muchos no pueden encontrar ayuda hoy es o porque no pueden o no quieren contestar a esta pregunta. Hágase usted la pregunta. ¿Dónde está usted? Durante el curso de su vida, desde el nacimiento hasta la muerte, moviéndose como espera usted hacerlo para desarrollar la estabilidad de carácter, honradez, integridad del ser, todas estas cualidades que admiramos en otras personas y queremos para nosotros mismos, ¿dónde está usted? ¿Hasta dónde ha llegado? Hasta que no pueda usted contestar a esto, al menos en algún sentido, no hay posibilidad de que consiga ayuda.
Tal vez muchos de ustedes tendrán que decir: “No sé dónde estoy; solo sé que no estoy donde debería estar o donde quiero estar. Esto es todo cuanto puedo decir”. Si es eso todo lo que puede usted decir, al menos eso es una respuesta sincera y, por lo tanto, es la respuesta de más ayuda que puede dar. En ese sentido, es la única respuesta correcta.
Señor, ayúdame a examinarme a mí mismo haciéndome esta pregunta: “¿Dónde estoy?”. Te doy gracias porque es por Tu gracia y por Tu amor por lo que me haces esta pregunta.
Aplicación a la vida
La Biblia presenta de una manera única a Dios buscando al hombre. ¿Cómo contestamos nosotros cuando Dios nos pregunta: “¿Dónde estás?”? ¿Le contestamos de manera honesta, conscientes de que es preciso un cambio?