Los días que vivió Abraham fueron ciento setenta y cinco años. Exhaló, pues, el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue reunido a su pueblo.
Génesis 25:7-8
Si usted y yo hubiésemos estado con Abraham en el momento de la decisión en su vida, es posible que hubiésemos sentido lástima de él con frecuencia. Cuando se marchó de Ur, posiblemente le hubiésemos dicho: ―Abraham, eres un pobre insensato. ¿Quieres decir que vas a andar errante ahí en el desierto el resto de tu vida, cuando podrías disfrutar estando en una ciudad con todas sus bendiciones?
Cuando él permitió a Lot que eligiese lo mejor de la tierra, tal vez algunos de nosotros podríamos haber pensado: “¡Abraham, no te deshagas de tus derechos de esa manera! Tu eres el más mayor; tienes derecho a elegir. ¿Por qué permitir a Lot que se quede con la mejor tierra, mientras tú te quedas con estos pastos secos? Estás tirando por la borda tus derechos”. Abraham permitió a Lot elegir, y Dios eligió por él.
¿Y recuerda usted cuando el rey de Sodoma le ofreció a él todas las riquezas de su ciudad y Abraham dijo: ―No me quedaré ni siquiera con una de las correas de tus zapatos; no quiero nada de ello.
Algunos de nosotros le hubiesemos sido tentados decirle: ―Espera, Abraham; estás yendo demasiado lejos. Podrías haber deducido esto de tus impuestos, y piensa tan sólo en lo que te estás perdiendo. Podrías haber tenido todas las riquezas de Sodoma. ¡Piensa cómo podrías usarlas para la obra del Señor!
Pero Abraham eligió a Dios cada vez y tuvo una vida de plenitud. Vivió 175 años, y cada uno de ellos estuvo lleno, disfrutando la emoción y la aventura, lleno de desafíos y de interés, rico en fe y en bendición. Murió siendo un hombre viejo, lleno de días. Hay una promesa de una vida plena para los que viven en el Espíritu.
En el versículo 8, hay una indicación que nuestro hombre, que sirve de modelo de fe, tiene comunión divina y “fue reunido a su pueblo”. ¿Qué significa esto? Significa que fue reunido con aquellos antes de él que habían depositado su fe en Dios. Estaba con los justos que, durante todo ese tiempo que había transcurrido, habían caminado con Dios. Enoc y Noé son ejemplos de esta clase de hombres que aprendieron a conocer al Dios viviente. Ése era el pueblo de Abraham, de la misma manera que el pueblo que es el nuestro no son las personas de carne y hueso, sino aquellos a los que estamos espiritualmente unidos.
De ninguna manera acabó su vida hace cuatro mil años. En Mateo, cuando los saduceos, que no creían en la resurrección de los muertos, le hicieron una pregunta a Jesús, Él les contestó, diciendo: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (Mateo 22:32). De esta manera estaba contestando a aquellos que no creían en la vida después de la muerte. Les estaba diciendo que Abraham está vivo.
¡Qué gran imagen de la vida de Abraham es ésta! ¡La suya fue una vida como la de usted y como la mía! No había nada de extraño acerca de él, pero a pesar de ello Dios le convirtió en una persona extraordinaria, cuya vida va mucho más allá de los ámbitos de la tierra, hacia la eternidad. Su vida es una vida de bendición, de comunión y de plenitud. Abraham es un testimonio vivo para cualquier persona que siga el camino de la fe y que ande de esta manera. Al hacerlo, encontraremos la misma bendición.
Padre, ¡qué bendición tan grande ha sido para mí la vida de Abraham! Permite que imite su fe hasta el día que también yo sea reunido con mis padres.
Aplicación a la vida
¿Estamos nosotros tomando a diario decisiones consistentes con la gran aventura a la que hemos sido llamados como discípulos de Cristo?