Jehová se le apareció a Abram en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda, a la hora de más calor.
Génesis 18:1
En este suceso vemos que Dios pone a prueba el corazón de Abram, con el fin de determinar si es realmente un creyente circuncidado. Dios aparece de una manera tan corriente que Abram no es consciente de Su identidad. Yo he deseado durante mucho tiempo alguna clase de prueba que se pudiese usar en las escuelas bíblicas y en los seminarios para determinar el grado de madurez espiritual que han conseguido los estudiantes. Todas las pruebas que se vienen utilizando habitualmente revelan tan sólo la cantidad de información que ha acumulado el estudiante. Hay muy poco que revele el verdadero logro espiritual de una vida.
A pesar de ello, aunque los humanos no han sido capaces de inventar una prueba así, Dios nos está constantemente sometiendo a prueba, y esas pruebas no suceden cuando hemos sido advertidos y estamos listos, porque cualquier persona podría pasar la prueba si así fuese. Si yo le digo a usted que le voy a hacer un examen para ver si es usted capaz de manifestar amor bajo presión, si puede usted controlar su genio cuando se siente irritado y si puede ser dulce cuando las cosas van mal, es posible que pasase usted la prueba sin el menor problema.
Pero Dios no nos prueba nunca de esta manera. Sus pruebas nos pillan por sorpresa, cuando estamos descuidados. Es cuando nos enfrentamos con alguna situación sencilla, acerca de la cual nadie está enterado, cuando aparecen realmente las pruebas en la vida. Cuando usted está en su casa relajado, suena el teléfono y se tiene que enfrentar con una llamada pidiendo ayuda o exigiendo una respuesta, y usted tenía planeado descansar y disfrutar toda la tarde, ¿qué sucede entonces? Ésa es la prueba.
Cuando está usted en su casa ocupado, con las manos metidas en el agua para fregar los cacharros, y algo se está quemando en la cocina y la nevera acaba de dejar de funcionar y la pila está atrancada, y tiene usted dieciséis problemas diferentes en su mente, y su hijo pequeño se le acerca y le hace una pregunta que tiene poca importancia, ¿qué hace usted entonces? Ésa es la prueba.
Cuando su vecina o su amiga está enferma y alguien tiene que cuidar de los niños, ¿qué hace usted? ¿Cuál es su reacción? Éstas son las pruebas de Dios, y fue así como Dios puso a prueba a Abram.
¿No es éste el significado de las palabras de Pablo en Romanos 12? “Por lo tanto, hermanos, os ruego… que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo” (Romanos 12:1a). Una cosa es estar presente en una reunión donde el Espíritu se está moviendo con evidente poder, y se hace un llamamiento para dedicar de nuevo su corazón y oímos las palabras: “Presentad vuestros cuerpos como sacrificio vivo al Señor”. Bajo el estrés o influencia de esa reunión es posible que digamos: “Aquí estoy, Señor. Te entrego mi vida a Ti”. Pero ésta no es nunca la prueba. La prueba tiene lugar cuando sucede una situación en la vida diaria que le obliga a usted a enfrentarse con las preguntas: ¿Está mi cuerpo realmente disponible para Él y para hacer lo que Él desea que haga? ¿Estoy yo listo para responder a la necesidad del corazón humano que tengo justo delante de mí? ¿Estoy yo dispuesto a dar de mí mismo sin limitación alguna, para hacer frente a la demanda repentina durante el curso de mi vida tan ocupada?
Padre, Tus pruebas han sido siempre diseñadas para fortalecerme y enseñarme. Te doy gracias porque con cada prueba tenemos Tus recursos que nos ayudan a soportarla.
Aplicación a la vida
Nuestro Padre sabe que, para que Sus hijos tengan una fe robusta y firme, su fe debe ser sometida a prueba. ¿Estamos nosotros intentando alcanzar Sus objetivos? ¿Cómo estamos respondiendo ante las pruebas necesarias?