Jehová había dicho a Abram: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”.
Génesis 12:1
La primera vez que se nos presenta Abraham es en los últimos versículos de Génesis 12. Su nombre fue originalmente Abram, y no fue hasta que pasaron bastantes años que fue cambiado por Abraham. El motivo de este cambio fue enormemente significativo, cosa que examinaremos en el momento apropiado, pero por ahora lo que vamos a hacer es familiarizarnos con el joven Abram. El Espíritu de Dios pasa por encima del principio de su vida en Ur de los Caldeos tan sólo con una breve nota, y comienza el relato sagrado con su encuentro con Dios. ¡Aquí es realmente dónde comienza la vida!
En esta reunión Abram se encontró cara a cara con un mandamiento. Se le mandó a Abram hacer tres cosas: marcharse de su país, de su pueblo y de la casa de su padre. Éste es exactamente el mismo mandamiento que recibe cada persona que escucha el llamamiento del evangelio hoy. Hemos sido llamados a dejar nuestro país, el lugar donde habíamos estado viviendo, nuestra residencia desde que nacimos. Como es natural, esto no se refiere a nuestra residencia física, sino más bien la antigua vida con todas sus ambiciones, sus lealtades, su adoración al dinero, la fama y el poder, así como su imaginada independencia, que es realmente esclavitud, todo lo que hemos sido por naturaleza desde que nacemos. Ésta es claramente una imagen del mundo, de la sociedad organizada con sus filosofías satánicas y sus sistemas de valores morales.
A Abram se le dijo también que dejase a sus familiares. En el sentido espiritual, éstas son las fuerzas morales que dan forma a nuestra vida. De la misma manera que los familiares por sangre nos afectan enormemente a nivel físico, las fuerzas morales actuales cambian nuestras vidas constantemente y se reflejan en todo lo que pensamos y hacemos. Las opiniones de otras personas, las tradiciones humanas, las presiones ejercidas por la familia y los amigos, las actitudes de nuestros jefes y de otras personas a nuestro alrededor, estos son los parientes que debemos estar dispuestos a abandonar cuando escuchamos el llamamiento de Dios. Debemos renunciar a este afecto relacionado con lo que otros piensan y preocuparnos sobre todo acerca de lo que piensa Dios.
La tercera cosa que Abram debía abandonar era la casa de su padre, es decir, los lazos que le unían al “viejo hombre”. En este sentido, Adán es el padre de todos. Lo que los teólogos llaman nuestra “naturaleza adámica” es la casa del padre en la que vivimos. Hemos sido llamados a dejar ésta, a no continuar dependientes de nuestros recursos normales, sino a caminar en dependencia de Otro, para que haga por medio de nosotros lo que nosotros no podemos hacer.
Tal vez usted haya escuchado al Dios viviente de la gloria decirle: “No puedes continuar dependiendo de lo que has venido dependiendo hasta ahora: las opiniones, las actitudes, la filosofía en la que has sido educado. Todas esas cosas están equivocadas porque se basan en algo que ya no existe. Debes aprender a aceptar la verdad reflejada en la Palabra de Dios, a pesar de que sea totalmente contraria a la filosofía de este mundo. Debes, sobre todo, dejar la casa de tu padre, que es dependencia de ti mismo”.
Ésta es una decisión sencilla, pero vital: No puede usted permanecer en Ur e ir a la tierra al mismo tiempo.
Señor, concédeme la gracia de seguirte a Ti, sea lo que sea que tenga que dejar atrás.
Aplicación a la vida
La historia de Abraham es claramente un ejemplo para nuestro caminar por la fe. ¿Cuáles son los tres aspectos de su encuentro con Dios que son un paralelo del llamamiento que Dios hace a nuestras vidas?