Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han contribuido más bien al progreso del evangelio.
Filipenses 1:12
Pablo está en la cárcel en Roma, escribiéndoles a sus amigos que están al otro lado del mar en la lejanía en Filipos. Manifiesta una reacción que inevitablemente causa que el mundo se ponga en guardia y preste atención. Comprendió que la adversidad significa avance. La manifestación de este tipo de actitud es una prueba de la madurez cristiana. El cristiano que ha conocido bien al Dios de lo imposible al que sirve, sabe que, aunque haya una apariencia de derrota, Dios todavía es capaz de obrar. Tal cristiano ha comenzado a crecer en el Señor. Reconoce que en Dios los obstáculos son realmente oportunidades, y no hay nada que pueda realmente poner en peligro el evangelio. Ésa es una afirmación asombrosa cuando lo piensas. Nada que tenga la intención de derrotar trae derrota jamás; Dios obra a Su manera a pesar de los obstáculos, y todos los obstáculos sirven al final para extender la fe cristiana.
Me crucé con la historia de un pastor suizo francés que fue encarcelado por los nazis durante la segunda guerra mundial. Dijo esto: “No era capaz de mantenerme firme excepto al acordarme todos los días de que la Gestapo era la mano de Dios, la mano izquierda. El peor de los tiranos al final sólo conseguirá cumplir la voluntad de Cristo”.
Ésa es la gloriosa señal del cristianismo que lo ha hecho una fuerza invencible a través de todos los siglos. Aquí está Pablo, bajo arresto, encadenado día y noche a un soldado romano, incapaz de dejar la casa o la ciudad de Roma. Imagínate lo que esto debió de representar al espíritu inquieto y sobrecargado de este hombre. Dios lo había mandado bajo Su comisión que había de llevarle hasta los finales de la tierra.
Debería de haber sido fácil para Pablo estar desalentado. No cabe duda de que fue tentado muchas veces a tener pena de sí mismo y a preguntarse por qué Dios permitiría que este tipo de cosa le ocurriera cuando todo lo que estaba intentando hacer era cumplir la voluntad de Dios. ¿Alguna vez te sientes así? Debió de ser fácil para él sentirse fastidiado bajo estas circunstancias al pasar mes tras mes en esta situación y no parecer haber cambio alguno. Pero al leer las cartas que vienen de él durante esos días, no hay ni una sola palabra de queja. En lugar de eso hay un maravilloso espíritu de victoria y una expresión de confianza. ¿Por qué? Cuando se sintió tentado, sin duda recurrió en lo que sabía sobre su Dios. En otras palabras, frente a la tentación a inquietarse y fastidiarse, creyó a Dios.
Anteriormente había escrito a estos mismos cristianos romanos con quienes se estaba reuniendo ahora: “Todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28b). ¡Él creyó esto! Aunque la hora inmediata no trajera alivio, creyó en Él, y en esa confianza podía ver que incluso aquellas cosas que parecían estar en contra de él estaban ayudando los propósitos de Dios.
Padre, te pido que reconozca que la confianza no viene por algún esfuerzo para convencerme a mí mismo ―algunos batallan por pensar de forma positiva― sino desde una tranquilidad que descansa sobre un hecho que no cambia: que Jesucristo vive Su vida en mí, y que Él es más que capaz de enfrentarse a cualquier situación. Que yo mire a Él y aprenda a regocijarme en Su victoria.
Aplicación a la vida
Los amigos de Pablo ansiosamente esperaban noticias de él, pero el enfoque de las cartas del apóstol no era en su encarcelamiento sino en el propósito invicto de Dios, que obra para cumplir Su voluntad en cada circunstancia. ¿Estamos aprendiendo a confiar en los caminos y medios de Dios, para que otros sean animados por nuestra confianza en Él?