Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre.
Filipenses 2:9
A nuestro Señor Jesús le fue dado en Su resurrección y ascensión ese nombre que es sobre todo nombre que se haya dado en los cielos o en la tierra. Es el nombre que llamamos “Jehová”. Es traducido como “Señor” en nuestras versiones del Nuevo Testamento en español. Eso es exactamente lo que dice Pablo: “y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor” (2:11a).
Pablo dice que Cristo es el que ha ganado esa posición, ya que Él se entregó sin vacilar y sin reserva a esa actitud de Su propio corazón que le llevó primero a la inmortalidad y después a la ignominia, y finalmente a una gloria inigualable.
¡El resultado es paz! ¿Ves cómo se nos presenta esta imagen? Aquí está el final de la historia: que toda rodilla se doble, toda lengua confiese y toda voz al unísono le atribuya alabanza por encima de todo el universo creado. Si quieres ver la imagen completa, lee los capítulos finales del libro de Apocalipsis, y el capítulo 5, donde todo linaje, lengua, pueblo y nación están reunidos frente al trono cantando: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (5:12).
Ésta es la palabra de paz, y es el resultado de la obra de nuestro Señor. Ahora todo esto es maravillosamente verdad, y estoy seguro de que cada uno de nosotros se suscribe a esto doctrinalmente. Pero lo que estoy intentando dejar claro es, ¿te suscribes a esto en términos de tus relaciones con otros? La Biblia dice: “Haya, pues, en vosotros esta mente que hubo también en Cristo Jesús”. En su primera carta a los corintios, Pablo dice: “Tenemos la mente de Cristo”. No dice: “Busca la mente de Cristo, lucha para atenerla, intenta imitarla”. Él está diciendo: “Vosotros tenéis la mente de Cristo si estáis en él. Todo lo que él es está disponible para aquel que está disponible para él. Debemos dejar de resistirle. El resultado inevitable será la paz”.
Si estuviéramos sujetando una puerta cerrada, y yo quisiera entrar en la habitación y te pidiera que me dejaras entrar, ¿qué es lo que harías? ¿No dejarías de resistir, dar un paso al lado y abrir la puerta para dejarme entrar? Eso es lo que Pablo está diciendo aquí: “Deja que la mente de Cristo, que conlleva el renunciar a tus derechos y estar dispuesto a aceptar perjuicio, se abra camino en tu vida. Acepta estas condiciones como la voluntad de Dios para ti. Ésta es la razón por la cual tienes a Cristo en ti. Acepta el daño sin quejarte, y sin fallo él te traerá a través de la situación hacia la victoria y la paz”. ¿Crees eso? Sólo experimentarás la mente de Cristo en el grado en que la aceptes. Si no lo crees, entonces no digas que el cristianismo no funciona, o que tener a Cristo no hace ninguna diferencia. Simplemente no estás utilizando lo que está disponible para ti.
Gracias, Señor, que mediante Tu Espíritu me has dado la mente de Cristo. Enséñame a utilizar lo que está disponible para mí en cada circunstancia.
Aplicación a la vida
¡A causa del milagro de la presencia de Cristo que mora en nosotros, los discípulos de Cristo tienen acceso a la mente de Cristo mismo! ¿Le damos valor a este tesoro incomparable, trayendo nuestro pensar bajo Su señorío?