Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables, porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos, y espero que también lo sea a vuestras conciencias.
2 Corintios 5:9-11
Agradar al Señor es la tarea propia del cristiano.
Estamos aprendiendo a hacerlo en la tierra y lo realizaremos perfectamente en la eternidad.
Agradar a Dios siempre requiere fe, pues sin fe es imposible agradar a Dios
(Hebreos 11:6).
Caminar por fe es vivir sobre la base del nuevo pacto, aceptando continuamente el juicio de la cruz respecto a la carne y eligiendo actuar dependiendo de la vida resucitadora del Espíritu.
Es útil para nosotros aprender que la voluntad de Dios no está interesada tanto en lo que hacemos como en cómo lo hacemos.
Dios nos dirige a veces a ciertas actividades o lugares, aunque frecuentemente dejará que elijamos nosotros.
Pero, lo que le preocupa continuamente es el recurso con el que contamos para el éxito en lo que sea que hagamos.
Depender de algo que viene de nosotros
es desagradar a Dios, no importa qué actividad sea.
Hacer incluso una tarea simple contando con que todo viene de Dios
es agradarle infinitamente.
¡Pero el problema real es querer hacerlo! Ese problema permanece incluso después de haber descubierto qué es lo que Dios quiere realmente. Yo puedo saber mucho sobre la vida cristiana, pero al enfrentarme a la atracción de la carne y la facilidad con la que todo podría ser justificado (el velo), puedo elegir deliberadamente desobedecer a Dios. Yo lo he hecho muchas veces. Y estoy seguro de que usted también.
Dios no nos ha dejado sin ayuda para esto.
Hay una fuerza poderosa que actúa sobre nosotros para estabilizar nuestras vacilantes voluntades y apartarnos del borde del abismo.
Sorprendentemente, es el temor del Señor
.
En todas partes, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, el temor del Señor es ensalzado como un motivo apropiado para vivir.
El salmista nos exhorta: Temed a Jehová vosotros sus santos, pues nada falta a los que lo temen
(Salmo 34:9), y declara que una persona está en gran peligro cuando no hay temor de Dios delante de sus ojos
(Salmo 36:1).
¿Qué nos viene a la mente cuando pensamos en temer a Dios? ¿Es algo así como un perro arrastrándose de miedo ante su ofendido amo? Tal miedo está inspirado por la culpabilidad, y la culpabilidad no tiene lugar en la relación de un creyente con Dios. El miedo del que Pablo habla es algo que está todavía ahí cuando un creyente está ante su amoroso Padre con un espíritu valiente y confiado, haciéndole saber sus peticiones. Es un temor que se centra en el tribunal de Cristo.
Éste es el tiempo en que cada uno recibe según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo
(2 Corintios 5:10).
Esto nos sugiere que es una ocasión en la que, quizás por primera vez, nos enteramos de lo que ha estado agradando a Dios y lo que no.
Será un momento de grandes sorpresas.
Resultará que muchas cosas que pensábamos que eran aceptables ante Dios y beneficiosas para nosotros estaban echadas a perder por una dependencia equivocada.
Sin embargo, muchos actos olvidados o insignificantes en apariencia serán señalados por Dios como agradables para Él.
Señor, enséñame el correcto temor de Ti, no encogido ante Ti con culpa y vergüenza, sino viviendo con miras a comparecer ante Ti en el tribunal de Cristo.
Aplicación a la vida
¿Tiene usted la perspectiva correcta sobre vivir en el temor del Señor?