La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo:
Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.Fui donde el ángel, diciéndole que me diera el librito. Y él me dijo:Toma y cómelo; te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.Entonces tomé el librito de la mano del ángel y lo comí. En mi boca era dulce como la miel, pero cuando lo hube comido amargó mi vientre.Apocalipsis 10:8-10
El símbolo de comer la palabra indica que la verdad escrita sobre ese libro se vuelve algo personal, asimilada individualmente. Esto es lo que pasa cuando usted come comida. ¡Se transforma en usted! Los médicos lo llaman metabolismo. La última comida que usted comió está ahora transformándose rápidamente en usted. Ése es el simbolismo aquí. Cuando un profeta se come un libro, eso simboliza que lo toma dentro de sí mismo y se involucra personalmente con él.
Una cosa parecida le ocurrió a Ezequiel.
Miré, y vi una mano extendida hacia mí, y en ella había un libro enrollado. Lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritos en él cantos fúnebres, gemidos y ayes.
Me dijo:
(Ezequiel 2:9-3:3). Entonces Ezequiel fue enviado a entregar el mensaje a Israel, y más tarde dice: Hijo de hombre, come lo que tienes ante ti; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel.
Abrí mi boca y me hizo comer aquel rollo. Me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy.
Lo comí, y fue en mi boca dulce como la mielEl espíritu, pues, me elevó y me llevó. Yo fui, pero con amargura y lleno de indignación, mientras la mano de Jehová era fuerte sobre mí
(Ezequiel 3:14).
Eso es parecido a lo que Juan está experimentando aquí. Éstas son promesas de Dios de cómo llevará a cabo Sus propósitos exactamente sobre la tierra, y hay un elemento que es maravillosamente dulce. Sin embargo, al tomarlo el profeta, comerlo y comprometerse personalmente, empieza a volverse amargo. Se da cuenta de que él tiene una parte en esto también, no sólo en el resultado final, sino en los juicios que conducen a él.
¿Las Escrituras le han tratado a usted así alguna vez?
Usted lee un pasaje que trata del destino del creyente, de las maravillosas promesas que vendrán en un tiempo de gloria y gran felicidad, y usted se siente indescriptiblemente emocionado por lo que le espera.
Pero, al meditar sobre ello y leer más adelante, comienza a entender que Dios tiene planes para cambiarle, para prepararle para ese brillante futuro.
Hay ciertas actitudes, prejuicios y fanatismos que usted aprecia, que va a tener que dejar de lado, malos hábitos que debe abandonar.
No va a ser fácil.
Usted va a tener que sacarse el ojo
(Marcos 9:47) y cortarse la mano
(Marcos 9:43), con el fin de obedecer a lo que Dios dice.
Ése es el dolor de comprometerse.
Hay dolor en obedecer la Palabra del Señor; pero todo es parte del cumplimiento de la dulzura de las promesas de Dios.
Padre, gracias por Tu Palabra, que es dulce y amarga a la vez. Gracias porque estás comprometido en transformarme a la imagen de Tu Hijo. Amén.
Aplicación a la vida
¿Cuándo ha experimentado usted la dulzura y la amargura de la Palabra de Dios? ¿Está respondiendo bien a los desafíos de la manera en que Dios le está cambiando?