Al instante, estando yo en el Espíritu, vi un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. La apariencia del que estaba sentado era semejante a una piedra de jaspe y de cornalina, y alrededor del trono había un arco iris semejante en su apariencia a la esmeralda.
Apocalipsis 4:2-3
A Juan se le permitió mirar dentro del cielo. Lo primero que vio fue un gran trono y alguien sentado sobre él. ¡De repente se encontraba en la sede suprema! Un poco después del ataque a Pearl Harbour, me embarqué hacia Hawai. Fui allí cuando los buques de guerra permanecían todavía naufragados y me uní al equipo de pintores de una organización responsable de construir instalaciones por todas las islas para la armada. Un día fui designado para pintar la oficina del almirante Nimitz, el cuartel general central del comandante en jefe del Pacífico. Recuerdo con qué sentimiento de reverencia entré en esa oficina. Era impresionante darse cuenta de que ahí el almirante con sus capitanes estaban de hecho planificando los eventos de la guerra. Yo estaba impresionado y asombrado de que se me permitiera estar dentro de esa zona tan privada. ¡Pero eso palidece comparado con lo que Juan debió de sentir cuando se encontró a sí mismo dentro del centro de control del universo!
Lo primero que Juan vio fue un trono.
Ese trono es un tema central en el libro del Apocalipsis.
Es muy importante recordar que detrás de todos los eventos humanos está el gobierno de Dios.
Esto va directamente en contra del pensamiento y el espíritu de la época en que vivimos.
El hecho de que haya un trono significa que existen certezas absolutas que no pueden ser alteradas o cambiadas.
¡Están garantizadas por la autoridad del trono!
Hay certezas científicas absolutas, y los científicos tienen que trabajar en base a ellas.
Deben descubrir las leyes
de lo que están haciendo.
También existen certezas morales absolutas que no pueden ser alteradas, no importa lo lejos que la sociedad se desvíe de esas normas.
Dios las mantiene y las hace cumplir constantemente por la autoridad de Su trono.
Juan también vio que el trono estaba ocupado.
Alguien estaba sentado sobre él.
Ante esto nuestras expectativas aumentan inmediatamente.
¡Por fin vamos a descubrir cómo es Dios!
¿Se ha preguntado alguna vez qué aspecto tiene Dios?
Lo que Juan ve son simplemente colores —luces de colores, destellando como joyas— ardientes, centelleantes, puros colores.
Nadie pudo jamás describir los rasgos de Dios, pues Dios es más que un hombre.
Se manifiesta a Sí mismo con estos maravillosos y notorios colores, los cuales están llenos de significado.
El primero es jaspe
, que es en realidad un diamante, la más hermosa de todas las gemas por su habilidad para capturar la luz y proyectarla en brillantes destellos de color.
Esto refleja el atributo dominante de Dios el Padre: Su santidad, Su perfección.
La segunda piedra es la cornalina, que es de color rojo, una brillante piedra preciosa de color rojo sangre.
Esto rápidamente nos sugiere al Hijo y Su disposición a derramar Su sangre a nuestro favor, lo cual es la maravilla de todos los tiempos.
Él es el Cordero de Dios, sacrificado desde antes de la fundación del mundo.
El tercer color es el esmeralda.
Juan vio un gran arco iris rodeando al trono, verde como una esmeralda.
El verde es el color de la naturaleza, de la creación.
Este arco iris con varios tonos de verde que rodea el trono nos habla del Espíritu Santo administrando la santidad y redención de Dios a toda la creación.
Es una promesa de gracia en medio de la tormenta.
Gracias, Padre, por estar sentado sobre el trono del cielo. Enséñame a confiar en que Tú eres soberano y gobiernas sobre todo, incluso cuando no podemos verlo. Amén.
Aplicación a la vida
¿Cuál es su respuesta al que está sentado sobre el trono en el cielo? ¿Cómo cambia esto su perspectiva de los eventos de su vida?