El que estaba sentado en el trono dijo:
Yo hago nuevas todas las cosas.Me dijo:Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.Y me dijo:Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, le daré gratuitamente de la fuente del agua de vida. El vencedor heredará todas las cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo.Apocalipsis 21:5-7
Este pasaje sugiere que el propósito de la Nueva Jerusalén es el de ser el hogar de los redimidos.
¡Qué palabras tan maravillosas!
Esta ciudad será el hogar de los redimidos, y la única cualificación necesaria es que usted esté sediento.
Nada en la tierra satisface.
La riqueza, la fama, los placeres y tesoros, ninguno saciará esa profunda sed del alma.
Por eso los ricos, los privilegiados y las clases altas, todos están buscando algo más.
No están satisfechos.
Pero aquí está la promesa de satisfacer esa sed.
A las personas que quieren más —que quieren a Dios— se les promete que beberán del agua del manantial de la vida.
Pedro nos dice en su primera carta que nos está esperando una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para nosotros
(1 Pedro 1:4).
Aquellos que son así transformados por la gracia de Dios van a ser por siempre sus hijos e hijas.
En contraste, hay, en el verso 8, una descripción de aquellos que no son admitidos:
Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda
(Apocalipsis 21:8).
Dios no desea eso.
Él es muy reacio a que alguien sea condenado, pero tal como señala la Palabra: Ellos se juzgan a sí mismos
.
Aquí hay tres actitudes del corazón que resultan en cinco obras visibles que caracterizan a los perdidos.
Primera, son cobardes que tienen miedo de tomar el yugo de Cristo sobre sí, que temen confesar a Cristo, que no están dispuestos a ser impopulares durante un breve tiempo.
Se encogen de hombros y se alejan de la oferta de vida.
Luego, están los incrédulos, aquellos que saben que es verdad, pero no la quieren y rechazan la evidencia, dando la espalda deliberadamente a la verdad.
En tercer lugar, están los viles.
La palabra significa que se vuelven sucios
.
Usted no comienza de esa manera, pero, a base de alimentar su mente con cosas repugnantes —literatura asquerosa, actitudes y acciones infames—, se vuelve de mente sucia.
Si su actitud es alguna de éstas, entonces, surgiendo de ellas saldrán asesinatos, fornicación, adulterio, prácticas ocultas y, finalmente, una vida hipócrita.
Jesús advirtió sobre eso, sobre aquellos que profesan ser cristianos pero que en realidad no han experimentado ningún cambio en sus vidas.
Nadie que practique estas actividades estará en la ciudad de Dios.
Señor Tú eres el único que puede satisfacer la sed de mi alma. Enséñame a beber de Tus aguas vivas. Amén.
Aplicación a la vida
¿Tiene usted sed de lo que sólo Dios puede proporcionar, o está llenando su vida con lo que no satisface?