El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios.
Apocalipsis 2:7
¿Tiene usted oído para oír lo que Jesús dice?
¿Responde con empatía y obediencia a la palabra que nos da?
¿Tiene usted los oídos abiertos?
Entonces, esto es lo que dice: Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios
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En el principio el árbol de la vida estaba en el jardín del Edén. Era el árbol que Adán y Eva eran libres de disfrutar, hasta que pecaron. Después de eso, fueron expulsados del jardín, no fuera a ser que comieran del árbol de la vida. De nuevo aparece en el capítulo 22 del libro de Apocalipsis. Allí vemos el nuevo cielo y la nueva tierra, y el árbol de la vida está en medio de la ciudad. Sus doce frutos, uno por cada mes, son la comida de la gente de la ciudad. ¡Es el Club de la Fruta del Mes, como si dijéramos!
Nuestro Señor mismo es ese árbol de vida. Éste es un símbolo de Jesús. Si pensamos mucho en Él y sacamos fuerzas de Él, orando y tomando de Él esa fuerza que ofrece, nos veremos fortalecidos interiormente para poder superar las presiones y las batallas que afrontamos hoy. Eso es lo que está diciendo. Alimentaos del árbol de la vida. Oiga lo que Jesús dice y obedézcalo, y pronto encontrará que su vida espiritual florece. Irá fortaleciéndose en las presiones y luchas que se crucen en su camino.
Cuando celebramos la comunión, deberíamos tener un recuerdo de la vida y muerte de nuestro Señor.
De lo que nos alimentamos, por supuesto, es del pan, que es otro símbolo de Él. Hemos de ganar fuerzas alimentándonos de la vida de Jesús, tomando de Él lo que necesitamos para motivarnos a ser lo que Él quiere que seamos.
En estos tiempos debería usted preguntarse: ¿Amo aún a Jesús?
¿Siento por Él lo mismo que sentía al principio?
¿Es Él más rico, nítido y profundo de lo que jamás haya sido antes?
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Quizás deberíamos cantar con frecuencia ese coro:
¡Jesús, Jesús, Jesús!
¡Hay algo en ese nombre!
¡Maestro y Salvador Jesús!
Como la fragancia tras la lluvia.
¡Jesús, Jesús, Jesús!
¡Que todo el cielo y la tierra proclamen:
Reyes y reinos, todos desaparecerán,
Pero hay algo en ese nombre!
Aunque los cielos y la tierra pasasen, ese nombre aún perdura y será una fragancia en nuestros corazones siempre que pensemos en él.
Señor Jesús, verdaderamente hay algo en Tu nombre. Te adoro hoy como mi Dueño, Salvador y Rey. Amén.
Aplicación a la vida
¿Está usted sacando fuerzas de Él, orando a Él y tomando de Él esa fuerza que ofrece?