La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.
2 Corintios 7:10
Siempre que alguien le acusa a usted de estar equivocado o le dice la verdad acerca de sí mismo, le duele. Puede producir una de estas dos reacciones: lo que Pablo llama o bien “una tristeza santa” o “una tristeza mundana”. Todos nos sentimos doloridos, pero la pregunta, como es natural, es: “¿Se trata de una tristeza santa o de una tristeza mundana?”. La tristeza santa es el dolor de ser de repente consciente de algo acerca de usted mismo de lo que usted no era consciente antes. Es ser consciente de que algo está mal acerca de sí mismo que no siempre lo ha podido ver y que crea un sentimiento de ira, tal vez, o de ponerse a la defensiva, de sentirse ofendido y, con frecuencia, de lágrimas. Es el momento en que usted es consciente de sí mismo, o lo que podemos llamar el “momento de la verdad”. ¿Le ha pasado esto a usted? Usted seguía con su vida, pensando que todo iba bien, cuando vino alguien y le dijo algo acerca de usted mismo, y justo cuando esa persona dijo esas palabras, sintió usted como si le hubiesen dado una puñalada en el corazón que dijese: “Eso es así, ¿no es cierto?”. Puede que se ponga usted a la defensiva, puede que discuta o que luche, pero en el fondo usted sabe que es verdad. Le duele, pero es un sufrimiento santo que lleva al arrepentimiento. Hace que cambie usted, que altere su comportamiento.
Yo recuerdo muy bien cómo, cuando era un cristiano joven, tuve una gran lucha en mi vida por ser excesivamente sensible a los demás. Tenía una imagen de mí mismo tan pobre que los sentimientos que tenía sobre mí dependían de la manera que pensaban otros acerca de mí. Por consiguiente, si no me decían siempre cosas agradables y me trataban bien, me sentía muy dolorido y molesto. Podían hacer que me sintiese como si estuviese en un atolladero, sintiendo lástima de mí mismo durante días enteros sencillamente porque habían hecho algún comentario casual acerca de mí que me había molestado realmente. Un día tuve mi momento de verdad cuando estaba hablando con una cristiana acerca de otro tema, pero en la conversación ella dijo algo que me llegó al alma como si me hubiese clavado una flecha. Dijo: “He aprendido que la sensibilidad no es otra cosa que egoísmo”. Yo no quería admitirlo, pero sabía que era verdad. Sabía que lo que yo realmente quería era ser el centro de atención y que todo el mundo me ministrase y se ocupase de mí.
Sin embargo, la próxima vez que alguien me hirió, decidí actuar sobre la base de lo que había aprendido y dije: “Eso no es su culpa; él no pretendía decir nada ofensivo; soy yo el que lo siento así porque lo estoy interpretando de manera equivocada”. Hice esto y, después de varias experiencias por el estilo, de repente comencé a experimentar un sentimiento de maravillosa libertad. Era como si se me hubiese quitado un peso de encima y fuese libre para disfrutar las cosas mucho más de lo que jamás lo había hecho. No me olvidaré nunca de la sensación de liberación que tuve al reconocer incluso la dolorosa verdad que alguien, sin darse cuenta, me había dicho. A eso es a lo que se refiere Pablo. El arrepentimiento santo reconoce la verdad y cambia su comportamiento, y eso a su vez nos lleva a un sentimiento de libertad y de liberación.
Señor, te doy gracias por las oportunidades que Tú me has dado para arrepentirme. Ayúdame a responder, no sólo sintiéndome mal, sino además actuando conforme a la verdad que he aprendido.
Aplicación a la vida
El arrepentimiento santo nos limpia y nos libera. ¿Mantenemos nosotros abierta la puerta del arrepentimiento a la gracia salvadora de Dios en y por medio de nosotros?