En esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él, pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios.
1 Juan 3:19-20a
En la frase “si nuestro corazón nos reprende”, el apóstol Juan está reconociendo que el problema con el que nos enfrentamos es el de un corazón que nos reprende o condena. Él sugiere aquí, por medio de esta frase, que ésta es una experiencia bastante frecuente y generalmente involuntaria por nuestra parte. ¿Quién de nosotros como cristianos no ha tenido problemas con una mala conciencia o un corazón que nos condena? Hay problemas físicos que nos afectan espiritualmente, pero con demasiada frecuencia éste es el resultado de un ataque del maligno a nuestra fe, un esfuerzo por intentar apartarnos de la fe en Jesucristo, anulando nuestra efectividad como cristianos, y con demasiada frecuencia este ataque tiene éxito.
Tal vez no haya un problema más corriente que éste: los cristianos que padecen por tener una mala conciencia y un corazón que les condena. Algunas veces somos víctimas de estos ataques cuando nos hallamos sumidos en el más intenso estado de ánimo espiritual, que se apodera de nosotros cuando menos lo esperamos.
¿Cuál es el remedio? Fíjese usted en lo que dice Juan: “conocemos que somos de la verdad”. Eso es lo esencial: debemos restablecer el importante hecho que es nuestra relación con Cristo. Debemos animarnos a nosotros mismos a creer y asegurarnos de que hemos sido verdaderamente justificados por la fe, que nos hallamos ante la presencia de Dios, no gracias a nuestra propia justicia, sino por la justicia del Hijo de Dios, que hace posible que seamos aceptados en el Amado, haciendo que estemos “en Cristo”, porque, como nos dice Pablo en Romanos 8: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1). Si hemos de silenciar las dudas en nuestros corazones, es preciso que sepamos que “somos de la verdad”.
¿Cómo puede usted lograrlo? Fíjese usted en su argumento aquí: “En esto conocemos que somos de la verdad”. Debemos saber que pertenecemos a la verdad, a fin de poder asegurar a nuestro corazón cuando nos condena, y ¿cómo lo logramos? ¡Haciendo esto! Lo que hemos mencionado en el versículo 18: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Por medio de esto aseguraremos a nuestros corazones con el conocimiento de que estamos en la verdad. Aquí se está refiriendo a un acto de amor, es decir, de manera deliberada, y con una intención concreta se realiza un acto amable y de ayuda, o se pronuncia una palabra de amor a la persona que nos ha herido o ha sido el motivo de que nos veamos sumidos en este atolladero de condenación. En otras palabras: “Devolved bien por mal”.
Usted no tiene que esperar hasta verse obligado a ser amable con alguien, así que hágalo deliberadamente. Propóngase la labor de encontrar a personas que están necesitadas, y ayúdelas. “No amemos por medio de palabras y de lo que decimos, sino por medio de acciones y de la verdad”. Ha sido un gozo ver cuántas veces estas palabras han demostrado ser ciertas. Ha habido personas que han descubierto que una gran parte de la soledad y el vacío que sentían en sus vidas era sencillamente el resultado de haberse apartado de los demás y de sus necesidades. Tan pronto como empezaron a ocuparse de la vida de otra persona, descubrieron que existía un maravilloso sentido de confianza y un despertar que acompañaban al espíritu de gozo en sus propios corazones.
Señor, concédenos poder encontrar a las personas solitarias y afligidas, para que las animemos, compartiendo con ellas algo de nosotros mismos, para que podamos, de esta manera, expresar esta clase de amor. Haciéndolo sabremos que andamos en la verdad.
Aplicación a la vida
Cuando nos sentimos solos, tenemos una conciencia culpable, o nuestros corazones se sienten dominados por la condena, ¿cómo aprovechamos el gozo y el poder de sanidad de Su presencia?