En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo.
1 Juan 4:17
Dudo que haya una sola persona que no se dé cuenta, en lo más hondo de su corazón, de que al final de la vida tenemos que rendir cuentas. Tendremos que estar ante la presencia del Señor nuestro Hacedor. No hace diferencia alguna si somos cristianos como si no lo somos, porque sea cual fuere la relación que tenemos con Él, todos nosotros nos encontraremos cara a cara con el Señor mismo. Él se encuentra al final de cada uno de los caminos que sigamos hoy, y tendremos que llegar por fin al día en que nos veremos obligados a dar cuenta de nuestra vida.
No podemos evitar preguntarnos a nosotros mismos cómo nos irá en ese día. ¿Podré yo pasar esa prueba inconsciente a la que se refiere Jesús en Mateo 25, cuando juzgará a las naciones y dividirá a las ovejas a Su mano derecha y las cabras a Su izquierda? Le dirá a las personas a Su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34). ¿Por qué? “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme” (Mateo 25:35-36). ¿Recuerda usted la reacción de ellos? “Señor, cuándo sucedió esto? Nosotros ni siquiera fuimos conscientes de ello. No recordamos haberte visto ni nos acordamos de haber hecho estas cosas”.
Entonces les dirá a los a Su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno”. ¿Por qué? “Porque cuando me vieron débil y enfermo y encarcelado, no hicieron nada. Nada más siguieron su camino; no me mostraron interés ni compasión; no hicieron nada”. Entonces también ellos le responderán sorprendidos, diciendo: “¿Por qué, Señor? ¿Cuándo pasó así? No nos acordamos. Si te hubiesemos visto, hubiesemos hecho algo, pero no nos acordamos ni haberte visto” (véase Mateo 25:41-44). La revelación penetrante de este pasaje es que esto está sucediendo actualmente a todo nuestro alrededor. Cristo está en todas estas situaciones de necesidad, y cuando nosotros nos encontramos con alguien que tiene una necesidad, es Jesús quien nos está pidiendo ayuda. Nuestra reacción ante esa persona es nuestra reacción ante Él.
Por lo tanto, ¿no se pregunta cada corazón ahora: “¿Cuando me encuentre ante Él de este modo, pasaré la prueba? ¿Estoy yo reconociendo estas situaciones ahora?”? Juan dice que es el amor “perfeccionado” el que nos permite tener la confianza en el día del juicio. El amor que ha sido perfeccionado es el amor hecho visible en nuestra manera de actuar. Por lo tanto, fíjese usted en lo que está diciendo Juan: “Si desea usted tener confianza en el día del juicio, permita que el amor se exprese a sí mismo, permitiendo que sea perfeccionado, porque es cuando el amor es perfeccionado en nosotros cuando tenemos la confianza necesaria para el día del juicio”.
Ahora puede usted ver la confianza que hace que sintamos en el día del juicio. Si Él va a mirar mi vida y ver la actividad de Sí mismo en mí, entonces no se negará a Sí mismo en el día del juicio. Sé que lo que estoy haciendo, si proviene de esta fuente, será totalmente aceptable para Él.
Padre, no permitas que me tome estas palabras a la ligera. El problema no son los otros, sino más bien el que yo no esté dispuesto a mostrar amor hacia aquellos que no hacen las cosas que a mí me gustan y no actúan de la manera en que yo pienso que deberían hacerlo. Perdóname y enséñame a amar.
Aplicación a la vida
¿Qué sucede cuando nos morimos? ¿Dónde encontramos el conocimiento necesario para contestar con confianza a esta pregunta? ¿Estamos nosotros a disposición de Aquel que ama por medio de nosotros?