¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento.
1 Corintios 3:5-7
Pablo está escribiendo sobre la verdadera visión del ministerio y los ministros, y por ministros no quiere significar sólo los apóstoles, o sólo un grupo selecto llamado el clero, los pastores. Ésta es una idea diabólica que ha poseído a la iglesia. Ve al clero como gente distinta, con una conexión especial a Dios. Esa idea nunca se encuentra en las Escrituras. No, en las Escrituras todos los cristianos están en el ministerio, todo el mundo, sin excepción. Todos son dados dones por el Espíritu. Se espera que todos tengan una función, un servicio que Dios utiliza. No tiene que ser en la reunión de la iglesia. Es ahí afuera en el mundo, en cualquier sitio donde estés.
¿Pero cómo hemos de vernos los unos a los otros? ¿Como personas importantes esforzándose por ver quién puede conseguir el mayor reconocimiento, como dignatarios con una vestidura especial que indica el rango y estilo de vida? ¿Hemos de ser los “matones”, los jefes, los jefazos? No, Pablo dice que somos siervos; eso es todo. Todos, siervos de Cristo. Ése es el rango más alto posible en la iglesia, y todo el mundo lo tiene desde el principio. Por lo tanto, no hay necesidad de competencia ni de rivalidad en ningún sentido. Todos somos siervos de Cristo. Jesús mismo nos dijo qué actitud debemos tener: “como el Hijo del hombre”, dijo, “que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mateo 20:28, Marcos 10:45). Eso es servir; no es ser ministrado uno mismo.
¿Cómo piensas de ti mismo cuando vienes a la iglesia? ¿Cuál es tu razón para venir a la iglesia? ¿Es para que te ministren a ti? ¿Juzgas el propósito de juntarnos en nuestra asamblea para que puedas tener una bendición, o es para que puedas ser una bendición? La actitud de un siervo es siempre: “¿Qué es lo que puedo hacer por otros?”. En el proceso encontrarás que has sido abundantemente ministrado. Pero oímos tanto de esta secta de la vida propia que insiste que todo ha de “cumplir mis necesidades”. Eso es preeminente. Es así como piensa el mundo, ¿no es así? El apóstol nos está diciendo que eso causará problemas en la iglesia; crea divisiones y facciones. Debemos llegar a vernos los unos a los otros como siervos de Cristo, mutuamente viviendo y ministrándonos los unos a los otros como Dios nos da la oportunidad de hacer. Esto mismo es lo que el Señor nos demostró. ¿Estamos en competencia? “No”, Pablo dice, “estamos en cooperación. Yo planté, Apolos regó, pero Dios dio el crecimiento. Estamos haciendo cosas distintas, pero necesitamos las dos cosas”.
Una de las glorias de la iglesia es que nadie hace la misma cosa. Las iglesias que procuran producir gente que todas visten iguales, llevan el mismo tipo de cuaderno, hablan el mismo tipo de lenguaje, utilizan la misma versión de la Biblia, se están perdiendo lo que Dios tiene en mente, porque todos hemos de ser distintos, pero trabajando juntos y necesitándonos los unos a los otros. El evangelista planta; el maestro de la Biblia riega. Bueno, ¿cuál es más importante, la enseñanza de la Biblia o el evangelizar? La respuesta de Pablo es: “¡Ni el uno ni el otro!”. Dios puede deshacerse de ambos de ellos. Lo importante no es lo que cualquiera de los dos puede hacer, sino lo que sólo Dios puede hacer: tomar la verdad y cambiar vidas con ella. Los evangelistas no pueden hacer eso. Los maestros de la Biblia no pueden hacer eso. Sólo Dios da el crecimiento. Sólo Dios abre la mente, cambia el corazón y hace a la gente distinta. Entonces ésa es la cosa que ha de ser enfatizada, en vez de poner todo el énfasis sobre nuestro método y nuestras habilidades para hacer esto y aquello, y todas las demandas educacionales que alguna gente quiere hacer para entrenamiento. Todo eso está enfatizando a la persona, no al Dios que da el crecimiento.
Señor Jesús, te pido que tomes mi vida y me utilices donde trabajo, donde vivo, en mi casa. Sé que esto es lo que te encanta hacer, y te pido que me concedas la gracia para entender cómo hacer esto y rendirme a Ti.
Aplicación a la vida
¿Cuál es el mayor rango posible en el cuerpo de Cristo? ¿Deja esto lugar para competencia, comparaciones o pedestales? ¿Servimos con la expectación de tener un lugar más elevado? ¿De quién es el poder que produce el crecimiento y la fruta que vienen de servir?