Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
1 Corintios 15:3-4
Hay tres elementos del evangelio. Primero: “Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras”. ¿No es asombroso que no mencione ni una sola palabra sobre toda la vida de Jesús? Eso es algo sorprendente, pero es ahí que comienza el evangelio. Ni siquiera dice: “Cristo murió”. Pregúntale a la gente hoy en día lo que es el evangelio, y a menudo esto es lo que te dirán: “Bueno, Jesús vivió y murió”. No, eso no es el evangelio. Todo el mundo cree que Jesús murió. Ve a cualquiera de las presentaciones modernas de la vida de Jesús y encontrarás que todas terminan con la muerte de Jesús. Pero no hay buenas nuevas en eso. Las buenas nuevas son que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras. Las Escrituras nos dicen que Su muerte logró algo para nosotros. Nos cambió; nos rescató; nos liberó. Esa muerte tuvo un gran significado en la mente y corazón y los ojos de Dios, y ésas son las buenas nuevas. Como lo describe Pedro en sus palabras: “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24a). O, para utilizar las palabras de Isaías: “Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).
El segundo elemento del evangelio es que Jesús no sólo “murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”, pero también que fue “sepultado”. ¿Por qué incluye Pablo el entierro de Jesús? ¿No es suficiente que Jesús murió y resucitó? La razón para ello es que cuando sus discípulos vinieron y bajaron el cuerpo de Jesús de la cruz, eso marcó su aceptación del hecho de Su muerte. ¿Alguna vez te has dado cuenta de cómo de duro fue para ellos aceptar el hecho de que había muerto? No querían creerlo cuando Él mismo les dijo que eso era lo que iba a hacer. Cuando sucedió, se fueron estupefactos e incrédulos. Pero en algún momento uno de los realistas entre ellos se enfrentó a ello y dijo: “Tenemos que conseguir su cuerpo y enterrarlo”. José de Arimatea se presentó y ofreció su tumba, y con manos amorosas bajaron Su cuerpo del madero. Lo envolvieron en ropajes de entierro; lo envolvieron apretadamente. Lo embalsamaron con especias y lo pusieron en la tumba donde estuvo durante tres días y tres noches. No hay duda que los discípulos creyeron que estaba muerto. Nunca hubieron entretenido la idea de que simplemente se había desmayado en la cruz, o que estaba en un coma, porque ellos mismos habían desempeñado el servicio de entierro. Es por eso que Pablo añade esto aquí. Marcó la aceptación de los discípulos de que Jesús estaba verdaderamente muerto.
Pero el tercer elemento es: “resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. De nuevo cumplió las predicciones. Era anticipado que moriría; era igualmente anticipado que se levantaría de entre los muertos. Al tercer día, para sorpresa de los discípulos, cumplió todas las predicciones. No había meramente resucitado (eso es, volviendo a la vida que tenía antes), había sido resurrecto. Eso significa que había vuelto a una vida que nunca antes había tenido, una vida real, una vida glorificada, una vida distinta, y sin embargo, en este asombroso misterio de la resurrección, era el mismo Jesús, con las heridas en Su cuerpo que ellos podían tocar y sentir y ver por sí mismos.
Ésta es la historia del evangelio: tres hechos básicos. Éstas no son doctrinas; éstas no son filosofías; éstas no son ideas que los hombres han tenido sobre lo que Dios debería ser. Estos son hechos simples y concretos que ocurrieron en la historia, que no pueden ser eliminados o evadidos. Ahí están. Estos son hechos que cambiaron la historia del mundo. Nuestra fe no descansa sólo sobre meras filosofías, sino sobre hechos que han ocurrido y que no nos pueden ser quitados.
Padre celestial, gracias por la maravilla del evangelio. Ayúdame a entender que esto ha de ser el centro de mi vida; la cosa más básica sobre mí es mi fe en estas buenas nuevas.
Aplicación a la vida
¿Hemos captado la importancia de los tres elementos del evangelio que son esenciales para nuestra fe? ¿Los vemos como hechos históricos actuales que dan una autenticidad total a nuestra vida y a nuestro testimonio?