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Antiguo Testamento

Zacarías: Volveos a mí... me volveré a vosotros

Autor: Ray C. Stedman


Al libro de Zacarías se le ha llamado el Apocalipsis del Antiguo Testamento. Al igual que el libro que lleva el mismo nombre, Zacarías es un libro de profecía. Su tema es exponer el programa de Dios, que es también el tema del libro de Apocalipsis. La diferencia consiste en que en Zacarías Israel ocupa el primer plano y las naciones gentiles el lugar secundario, mientras que en el libro de Apocalipsis las naciones gentiles ocupan el primer plano y el eslabón que las une es la nación de Israel.

El primer versículo de Zacarías revela de una manera muy interesante este punto central sobre la nación de Israel:

En el octavo mes del segundo año de Darío, llegó esta palabra de Jehová al profeta Zacarías hijo de Berequías hijo de Iddo: (Zacarías 1:1)

Normalmente leemos estos primeros versículos sin pensar en ellos como si tuviesen alguna importancia, pero recordemos que los nombres hebreos significan algo. Posiblemente los ejemplos más destacados del significado de los nombres hebreos sea Matusalén, el hombre más anciano que jamás haya vivido. Su nombre significa "Cuando él muera vendrá", y cuando él falleció vino la inundación, tal como profetizaba su nombre.

Aquí tenemos tres nombres que son altamente significativos. Zacarías quiere decir "Dios recuerda", y Berequías, el nombre de su padre, significa "Dios bendice", y el nombre de su abuelo Iddo quiere decir "El tiempo fijado". Ese es el tema del libro de Zacarías, que es un libro que sirve de estímulo al pueblo de Israel.

Zacarías era contemporáneo de Hageo, uno de los profetas que llevó a cabo su ministerio entre el remanente que había regresado después de haber estado cautivo en Babilonia. Aunque estaban de regreso en Jerusalén, reconstruyendo el templo y la ciudad, seguían siendo vasallos de Babilonia, sometidos aún a las naciones gentiles que les rodeaban, sin demasiada esperanza para el futuro. Era una época desalentadora, deprimente, y un espíritu de amargo pesimismo se había apoderado de aquellas gentes, y Zacarías viene a ellos en medio de su depresión con este anuncio, que se encuentra incluso oculto en su nombre y en los de sus antepasados: Jehová bendice, Jehová recuerda en el tiempo fijado. ¡Qué gran estímulo debieron producir estos nombres!

Al principio del primer capítulo hay una breve reseña acerca del libro. Esto sucede con frecuencia en la Biblia, y, si busca usted estas breves introducciones, con frecuencia podrá encontrar un breve resumen del mensaje del libro en sus primeras secciones. Aquí se divide de una manera dramática mediante el nombre de Dios, Jehová de los ejércitos, que es uno de los nombres habituales de Dios. Jehová de los ejércitos, es decir, el Dios de las masas, el Dios de todos los ejércitos, ya sean ejércitos de ángeles, de humanos o también ejércitos demoniacos, sin que haya diferencia alguna. También a las estrellas se las llama ejércitos o huestes. Este es el Dios que es soberano sobre todas las masas, sean las que sean, y este nombre se repite tres veces:

"Se enojó mucho Jehová contra vuestros padres. Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, dice Jehová de los ejércitos". (Zacarías 1:2-3)

Ese nombre se repite tres veces. Lo que se dice antes de cada una de estas repeticiones marca las diferentes partes de este libro, que se divide en tres breves secciones. La primera de ella se incluye en:

"Se enojó mucho Jehová contra vuestros padres". (Zacarías 1:2)

Eso marca la primera división, que comprende solo los primeros seis versículos, que describen el enfado de Dios con Su pueblo. Luego tenemos:

"Volveos a mí... " (Zacarías 1:3b)

Y eso marca la segunda división, que abarca del capítulo 1, versículo 7, hasta el capítulo 6, versículo 15, hablando acerca de cómo Dios libera a Su pueblo. Luego, en el capítulo 7 hasta el 14, encontramos la tercera división, que es la exposición de estas palabras:

"... y yo me volveré a vosotros". (Zacarías 1:3d)

Así es cómo hace Dios las cosas siempre. Si se da usted cuenta de que se está apartando de Su presencia, y como resultado de ello su fe se está debilitando, se siente usted desanimado, derrotado y expuesto a toda clase de tentaciones, y se siente presa de toda clase de malos pensamientos, ¿qué debe hacer usted? "Volveos a mí", dice el Señor, "y yo me volveré a vosotros". Si desea usted que Dios regrese a su vida, con toda la gloria de Su presencia, entonces vuelva a Él. Esa es siempre la fórmula.

Como ya he indicado, los primeros seis versículos no son más que un breve resumen de la pelea de Dios con Su pueblo, con el hecho de que le han hecho sentirse disgustado, como hemos visto en todo el Antiguo Testamento, algo en lo que no necesitamos extendernos. Dios se siente siempre disgustado cuando Su pueblo le da la espalda, tanto si se trata de Israel, el pueblo de Dios, como si se trata de Su pueblo de la iglesia.

Y comenzando con el versículo siete, el profeta recibe una visión totalmente asombrosa, una visión que se divide en una serie de ocho, que fueron dadas a Zacarías la misma noche, y también se dividen en varias partes principales. Estas tres divisiones son como tres actos en una gran obra teatral, que le fueron reveladas al profeta. Puede usted pensar en ellas como "El programa de la primera noche de Dios", porque todas las vio el profeta en una sola noche. Al leerlas, podemos imaginarnos que hemos sido invitados a asistir a esta obra teatral dramática que Dios le esta mostrando al profeta. Dios es el autor, Zacarías es el productor, y nosotros somos el público.

La visión abarca el tiempo de los días de Zacarías hasta el presente, hasta la venida del Señor. El primer acto está compuesto de dos visiones. Una es una visión de un vigilante que está cuidando de la gente del valle. El que vigila cabalga sobre un caballo, y con él están reunidos otros jinetes que cabalgan también sobre caballos. El ángel del Señor interpreta la visión para el profeta. El significado de esto es sencillamente que Israel era el pueblo que se encontraba en el valle, simbolizado para nosotros aquí como un arbusto de mirto, que se daban cuenta de que se encontraban en un lugar de sombras. Era un tiempo de desesperación y de días difíciles, pero ellos no se daban cuenta de lo que el profeta les estaba revelando, del Invisible que estaba contemplando todo el procedimiento y veía lo que estaba pasando y tenía consigo los grandes recursos para hacer frente a sus necesidades en aquella hora de desesperación.

La segunda visión en el primer acto nos habla acerca de cuatro herreros u obreros, de hecho, carpinteros. Era una visión de cuatro cuernos y cuatro herreros. Esto también se lo interpreta al profeta. Ve que, al igual que los jinetes de la visión anterior, estos son agentes divinos, posiblemente ángeles que han sido enviados para aterrorizar a las naciones. Así que vemos que esta es una imagen de la necesidad desesperada de Israel de volver a Dios. Israel se sentía desanimada ante el despliegue de los poderes y las fuerzas que se oponían a ella, pero lo que no podía ver era los recursos, pues no eran conscientes de los agentes divinos que estaban allí para actuar a su favor, y eso fue lo que Dios les reveló.

Así que cae el telón al final del primer acto, y en el segundo capítulo se levanta de nuevo antes del segundo acto, que es una sola visión. Es la visión de un hombre que tiene una cuerda de medir en su mano y que salió con el propósito de medir la ciudad de Jerusalén, y, al hacerlo, el ángel que interpretaba le dijo al profeta:

"A causa de la multitud de hombres y del ganado que habitará en medio de ella, Jerusalén no tendrá muros. Yo seré para ella, dice Jehová, un muro de fuego a su alrededor, y en medio de ella mostraré mi gloria". (Zacarías 2:4b-5)

A esto le sigue una preciosa descripción de los días de bendición que habrán de tener lugar en Israel y que se cumplirán literalmente al ser traída de nuevo Israel a una situación de bendición en la tierra de Israel.

Esa es una imagen de la promesa de Dios para aquellos que vuelven, siendo siempre una imagen de bendición. Volved, y las bendiciones fluirán por haber regresado, porque Dios es la fuente de bendición, y la bendición no puede venir de ningún otro lugar. Si su vida está vacía, si necesita usted a Dios, si es un cristiano y su vida sigue vacía, necesita usted volver a Dios, porque es de Sus recursos de donde vienen las bendiciones. El hombre con la cuerda de medir es sencillamente un símbolo muy descriptivo de la bendición ilimitada y sin medida que Dios está dispuesto a derramar sobre la vida de todo aquel que regresa a tener una relación con Él.

El tercer acto comienza con cinco visiones más. Aquí tenemos el camino para poder regresar a Dios, representado para nosotros en cinco visiones. En la primera escena, aparece Josué, el sumo sacerdote, ante la presencia de Dios. Oponiéndose a Josué está Satanás, el adversario, y entonces el pueblo podía ver al adversario. Sabían que Satanás estaba en contra de ellos, pero lo que no podían ver era al Defensor, a Aquel que estaba junto a ellos para actuar a su favor, atendiendo a sus necesidades. Luego vemos, en esta visión maravillosa y conmovedora, cómo Josué es limpiado, quitándole sus vestiduras sucias y ataviándole con vestiduras nuevas y limpias, y se hace la afirmación de que Dios haría esto sencillamente porque deseaba hacerlo. "He elegido a Jerusalén", dice, de la misma manera que lo dice acerca de nosotros. ¿Por qué nos bendice? Porque así lo ha deseado.

En la última parte de este capítulo 3, hay una maravillosa visión futura acerca de la obra de Cristo en la cruz:

"Escucha pues, ahora, Josué, sumo sacerdote, tú y tus amigos que se sientan delante de ti, pues sois como un señal profética: Yo traigo a mi siervo, el Renuevo. Mirad la piedra que puse delante de Josué: es única y tiene siete ojos. Yo mismo grabaré su inscripción, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré en un solo día el pecado de la tierra". (Zacarías 3:8-9)

Esta es una maravillosa profecía de la venida de aquel que sería el siervo de Jehová, el Renuevo. De aquel que tendría las marcas de la crucifixión y que sería el instrumento gracias al cual la culpa de la tierra sería eliminada en un solo día. Y en ese día fluiría la bendición como la manifestación del derecho que tiene Dios a limpiar al pecador sin acusarle, sin culparle y sin condenarle. La limpieza es el primer paso para regresar.

Luego, en la segunda escena, vemos lo que sigue a la limpieza de Dios, el poder del Espíritu Santo, en la visión del candelabro y el olivo, que representa la vida llena del Espíritu. El aceite se refiere siempre al Espíritu Santo, y aquí había olivos de los que estaba continuamente goteando el aceite de sus ramas y cayendo en un candelabro, y ardía con fuerza. ¡Qué maravilloso simbolismo del hecho de que el Señor, que mora en nuestro interior, está continuamente supliendo esa fortaleza interna que hace posible que nosotros brillemos con fuerza como luces en medio de una generación oscura.

La tercera escena empieza con un rollo, un rollo gigantesco con escritura a ambos lados y con maldiciones contra los ladrones y los que blasfeman entre el pueblo, que es una imagen del juicio de Israel, la proclamación de la ley en medio de la corrupción. En aquel entonces podían ver la corrupción, pero no la ley. De modo que en esos momentos Dios los anima en la hora de oscuridad, cuando todo cuanto podían ver era la corrupción y todo se viene abajo. Lo que no eran capaces de ver era la intervención de Dios obrando para traer una maldición sobre la anarquía para acabar con ella.

En la cuarta escena, Zacarías ve a una mujer dentro de un efa. Un efa es como una gran cesta, y mientras contemplaban el profeta y el ángel, le fueron dadas alas a la cesta y voló hacia la tierra de Babilonia. ¿Qué significa esto tan extraño? ¡Si tuviera usted una visión así, se preguntaría qué había cenado la noche anterior! Pero el profeta sabe que le ha sido dado una visión que es importante. Al meditar acerca de ella, la entiende, porque contiene términos que se usan en otros lugares de las Escrituras. Siempre que la mujer aparece en las Escrituras de manera simbólica, hay una referencia a algo que está mal en el ámbito de la religión. (Eso no es algo que yo haya inventado, sino las Escrituras.) Aquí tenemos, pues, la imagen del juicio de una fe falsa, de una iglesia falsa, de una manera muy parecida a cómo aparece en Apocalipsis, donde una mujer que representa a la falsa iglesia recibe el nombre de Babilonia la grande. Zacarías ve la misma cosa: la manera de juzgar Dios la religión falsa e hipócrita.

Y en la escena final, el profeta ve cuatro carros que cabalgaban sobre la tierra, de manera muy parecida a la visión de Apocalipsis de los cuatro jinetes que cabalgan y traen el juicio sobre el mundo. Baja, pues, el telón sobre este gran drama de la redención del futuro. Es la gran representación simbólica de Dios sobre el camino de regreso a Él, primero la limpieza, luego el ser lleno del Espíritu Santo, el dejar de lado el mal en sus diversas formas, y finalmente el juicio de toda la tierra al hacer Dios que el mal cometido por los hombres sea traído ante Su trono de juicio.

El capítulo 7 marca una nueva división en el libro, y en este capítulo encontramos a Dios hablando de una manera diferente. En lugar de usar visiones, habla al profeta de una manera directa. Lo más importante de esta sección es el anuncio del profeta en el capítulo 8, versículo 3:

"Así dice Jehová: Yo he restaurado a Sion y habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén se llamará Santidad". (Zacarías 8:3)

Aquí tenemos una imagen de Dios habitando en medio de Su pueblo, algo que un día se cumplirá en la tierra. En la tierra de Israel, está teniendo lugar lo que ha sido profetizado, y tendrá lugar un acontecimiento sorprendente tras otro. El regreso a Jerusalén del control judío ha preparado el camino para la reconstrucción del templo en su antiguo emplazamiento. Hace ya muchísimo que las Escrituras vienen anunciando que esta será la primera señal de que Dios está a punto de moverse y restaurar de nuevo a Israel para que ocupe su lugar entre las naciones.

Así que podemos leer en esta sección con un gran interés, porque es una imagen de algo histórico que está teniendo lugar, pero lo podemos leer incluso con más interés por lo que simboliza espiritualmente en nuestras vidas: Dios está en medio de nosotros. ¿Cuál será el resultado? Dios habitando en nosotros, renovando nuestro hombre interior, una fuente de bendiciones que se derramará en nuestra vidas, haciendo que demos fruto, que seamos efectivos y una bendición para todos aquellos con los que entramos en contacto. Esa es la imagen de estas últimas escenas.

Los capítulos 7 y 8 se unen en una súplica que le hace Dios al pueblo para que sean sinceros y se abran ante Él. Es una vez más una repetición de los fracasos a Su vista y luego un recordatorio de que, mientras Él no falla en Su misericordia y en Su gracia, Él no cambia en Sus principios, supliendo siempre lo que es necesario, pero no baja nunca el nivel de Sus principios. El pueblo reacciona como hacen las personas con frecuencia, de estas tres maneras: primero:

Pero no quisieron escuchar, sino que volvieron la espalda y se taparon los oídos para no oír; (Zacarías 7:11)

Ese es el primer paso; hicieron como si no oyesen, y luego:

endurecieron su corazón como diamante, para no oír la Ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los primeros profetas. (Zacarías 7:12a)

Desobedecieron deliberadamente y, finalmente, comenzaron a portarse como hipócritas. El capítulo empieza con una pregunta hecha por el pueblo: "¿Continuaremos con las fiestas que comenzamos en Babilonia?". Y la palabra de Dios a ellos fue: "¿Por qué estáis haciendo esto? ¿Estáis celebrando estas fiestas porque deseáis adorar, o sencillamente como una representación religiosa?".

Estas son algunas de las maneras que adoptamos para eludir la voluntad de Dios actualmente. Recuerdo que hace años mi esposa le dijo a una de mis hijas que se pusiese un vestido verde. Era interesante observarla. Al principio hizo como si no hubiera oído. Luego, cuando su madre le repitió su petición varias veces, se rebeló abiertamente contra ella diciendo: "No, no quiero ponerme ese vestido". Y luego, cuando parecía como si se lo tuviese que poner, fue a su madre y le dijo: "Mamá, quiero ponerme el vestido verde, pero está demasiado sucio", que no era verdad ni mucho menos. En otras palabras, siguió exactamente el mismo programa que se presenta aquí. Hizo como si no oyese, desobedeció deliberadamente y luego se hizo la hipócrita, haciendo como si estuviese perfectamente bien desobedecer de ese modo. ¡Con cuánta exactitud capta esto las tendencias inherentemente engañosas de nuestros corazones!

Pero ahora Dios deja claro que el resultado será la ceguera ante la verdad y que finalmente perderán su habilidad para ver y oír. Esto ha sido claramente explicado en los capítulos 9 y 10, en los que aparece la ceguera del pueblo; y justo en medio de esto encontramos la primera de varias visiones sorprendentemente exactas de la venida del Mesías:

¡Alégrate mucho, hija de Sion! ¡Da voces de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador, pero humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. (Zacarías 9:9)

Y recordarán ustedes cómo esas palabras se cumplieron literalmente en el Nuevo Testamento cuando nuestro Señor mandó a Sus discípulos a buscar al pollino y el asna, y montó sobre el asna y cabalgó en triunfo en las calles de Jerusalén con el pueblo ante Él gritando: "¡Hosana al Hijo de David! Bendito el que viene en el nombre del Señor!" (Mateo 21:9b), cumpliendo exacta e inconscientemente esta profecía de Zacarías: "Mira que tu rey vendrá a ti, justo y salvador"; y le conocerán porque vendrá sobre un asna acompañada de un pollino.

Pero, a pesar de ello, no le conocieron ni le reconocieron, aunque vino de una manera tan extraordinaria. Al acercarse a Jerusalén lloró al contemplar aquella ciudad impenitente y dijo estas palabras asombrosas: "¡Si también tú conocieras, a lo menos en éste tu día, lo que es para tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos!" (Lucas 19:42). Eso es lo que sucede cuando Dios actúa en nuestras vidas y no le escuchamos, perdiendo la habilidad de oír, y estas cosas quedan ocultas a nuestros ojos, por lo que el juicio por la ceguera cayó sobre estas gentes.

En el capítulo 11, después de muchos desaires, el Mesías, hablando de nuevo por boca del profeta, pronuncia estas sorprendentes palabras:

Yo les dije: "Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo". Entonces pesaron mi salario: treinta piezas de plata. (Zacarías 11:12)

¿Qué precio había acordado Judas por traicionar a nuestro Señor? Treinta piezas de plata. Según la ley, si un esclavo era herido por un toro, el dueño del toro tenía que arreglar el asunto pagando a su vecino treinta piezas de plata. En este caso el Mesías dice a estas gentes: "Está bien, si me queréis, decidlo, y si no, dadme mi salario. ¿Cuánto creéis que valgo en vuestra opinión?". Y pesaron su precio en treinta piezas de plata.

A continuación se habla del segundo resultado de un corazón y una vida en la que no hay arrepentimiento:

Jehová me dijo: "Toma ahora los aperos de un pastor insensato; porque yo levanto en la tierra a un pastor que no visitará las perdidas, ni buscará la pequeña, ni curará la perniquebrada, ni llevará la cansada a cuestas, sino que se comerá la carne de la gorda y romperá sus pezuñas. ¡Ay del pastor inútil que abandona el ganado! ¡Que la espada hiera su brazo y su ojo derecho quede enteramente oscurecido!". (Zacarías 11:15-17)

En otras palabras, si rechazamos al verdadero pastor, Dios permitirá que tengamos un pastor falso. Una vez más fue el propio Jesús quien dijo a los fariseos, aquellos ciegos fariseos de Su tiempo: "Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en su propio nombre, a ese recibiríais" (Juan 5:43). Ese es el personaje acerca del cual nos habla Pablo en Tesalonicenses, llamado el hombre de pecado, que viene a Israel como su libertador y es recibido como el Mesías, pero resulta ser el antimesías, lo que conocemos como el anticristo, el falso pastor que viene cuando ellos rechazan y niegan la verdad (2 Tesalonicenses 2:3).

Yo me he asombrado ante el gran número de personas que se dejan engañar por las sectas anticristianas que abundan en la actualidad. ¿A qué se debe? Me he encontrado una y otra vez con que lo han hecho debido a que han rechazado alguna oportunidad de escuchar a la verdad y el resultado es que caen en las garras de lo que suena como la verdad, pero que no es otra cosa que una mentira. Como dice Pablo: "Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira... todos los que no creyeron a la verdad" (2ª Tesalonicenses 2:11-12b).

Ahora llegamos a la última sección, de los capítulos 12 al 14, donde encontramos esta preciosa imagen de Dios hallando un camino de regreso a las vidas de Su pueblo, que comienza con estas palabras:

"Yo pongo a Jerusalén como una copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor; también contra Judá, cuando se ponga sitio a Jerusalén. En aquel día yo pondré a Jerusalén como una piedra pesada para todos los pueblos; todos los que intenten cargarla serán despedazados. Y todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella". (Zacarías 12:2-3)

Según las Escrituras, los días más aciagos de Jerusalén se encuentran aún en el futuro. Se convertirá en una carga para las naciones, una gravosa piedra de tropiezo, dicen las Escrituras proféticas. Los pueblos de las naciones se juntarán alrededor de la ciudad, y Zacarías nos dice que Dios no permitirá que se haga caso omiso de Él. Ha aseverado que llegará a la conciencia humana, y sucederá de este modo:

"En aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén. Pero sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el primogénito". (Zacarías 12:9-10)

¿No es eso asombroso? Israel rechazando en su ceguera al Mesías y negándose a reconocer al que Dios les envió, no dándose nunca cuenta de que Aquel al que traspasaron vuelve de nuevo, y cuando lo haga, les dirá estas palabras:

"Y si alguien le pregunta: ꞌ¿Qué heridas son éstas en tus manos?ꞌ, él responderá: ꞌLas recibí en casa de mis amigosꞌ". (Zacarías 13:6)

Esto enlaza perfectamente con la descriptiva y gráfica secuencia del capítulo 14:

Viene el día de Jehová, y en medio de ti serán repartidos tus despojos. Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén. La ciudad será tomada, las casas serán saqueadas, y violadas las mujeres. La mitad de la ciudad irá al cautiverio, pero el resto del pueblo no será sacado de la ciudad. Después saldrá Jehová y peleará contra aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. En aquel día se afirmarán sus pies sobre el monte de los Olivos... ". (Zacarías 14:1-4a)

Recordarán ustedes que ese fue el lugar en el que Jesús estuvo en esta tierra cuando fue con Sus discípulos al monte de los Olivos y, mientras ellos le contemplaban, fue llevado de delante de sus ojos a los cielos, y un ángel que estaba allí les dijo: "Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo" (Hechos 1:11).

"En aquel día se afirmarán sus pies sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén, al oriente. El monte de los Olivos se partirá por la mitad, de este a oeste, formando un valle muy grande; la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur. Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal. Huiréis de la manera que huisteis a causa del terremoto en los días de Uzías, rey de Judá. (Zacarías 14:4-5a)

Hace mucho que los geólogos saben que una de las mayores fallas de la superficie de la tierra pasa justo por el monte de los Olivos. La montaña se partirá por la mitad, y luego, ¿qué? Cuando Israel haya visto a su Mesías y haya hecho duelo por Aquel al que traspasaron, y hayan reconocido con un gran duelo que le dieron la espalda al que fue enviado por Dios, entonces leemos:

En aquel día saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno. Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día, Jehová será único, y único será su nombre. (Zacarías 14:8-9)

Esta es una imagen de la gloria que llenará la tierra en los días en los que Dios reine por medio de Su Hijo como Rey.

El libro acaba con estas preciosas palabras:

En aquel día estará grabado sobre las campanillas de los caballos: "Consagrado a Jehová"; y las ollas de la casa de Jehová serán como los tazones del altar. Toda olla en Jerusalén y Judá será consagrada a Jehová de los ejércitos; todos los que ofrezcan sacrificios vendrán y las tomarán para cocinar en ellas. En aquel día no habrá más mercader en la casa de Jehová de los ejércitos. (Zacarías 14:20-21)

Oración

Padre nuestro, te damos gracias por la belleza de esta visión y por la verdad que nos presenta. Sabemos que Tú nos estás siempre recordando que Tu Palabra es verdad. ¡Qué insensato que nosotros estemos siempre alejándonos de ella o mostrándonos indiferentes a ella o actuando como si no tuviese demasiada importancia! Señor, enséñanos a examinarnos a nosotros mismos y a andar en seriedad y sinceridad ante Ti y a ser conscientes de que todo esto ha sido diseñado para que podamos entender y experimentar un tiempo de gloria como jamás hemos conocido antes. Haz que estas palabras sean la experiencia de cada uno de nosotros mientras aprendemos a andar ante Ti, nuestro Dios viviente, y a saber lo que significa tener la gloria de Dios en nuestro interior. Lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.