Cuando Benjamin Franklin era embajador de los Estados Unidos en Francia, asistía ocasionalmente al Club de los Infieles, un grupo que se pasaba la mayor parte del tiempo buscando y leyendo obras maestras literarias. En una ocasión Franklin leyó la historia de Rut al club cuando se reunió, cambiándole los nombres para que no lo reconociesen como un libro de la Biblia. Cuando acabó, se mostraron unánimes en su alabanza, diciendo que era uno de los más hermosos relatos breves que jamás habían oído, y le exigieron que les dijese dónde se había encontrado una obra maestra literaria tan asombrosa. Él se mostró encantado de decirles que la había sacado de la Biblia, que ellos habían considerado con desprecio y burla, y en la que pensaban que no había nada bueno.
El libro de Rut es, sin duda, una obra maestra literaria. Es una preciosa historia de un romance, y me pregunto de qué modo aparecería en algunas de nuestras revistas romanticas. Casi puedo ver los titulares, que dirían algo así como CÓMO ENCONTRO UNA MUJER LA FELICIDAD en los brazos de un segundo marido. Es un libro que despierta la imaginación, porque a través de todo él se encuentra entrelazado el cautivador tema del amor y del romance.
Aunque la historia misma es preciosa, es la historia que se oculta tras el relato, es decir, su significado e importancia, lo que es simplemente fascinante. El libro de Rut es una de esas preciosas imágenes del Antiguo Testamento que ha sido diseñada por Dios mismo para servir de ejemplo sobre las impresionantes verdades de la fe cristiana expuestas en el Nuevo Testamento. Es una historia, puesta en palabras, de la manera que el Antiguo Testamento ilustra la verdad que encontramos luego en el Nuevo, como nos dice en 1ª de Corintios:
Todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales. (1 Corintios 10:11)
Es la historia del romance de la redención.
Las cuatro partes en que se divide el libro siguen la pista de cuatro pasos de gran importancia en la obra de la redención, y el libro empieza con la introducción de los personajes:
Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra, y un hombre de Belén de Judá fue a vivir en los campos de Moab con su mujer y sus dos hijos. Aquel hombre se llamaba Elimelec, y su mujer Noemí; los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí. Murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos, los cuales se casaron con mujeres moabitas; una se llamaba Orfa y la otra Rut. Y habitaron allí unos diez años. Murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada, sin sus dos hijos y sin su marido. (Rut 1:1-5)
En estos cinco cortos versículos nos presentan a una serie de personalidades que son la clave de este libro.
Una de las claves para hacer que el Antiguo Testamento se convierta en un libro vivo es aprender el significado de los nombres de los protagonistas, porque Dios ha ocultado tras ellos grandes verdades. La historia de Rut empieza con un hombre que se llamaba Elimelec, que significa "mi Dios es rey". Ese nombre abarca, de por sí, toda la doctrina del hombre: "mi Dios es rey". "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1:1). La Biblia nunca discute la existencia de Dios, porque el Dios de la Biblia es el Dios que es, el que existe. De principio a fin no encontrará usted nunca una disertación apologética sobre si Dios existe o no. La Biblia comienza con Dios como un hecho. La existencia de Dios es un tema que depende por entero de la revelación innata dada al corazón humano. Por lo tanto, el hombre admite que Dios existe o niega Su existencia, una de dos. El hombre ha sido creado para reconocer Su existencia, y no hay esperanza para él si no lo hace. Como nos dice en Hebreos 11: "es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe" (Hebreos 11:6). Dios es, y no resulta difícil creer que es, porque a todo nuestro alrededor brilla Su luz, y resulta mucho más difícil creer que Dios no es. Solamente aquellos que han sido educados más allá de su inteligencia acaban por convencerse a sí mismos de que no hay Dios. Toda la historia del hombre empieza con ese importante hecho de que Dios es.
Pero hay más: "Mi Dios es rey", y hablamos del "Dios que es", es decir, el que es mi Dios, y eso significa que el "Dios que es" está a mi alcance como hombre. El Dios que existe y que ha creado el universo se ha puesto totalmente al alcance del hombre. Hebreos 11:6 continúa, diciendo: "el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan". Jesús dijo: "Buscad, y hallaréis" (Mateo 7:7). Si un hombre no ha encontrado a Dios, es sencillamente porque no se ha molestado en buscar, porque cualquier hombre que quiera venir a Él descubrirá las realidades de Dios, captará el hecho de Dios, y experimentará la persona de Dios; y lo que necesita es sencillamente empezar a buscarle, porque Dios está a cada paso al alcance del hombre que empieza a buscarle. Entonces se convierte en "mi Dios", y esa era la relación que tenía el hombre con Dios en su inocencia. En el Salmo 8 leemos una de las declaraciones más asombrosas que hizo David:
Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: "¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?". (Salmo 8:3, 4)
A continuación el salmista responde a su propia pregunta:
... lo coronaste de gloria y de honra. Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos... (Salmo 8:5-6)
He aquí una tercera faceta de ese nombre, "mi Dios es rey". Al hombre le ha sido dado dominio sobre todo el universo que Dios ha creado, pero solamente cuando él mismo se somete al dominio del Dios que le ha creado. Al someterse al dominio de "mi Dios" (todo cuanto eres está a mi disposición), comenzó a ejercer dominio sobre todo lo que había en el resto del mundo. Cuando se sometió al dominio le fue dado dominio. Después de citar el versículo del Salmo 8, el escritor de Hebreos dijo:
... todavía no vemos que todas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles... para que por la gracia de Dios experimentara la muerte por todos. (Hebreos 2:8-9)
Vemos a Jesús. Cuando Jesucristo vino, no lo hizo para actuar como Dios, sino como hombre sujeto al dominio de Dios, y todo el dominio le había sido dado. Como Él dijo:
"Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra". (Mateo 28:18)
¿Por qué? Porque dijo: "Me he sometido totalmente al dominio de mi Padre". Esa es la verdadera relación del hombre con Dios. Por lo tanto, cuando Adán mantuvo esa clase de relación, todo el universo se sometió a su dominio, porque su "Dios es rey". Estamos hablando del hombre en su inocencia.
Elimelec se había casado con una mujer que se llamaba Noemí, que significa "placer". En la unión de estos dos nombres tenemos toda la doctrina acerca de la caída del hombre. Cuando Satanás se acercó a Eva en el huerto del Edén, le dijo: "¿Conque Dios os ha dicho: ꞌNo comáis de ningún árbol del huertoꞌ?" (Génesis 3:1). Mediante esta pregunta tan astuta, estaba sugiriendo que Dios le estaba negando lo que le produciría placer. Entonces le puso la fruta delante y le dijo: "Tiene buen aspecto, ¿a que sí? Y te voy a decir una cosa: Sabe mejor de lo que parece. Y si la pruebas, descubrirás que te volverá más sabia".
El demonio, en su astucia, no colocó ante Eva una tentación que ella reconocería como tal, sino que le hizo una proposición de lo más encantadora. Le sugirió que si tomaba aquella fruta, que Dios en Su soberanía les había prohibido para poner a prueba su obediencia, se le concedería la habilidad de volverse como Dios. Se introduciría en un nuevo dominio, dejando a un lado su propia actividad independiente, y se convertiría en "dios sin Dios". Satanás le ofreció al hombre el placer.
Cuando "mi Dios es rey" se casó con "placer", transgredió los límites que Dios le había puesto, buscó su propio placer antes que buscar a su propio Dios. En el Nuevo Testamento leemos que así son aquellos que aman el placer en lugar de amar a Dios. Ese es el espíritu de la época y lo ha venido siendo a lo largo de todos los siglos. En el matrimonio de Elimelec y Noemí tenemos una imagen del hombre caído.
Este matrimonio tenía dos hijos, que se llamaban Mahlón y Quelión. Mahlón quiere decir "enfermo", y Quelión "consumido". ¡Imagínese poner a sus hijos esos nombres! ¿Qué le parecería ir a una casa y tener que preguntar por estos dos niños, Mahlón y Quelión? Ahí está el pequeño Mahlón en un rincón, enfermo, pálido y con fiebre, debatiéndose entre la vida y la muerte, y el pequeño Quelión no es mas que piel y huesos, consumiéndose. Cuando estos niños se hicieron mayores se fueron al país de Moab. Mientras se encontraban allí (leemos), se casaron con muchachas que eran moabitas, que se llamaban Rut y Orfa. Orfa significa "cervato", un cervatillo de corta edad, y en inglés la palabra también tiene otro significado, el de un amor superficial; quiere decir "estar prendado de alguien", una especie de amor o atención superficial. Rut quiere decir "belleza".
La próxima cosa que leemos es que Elimelec se murió. Luego murieron Mahlón y Quelión, los tres, y esto encaja perfectamente con la imagen que nos ofrecen las Escrituras sobre la caída. Después de que Adán y Eva se vieron excluidos del huerto de Edén, leemos que tuvieron un hijo, Abel, que fue asesinado por su hermano Caín. A continuación leemos acerca de las generaciones de Adán, que tuvo otro hijo al que llamó Set, y también Set murió, pero Set tuvo un hijo que se llamó Enos, y este hijo murió, y murió, y murió y murió. A lo largo de todo ese largo capítulo suena la campana de la muerte una y otra vez. Cuando "mi Dios es rey" se casa con "placer", el resultado es la muerte. Aquí en la tierra de Moab mueren estos tres hombres y dejan atrás a tres pobres viudas con el corazón destrozado.
La parte principal de la historia comienza con estas tres viudas en la tierra de Moab. Leemos que Noemí decidió regresar a su tierra en Belén de Judá. Las dos mujeres habían prometido acompañarla a su tierra, y cuando se pusieron en camino y llegaron más allá de Moab, Orfa no hacía más que quedarse atrás. Por fin Noemí se dio cuenta de que el viaje no le hacía feliz a Orfa, que lo que deseaba era volver a Moab. De modo que Noemí despidió a Orfa con un beso y la envió de vuelta. Noemí le preguntó a Rut: "¿Quieres volverte tú también?". Entonces fue cuando Rut dijo aquellas maravillosas palabras que con frecuencia escuchamos decir a la novia al novio cuando contraen matrimonio, estando ambos ante el altar:
"No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tú vayas, iré yo, y dondequiera que tú vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios...". (Rut 1:16)
En estas dos muchachas encontramos una preciosa imagen de las dos clases de entrega que se hacen a Jesucristo. Muchas, muchas veces se encontrará usted con que dos personas, que en el mismo momento y bajo las mismas circunstancias se hallan ante la misma verdad, se entregarán a Jesucristo, pero una de ellas es una entrega más emotiva, y esta clase de personas se sienten, en ese momento, emocionalmente motivadas y atraídas por alguna visión superficial de la persona de nuestro Señor o de Su gloria, o por algo que esperan obtener mediante su entrega. No se encuentran realmente con el Señor en el santuario de su espíritu. En ese momento no podemos ver la diferencia entre esa clase de entrega y la verdadera entrega, porque las dos son muy parecidas, pero al seguir las dos la vida cristiana, una de ellas comienza a quedarse atrás y por fin, como Orfa, llega a un punto en que dice: "No puedo seguir adelante". Leemos que Orfa se dio la vuelta y regresó a su pueblo y sus propios dioses. Lo que había sucedido había sido solo un cambio superficial, porque habían sido siempre su propio pueblo y sus propios dioses.
Pero en Rut vemos la maravillosa entrega, al decir: " a dondequiera que tú vayas iré yo". Seré totalmente tuya, en cuerpo, alma y espíritu. "Dondequiera que te alojes, lo haré yo; tu pueblo se convertirá en mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras y no regresaré jamás". Leemos en el versículo 19:
"Anduvieron, pues, ellas dos hasta llegar a Belén. Cuando entraron en Belén, toda la ciudad se conmovió por su causa, y exclamaban: "¿No es esta Noemí?". Y ella les respondía: "¡No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara..."
Noemí significa "placer", pero Mara quiere decir "amargura". Continúa, diciendo:
"... porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura!" (Rut 1:19-20)
Elimelec se casó con "placer", pero el resultado fue "amargura". Cuando "mi Dios es rey" se casa con "placer", éste se convierte en "amargura". ¿Por qué habían ido aquellas mujeres a Belén? Leemos que "oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darle pan" (Rut 1:6b). El Señor Jesús nació en Belén y dijo: "Yo soy el pan de vida" (Juan 6:35). De modo que habían ido al lugar donde Dios había visitado a Su pueblo y les había dado pan. De la amargura del primer capítulo, nos encontramos con la obra de la gracia en el capítulo dos, versículo uno:
Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz.
El nombre Booz significa "fortaleza", un hombre fuerte y rico.
Un día Rut, la moabita, dijo a Noemí: "Te ruego que me dejes ir al campo a recoger espigas en pos de aquel a cuyos ojos halle gracia". "Ve, hija mía", le respondió ella. (Rut 2:2)
Llegaron a Belén, sumidas en la amargura de su viudedad, sin ayuda ni hogar ni esperanza alguna. La única opción que les quedaba era la de la indigencia y la bancarrota, pero de algún modo Rut se las ingenia para saber qué hacer cuando llegan allí, porque le dice a su suegra: "Déjame ir al campo a recoger espigas para que pueda hallar gracia". Está buscando la gracia o el favor. Seguramente en el largo y agotador trayecto de regreso estas dos mujeres debieron de hablar acerca de lo que harían cuando llegasen a Belén. Rut debió de decirle: "Noemí, las dos somos viudas y no tenemos maridos que se hagan cargo de nosotras. ¿Cómo vamos a sustentarnos cuando lleguemos? No tenemos dinero, no tenemos propiedades que podamos convertir en dinero. ¿Qué es lo que vamos a hacer cuando lleguemos allí?". Noemí debió de recordar la provisión de Dios para el pueblo de Israel, para los destituidos y los que estaban en la bancarrota legal:
"Cuando sieges la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella ni espigarás en tu tierra segada. No rebuscarás tu viña ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo, Jehová, vuestro Dios." (Levítico 19:9-10)
Dios habia provisto para los pobres. Cuando llegaron a Israel Rut y Noemí, se encontraron en una situación de pobreza, y no se dijeron a sí mismas: "Hemos estado ausentes y las gentes se pensarán que nos hemos hecho ricas en Moab. Tal vez deberíamos abrir una cuenta en la tienda y vivir durante un tiempo del crédito. Si podemos actuar como si fuesemos ricas, todo el mundo dará por hecho que somos realmente ricas, y tal vez podamos idear algún plan para ir arreglándonos. De haber hecho eso, se hubieran enfrentado con una catástrofe; pero, en lugar de ello, Rut se colocó en su situación de pobreza y fue en busca de gracia, y debido a que la buscó, la encontró. Si busca usted gracia, la encontrará.
Fue, pues, y al llegar, se puso a espigar en el campo tras los segadores. Y aconteció que aquella parte del campo era de Booz, el pariente de Elimelec... (Rut 2:3)
¿Ha descubierto usted alguna vez la "manifestación de la gloria de Dios" en su propia vida? ¿Cuántas veces ha pensado usted que las cosas han pasado de manera accidental, y luego ha descubierto que ha sucedido por voluntad divina que se hallase usted donde se hallaba? ¿Se acuerda del bajito Zaqueo subido en el sicómoro? (Lucas 19:2-4). Sucedió que "casualmente" fue el árbol bajo el cual se colocó Jesús. Y el bajito, gordito y calvo Zaqueo, agarrado a la rama del sicómoro, miró hacia abajo y se felicitó a sí mismo porque no quería que nadie se diese cuenta de que tras aquella fachada de hombre de negocios se ocultaba un corazón que buscaba. Y sucedió "casualmente" que el Señor Jesús miró hacia arriba, le vio allí, le llamó por su nombre y le dijo que bajase del árbol. ¿Sucedió por casualidad? Jesús sabía su nombre, y Zaqueo estaba allí por voluntad divina.
Cuando la mujer de Samaria fue al pozo, sucedió que "por casualidad" fue a la hora del mediodía y se encontró allí a Jesús sentado (Juan 4:7). Sucedió casualmente, por voluntad divina. Cuando Nicodemo fue a Jesús de noche, casualmente se encontró con que Jesús estaba aún levantado (Juan 3:1-2). Posiblemente se sorprendería mucho al encontrarle, sin darse cuenta de que el Señor sabía que iba a ir y le estaba esperando por voluntad divina.
Y a continuación nos encontramos con el maravilloso relato del "muchacho que conoce a la muchacha", y esa historia nunca pasa de moda, ¿no es cierto? Rut estaba buscando espigas en el campo, y Booz la vio y le preguntó a sus obreros: "¿Quién es esa joven?" Ellos le dijeron quién era, y Booz fue a conocer a Rut. No nos dice exactamente cómo sucedió, pero si usa usted su bendita imaginación, se dará usted cuenta de que al principio debió resultar un tanto difícil. Ella estaba allí trabajando (recogiendo el grano aquí y allá) cuando se le acerca un hombre atractivo, evidentemente un hombre rico, a juzgar por su ropa, y ella baja la vista, no atreviéndose a mirarle directamente.
Él se apoya primero sobre un pie y luego sobre el otro, se aclara la garganta un par de veces y finalmente le dice: "Shalom", y ella levanta la vista y le contesta: "Shalom". A continuación él le dice: "Escúchame, hija mía, no recojas espigas en otro campo ni te marches de este; mantente cerca de las otras mujeres". Ella se siente animada por sus palabras, y él continúa, diciendole: "Que tus ojos se fijen en el campo donde ellas recogen las espigas, y ve tras ellas. He encargado a los hombres que no te molesten". Ella se pregunta lo que está pasando, y finalmente le pregunta:
"¿Por qué he hallado gracia a tus ojos para que me favorezcas, siendo yo extranjera?". (Rut 2:10)
Booz le dice:
"He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y cómo has dejado a tu padre y a tu madre, y la tierra donde naciste, para venir a un pueblo que no conocías". (Rut 2:11)
"Puede que yo sea un extraño para ti, pero tú no lo eres para mí. Te preguntas cómo ha sucedido esto, pero he averiguado quién eres." Esta es la antigua historia del perdido y culpable pecador al encontrarse con Jesucristo. Puede que para nosotros sea un extraño, pero nosotros no lo somos para Él.
Al seguir leyendo este maravilloso capítulo, se encontrará usted con que Booz da instrucciones a sus hombres de que dejen caer un poco de grano aquí y allá a fin de aumentar la cantidad de espigas que ella está recogiendo en el campo. Ella descubre, ante su sorpresa, que los trabajadores son sin duda los más descuidados de todo el reino de Israel, porque se dejan enormes cantidades de grano en la tierra. Cuando regresa a casa esa noche, con el delantal lleno de espigas, golpea el trigo y le entrega a Noemí todo un efa, que viene a ser como una cesta entera de cebada. Noemí la saluda y le pregunta: "¿Dónde has estado trabajando hoy?". A lo que Rut le responde: "Estuve recogiendo espigas en el campo de un hombre que se llama Booz".
Noemí le respondió:
"¡Bendito de Jehová, pues, que no ha negado a los vivos la benevolencia que tuvo para con los que han muerto! Ese hombre es pariente nuestro, uno de los que pueden redimirnos". (Rut 2:20)
La palabra hebrea para pariente es literalmente "uno que tiene derecho a redimir". Y si mira usted lo que dice en Deuteronomio 25, verá usted a lo que se está refiriendo:
Si los hermanos habitan juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del muerto no se casará fuera de la familia con un hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y restableciendo con ella el parentezco, la tomará como su mujer. El primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su hermano muerto, para que el nombre de este no sea borrado de Israel. (Deuteronomio 25:5, 6)
En otras palabras, el derecho a la redención es el derecho a producir vida de la muerte, restablecer la vida de lo que estaba muerto; y aquí tenemos el caso de uno que tenía derecho a redimir.
En el versículo tres leemos acerca de la eliminación de las deudas. Al leerlo, es posible que nos cause la impresión de que Rut se comporta de un modo un tanto presuntuoso y poco femenino, pero la verdad es que está actuando bastante estrictamente, de acuerdo a la Ley de Israel. Cuando Booz se tumba junto a su montón de grano, ella va y le destapa los pies y se tumba junto a él. Él descubre que allí hay alguien y pregunta quién es. Ella se identifica, y entonces él le dice a Rut:
"Jehová te bendiga, hija mía. Tu segunda bondad ha sido mayor que la primera, pues no has ido en busca de algún joven, pobre o rico". (Rut 3:10)
De este modo, ella había manifestado que estaba de acuerdo con que él ejerciese su derecho a redimirla, una acción que está perfectamente bien dentro del marco de la Ley de Israel, de modo que Booz le dice:
"Ahora, pues, no temas hija mía; haré contigo como tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa. Aunque es cierto que yo soy pariente cercano..."
Eso es lo que ella deja claro por su manera de actuar, pero Booz sabía además otra cosa:
"...hay un pariente más cercano que yo. Pasa aquí la noche, y cuando sea de día, si él te redime, bien, que te redima; pero si no quiere redimirte, yo te redimiré..." (Rut 3:11-13)
Hay un obstáculo que es preciso eliminar antes de que pueda actuar como redentor. Si pasamos a la primera parte del capítulo cuatro, veremos de qué modo demostró su interés y se libró del obstáculo:
Más tarde, Booz subió a la entrada del pueblo y se sentó allí; en ese momento pasaba aquel pariente de quien Booz había hablado. "Eh, fulano", le dijo Booz, "ven acá y siéntate". Y este fue y se sentó. Entonces Booz llamó a diez varones de los ancianos de la ciudad, y les dijo: "Sentaos aquí". Cuando ellos se sentaron [como testigos], dijo al pariente: "Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec. Y yo decidí hacértelo saber y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo".
Se ha reunido el tribunal.
"Si quieres redimir la tierra, redímela, y si no quieres redimirla, decláramelo para que yo lo sepa, porque no hay otro que pueda redimir excepto tú, y yo después de ti." (Rut 4:1-4)
¿No se imagina usted a Rut y a Noemí escondidas detrás de un arbusto, escuchando lo que está sucediendo y preguntándose lo que diría aquel hombre? (No sé el aspecto que tendría, pero me lo imagino con una larga barba pelirroja y posiblemente alrededor de 75 años de edad.) Y Rut no se atrevía ni a respirar, porque si aquel hombre redimía la tierra, también estaría comprando a Rut, y sin duda su corazón le latiría con gran fuerza. Entonces Booz habló, jugándose la carta que había guardado en reserva:
"El mismo día que compres las tierras de manos de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión". (Rut 4:5)
Cuando su pariente se enteró de aquello, dijo:
"No puedo redimir para mí, no sea que perjudique mi herencia". (Rut 4:6a)
Y Rut sintió un tremendo alivio. ¿Qué representa esta imagen? Recordemos que se nos dice que la Ley ha sido dada a los hombres como un redentor aparente (Romanos 7:10). Moisés había dicho: "que... guardes sus mandamientos... para que vivas" (Deuteronomio 30:16). De modo que la Ley tiene el derecho más directo en cuanto a redimir, porque es algo inherentemente relacionado con la humanidad; pero hay un problema con la Ley, que solamente puede redimir exterior y nunca interiormente. Solamente puede controlar nuestros asuntos y actividades exteriores, pero nunca tiene nada que ver con los motivos del corazón. Cuando se encomienda a la Ley la labor de cambiar la naturaleza interna del hombre, cambiando sus motivos de modo que sienta deseos de hacer el bien, la Ley tiene que confesar: "No puedo conseguirlo". En Romanos 8:3 y 4 leemos:
Lo que era imposible para la Ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros. (Romanos 8:3-4a)
Cuando el obstáculo fue eliminado, Booz se ocupó de redimir a Rut:
Dirigiéndose a los ancianos y a todo el pueblo, Booz dijo: "Vosotros sois testigos hoy de que he adquerido de manos de Noemí todo lo que fue de Elimelec, y todo lo que fue de Quelión y de Mahlón. Y que también tomo por mi mujer a Rut la moabita, mujer de Mahlón, para restaurar el nombre del difunto sobre su heredad, para que el nombre del muerto no se borre de entre sus hermanos, ni de entre su pueblo. Vosotros sois testigos hoy". (Rut 4:9-10)
El Señor Jesús dejó Su gloria en el cielo y vino a la tierra como nuestro Redentor a morir en la cruz. Compró todo el estado caído de Adán a favor de cada uno de los habitantes de la tierra, sin excepción. Cada hombre, mujer y niño en este mundo ha sido redimido ya por la gracia de nuestro Señor Jesucristo. El había comprado todo el estado caído de los hijos de Adán, fuesen quienes fuesen, Mahlón, Quelión y Elimelec. ¿Pero dónde se encontraba Orfa en esta imagen? Rut estaba dispuesta a aprovechar todo el valor de lo que Booz había hecho a su favor, y también Orfa pudo haberlo disfrutado, pero debido a que regresó a su propio pueblo y a sus propios dioses, no tuvo parte de la herencia. Aunque Booz compró toda la herencia de su esposo, además de comprar a Rut, Orfa se pierde en esta imagen, porque se dio la vuelta y regresó de nuevo a su propio pueblo y sus propios dioses.
Pero acerca de Rut leemos:
Así fue como Booz tomó a Rut, y se casó con ella. Se unió a ella, y Jehová permitió que concibiera y diera a luz un hijo. Y las mujeres decían a Noemí: "Alabado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel, el cual será restauradora de tu alma, y te sostendrá en tu vejez". (Rut 4:13-15a)
El niño que habría de nacer de aquella unión, de la "fortaleza" del redentor y de la "belleza" de la humildad, será un restaurador de la vida. Este es el ministerio de Jesucristo, el que nos restaura la vida: Él toma a los muertos y aquellas cosas relacionadas con la muerte en nuestras vidas, y las reemplaza por la vitalidad y la vida. Entonces leemos:
Tomando Noemí al niño, lo puso en su regazo [como cualquier buena abuela] y lo crió. Y le dieron nombre los vecinos, diciendo: "¡Le ha nacido un hijo a Noemí!". Y le pusieron por nombre Obed. Este fue el padre de Isaí, padre de David. (Rut 4:16-17)
¡Y del Señor Jesucristo! Porque está escrito que Cristo fue el hijo de David. Rut es una de las antepasadas del Señor Jesucristo, y su nombre es grande en Belén, tal y como las gentes habían anunciado que sería.
El nombre del niño, Obed, quiere decir "alabanza", haciendo que nuestra historia sea completa.
Cuando Elimelec, "mi Dios es rey", se casó con Noemí, "placer", cayó en la amargura de la muerte. De ahí sale Rut, la "belleza" de la humildad, ocupando su lugar como una extranjera destituida, dependiendo del favor de Booz, "el fuerte, rico y poderoso". Él la redime y la une a sí mismo en matrimonio. Cuando "belleza" se casa con "fortaleza", la casa se llena de "alabanza". ¿No es esta una imagen maravillosa?
Ahora pasemos al segundo libro de Rut. Oh, se me olvidó; no está en la Biblia, ¿verdad? Pero está escrito en muchas vidas. Rut fue una mujer redimida por la gracia, pero imagínese usted esta escena: una mañana Rut le dice a su marido Booz: "Querido, esta mañana voy a ir al campo. Ella agarra su hatillo y se dirige a los campos. Booz le dice: "Rut, ¿a dónde vas?". Y ella le contesta: "Voy a buscar un poco de desayuno en los campos. Voy a espigar un poco de grano aquí y allá para que podamos tener algo que comer como refrigerio".
¿Cómo cree usted que se sentiría Booz? Su mujer, a la que él había redimido de la esclavitud y de su situación como extranjera, y a la que se había llevado a su casa, le estaba diciendo: "Voy a ir a recoger espigas en los campos como lo hice antes de que me redimieses". Eso es exactamente lo que le hacemos a Cristo en muchas ocasiones. Estamos casados con Él, que nos ha dado todas las cosas. Cristo es el que resucitó de los muertos, el Restaurador de la vida, el que posee la riqueza y la fortaleza, el que nos ha dado toda nuestra herencia. ¿No cree usted que Booz le diría: "Rut, ¿qué es lo que te pasa? ¿No te das cuenta de que eres mi esposa? Te he dado todo lo que tengo, y no necesitas recoger espigas en el campo. Eres dueña de toda la propiedad juntamente conmigo, porque todo lo que tengo te pertenece. ¿Por qué sales a espigar?".
¿No cree usted que debe de haber ocasiones en las que el Señor Jesús debe de mirarnos asombrado, y dice: "¿Qué estais haciendo? ¿Por qué acudís continuamente a mí pidiéndome lo que ya tenéis? ¿Por qué pedís salud, fortaleza, gracia, gozo y paz? Os he dado todas esas cosas, y todo lo que soy es lo único que necesitáis. ¿Por qué seguir mendigando lo que ya tenéis?
Si comenzasemos a andar conforme a esta verdad poderosa y transformadora que Dios nos ha transmitido aquí en el libro de Rut, es decir, que estamos casados con Él, que ha resucitado de los muertos; casados con un hombre de fortaleza y riqueza, que nos ha dado todo cuanto es y todo lo que tiene, seríamos conscientes de la increíble insensatez de estar recogiendo sobras insignificantes. Si nos diésemos cuenta de lo que estamos haciendo al hacer algo así, nuestras vidas serían transformadas. Y aquellos con los que vivimos en casa serían los primeros que lo verían, luego los que trabajan con nosotros, y aquellos a los que nos encontramos en el curso de nuestras ocupaciones diarias. No pasaría mucho tiempo antes de que todo el mundo supiese que algo nos había sucedido y que hemos comenzado a vivir en la gloria y en la plenitud de una vida redimida. Eso es lo que quiero para mí mismo. ¿No quieren ustedes unirse a mí y participar de la "belleza" de la que Rut es un retrato?