Al comenzar con el Nuevo Testamento pasamos del ámbito de las sombras, los símbolos y la profecía al sol radiante de la presentación del Hijo de Dios. El Antiguo Testamento habla acerca de Él en cada una de sus páginas, pero lo hace por medio de figuras, símbolos, tipos y profecías, cada una de ellas esperando la venida de Alguien. No es posible leer el Antiguo Testamento sin ser consciente de esa constante promesa en cada una de sus páginas: ¡Alguien va a venir! ¡Alguien va a venir!
Ahora, al abrir los Evangelios, ese Alguien da un paso al frente y aparece en toda la plenitud de Su gloria. Como dice Juan: "y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre" (Juan 1:14b). A mí me encantan los Evangelios. Para mí son algunas de las partes más perennes y fascinantes de la Biblia, en las que vemos a Cristo tal y como es. Recordemos que lo que fue es lo que Él es, y lo que es también es lo que tenemos, si es usted cristiano. Toda la plenitud de Su carácter, de Su ser y de Su vida la tenemos a nuestra disposición, y solo nos enteramos de cuáles son esos recursos al verle a Él tal como fue y tal como es. Por eso es por lo que los Evangelios son tan importantes para nosotros.
Con frecuencia la gente se pregunta por qué tenemos cuatro Evangelios, pero hay una buena razón para que sea así. Es interesante darse cuenta de que cada uno de estos Evangelios desarrolla una afirmación exclamativa que se encuentra en el Antiguo Testamento. En cuatro ocasiones diferentes, y solo en cuatro, en el Antiguo Testamento apareció una afirmación exclamativa que se hizo con respecto al Mesías, presentado siempre por las palabras he aquí. En uno de los profetas leemos: "¡He aquí vuestro rey, Israel!". En otro lugar leemos: "¡He aquí el hombre!". En un tercer lugar leemos "¡He aquí mi siervo!". y en un cuarto leemos "¡He aquí vuestro Dios!". Estas cuatro afirmaciones se amplían y desarrollan en los cuatro Evangelios, en Mateo: el Evangelio del Rey, Marcos: el Evangelio del Siervo, Lucas: el Evangelio del Hijo del hombre y Juan: el Evangelio de Dios, la presentación del Hijo de Dios.
Estos cuatro Evangelios nos presentan cuatro aspectos del carácter y la persona del Señor, aunque no son, estrictamente hablando, biográficos. En realidad son bocetos acerca de la Persona de Cristo, son testimonios de aquellos que le conocieron personalmente, de aquellos que se relacionaron con Él. Por lo tanto, suenan auténticas y transmiten a nuestros corazones esa primera y maravillosa impresión que causó nuestro Señor a Sus propios discípulos y después a las multitudes que le siguieron. No ha caminado jamás entre los hombres un personaje más asombroso. Al leer los relatos de los Evangelios, tengo la esperanza de que algo de esa fascinación llegue a su corazón al verle, como un ser vivo, en las páginas de estos Evangelios, revelado a usted por medio del Espíritu, al verle tal y como es.
Mateo es el primer libro del Nuevo Testamento, y aquí es donde la mayoría de las personas comienzan a leer la Biblia. Creo que son más las personas que empiezan leyendo el Nuevo que el Antiguo Testamento, y, por lo tanto, eso haría de Mateo el libro más leído en el mundo. De hecho, Renan, el escéptico francés, dijo acerca de este libro: "Este es el libro más importante de toda la cristiandad". Además dijo: "Mateo es el evangelio más importante que jamás se ha escrito". Pero también tiene sus críticos. Hay quienes afirman que este libro no contiene otra cosa que las leyendas primitivas de la iglesia que fue creciendo alrededor de Jesús y que estos relatos no son históricos, que este libro no fue realmente escrito hasta el siglo cuarto d.C. Por lo tanto, ellos dicen que no estamos seguros de hasta qué punto es realidad. Otros críticos afirman que este es solo uno de muchos evangelios que circularon.
Es cierto que existen, efectivamente, otros evangelios aparte de los cuatro del Nuevo Testamento. Está el Evangelio de Bernabé, por ejemplo, y el Evangelio de Pedro, además de otros evangelios, que se encuentran en un libro llamado "The New Testament Apocrypha" (Los textos apócrifos del Nuevo Testamento), si desea usted leerlos. Los críticos dicen que es pura casualidad que sobreviviesen estos Evangelios, y hay una leyenda que comenzó con un teólogo alemán llamado Pappas, alrededor del siglo XVI, que dijo que los evangelios fueron seleccionados en el concilio de Nicea en el año 325 d.C., recogiendo los muchos evangelios que circulaban en esa época, tirándolos todos debajo de una mesa, y luego metieron la mano y sacaron cuatro que resultaron ser los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
La insensatez de semejante afirmación resulta evidente para cualquiera que lea los Evangelios con atención, pues llevan grabadas las huellas de Dios. La pauta seguida por estos libros refleja la huella divina, y no es posible leerlos o compararlos con el Antiguo Testamento sin darse cuenta de que proceden de una fuente inspirada. Además, basta con compararlos con los evangelios apócrifos para ver lo insensata que es semejante afirmación.
Como sabe usted, este Evangelio fue escrito por Mateo, al que también se le conocía como Leví. Era un publicano, y los publicanos eran aquellos hombres que cobraban los impuestos al pueblo. Su nombre significa "el don de Dios", y el llamar a un cobrador de impuestos por ese nombre indica claramente que se había convertido. Fue posiblemente nuestro Señor mismo el que le llamó Mateo, de la misma manera que a Simón le cambió el nombre por Pedro, y posiblemente los nombres de algunos otros de los discípulos. Según la tradición, Mateo vivió y enseñó en Palestina durante 15 años después de la crucifixión, y luego comenzó a viajar como misionero, primero en Etiopía y luego en Macedonia, Siria y Persia. Finalmente falleció de muerte natural bien en Etiopía o en Macedonia, pero esto no es seguro. Es una de las leyendas o tradiciones que han llegado hasta nosotros acerca de Mateo.
Es evidente que este libro es de una fecha muy temprana. La idea de que fue escrito en el siglo cuarto es una tontería, porque hay una gran cantidad de evidencia de que data de la primera parte del primer siglo. Se cita, por ejemplo, en el conocido Didajé, que es la enseñanza de los doce apóstoles y data de principios del segundo siglo, de modo que es evidente que la precede. Papias, que era un discípulo del apóstol Juan, dice: "Mateo compuso su evangelio en lengua hebrea, y cada uno lo interpreta como puede". Esto fue confirmado por Ireneo y Origen, dos de los primeros padres de la iglesia, que estaban bien familiarizados con el evangelio de Mateo.
Incluso en el primer siglo mismo se escucharon voces judías, lo cual demuestra la existencia de Mateo. Dos personas judías, Gamaliel el Segundo, que era un destacado rabino, y su hermana Immashalom (que por cierto quiere decir "mujer de paz", aunque distaba mucho de serlo) pronunciaron una maldición sobre los cristianos en estos términos: "una maldición sobre los lectores de las escrituras evangélicas del Nuevo Testamento".
Pero las únicas Escrituras evangélicas del Nuevo Testamento existentes en su día (alrededor del 45 o 50 d.C.) eran el Evangelio de Mateo y tal vez el Evangelio de Marcos, por lo que la fecha en que este Evangelio fue escrito debió ser alrededor del 45 o 50 d.C., y probablemente fuese escrito primeramente en hebreo y posteriormente traducido al griego.
Son muchos los que consideran que el Evangelio de Mateo es uno de los libros del Nuevo Testamento más difíciles de esquematizar, pero a mí me gustaría contradecir esa afirmación. Estoy convencido de que no hay otro libro en la Biblia que se preste más fácilmente a ser delineado que el Evangelio de Mateo. El motivo es que el Espíritu Santo mismo ha ofrecido el bosquejo correspondiente al libro. Esto sucede en varios de los libros de las Escrituras, y si es usted observador podrá ver estas señales.
Las principales divisiones de Mateo se nos dan mediante la repetición de una frase muy concreta, que aparece dos veces y divide el libro en tres secciones. Primeramente, hay una sección a modo de introducción que va hasta el capítulo cuatro, donde aparece por primera vez esta frase, que dice:
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!". (Mateo 4:17)
Eso marca un punto de cambio en el argumento y la presentación de este libro. Luego hallamos una frase parecida que aparece en el capítulo 16, que introduce la tercera sección, en la que leemos:
Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. (Mateo 16:21)
Esa es la primera mención que se hace en Mateo de la crucifixión. A partir de ese momento se convierte en el propósito y el desarrollo de este libro.
También hay subdivisiones que se nos ofrecen de la misma manera haciendo uso de otra clase de frase. Encontrará usted las subdivisiones marcadas por un versículo que aparece en cinco ocasiones diferentes. La primera ocasión es en el capítulo 7, al final del Sermón del Monte, donde leemos:
Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente estaba admirada de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. (Mateo 7:28-29)
En el capítulo 11 se encuentra otra división indicada así:
Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. (Mateo 11:1)
Veamos lo que dice el capítulo 13, donde hallamos otra de estas subdivisiones:
Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí. Vino a su tierra y les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban y decían: "¿De dónde saca este esta sabiduría y estos milagros? ¿No es este el hijo del carpintero?". (Mate:53-55a)
En el capítulo 19, leemos::
Aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, se alejó de Galilea y fue a las regiones de Judea, al otro lado del Jordán. Lo siguieron grandes multitudes, y los sanó allí. (Mateo 19:1-2)
Cuando Jesús hubo acabado de decir estas palabras, les dijo a Sus discípulos: "Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado para ser crucificado".
Como se dará usted cuenta, cada una de ellas introduce un cambio completo de dirección, un nuevo tema, que marcan las divisiones de este libro.
La primera división es toda acerca de los preparativos que hace el Rey para llevar a cabo Su ministerio: "... humilde, cabalgando sobre un asno, sobre un pollino, hijo de asna" (Zacarías 9:9b). Mateo es, pues, el Evangelio del Rey, y esa profecía se cumplió en la entrada triunfal, cuando el Señor entró en la ciudad de Jerusalén exactamente de la misma manera. Es labor de Mateo presentarle como Rey. Por lo tanto, el libro comienza con la genealogía del Rey, porque todos los reyes tienen que tener una genealogía. El linaje de un rey es lo más importante acerca de él. Debe remontarse a alguien, y tiene que ser de la línea real. Por lo tanto, Mateo empieza con esa genealogía exhaustiva y bastante completa, que viene desde Abraham hasta José, su padrastro, que fue el marido de María, y José pertenecía a la línea real de David. Es precisamente de José del que tiene nuestro Señor Su derecho real al trono, porque era el heredero de José. Y es a través de María, que era también de la línea real de David, que tiene Su derecho genealógico al trono. Su derecho legal viene por medio de José y Su derecho hereditario por medio de María. Claro que José no fue realmente Su padre, pero María sí que fue Su madre.
El primer capítulo nos cuenta también Su nacimiento. El segundo describe los acontecimientos que siguieron, incluyendo Su huida a Egipto. En el tercer capítulo leemos acerca del bautismo de nuestro Señor. Por lo tanto, los dos primeros versículos le relacionan con la tierra. Su genealogía le une a la línea real terrenal de David, pero Su bautismo le relaciona con el cielo y le concede Sus credenciales celestiales, Su autoridad celestial, porque los cielos se abrieron y, de una manera asombrosa, se escuchó la voz del Padre hablando desde el cielo y diciendo: "Este es mi Hijo amado". Ahí se declara la línea real según el nivel celestial.
En el cuarto capítulo tenemos las pruebas por las que tiene que pasar un Rey. Esta es Su experiencia de la tentación en el desierto, donde se tiene que relacionar con los poderes de las tinieblas y donde el infierno queda libre contra Él. La clave del Evangelio de Mateo son las pruebas de nuestro Señor, que es puesto a prueba como hombre representativo. Él fue al desierto como Hijo del hombre, y fue puesto a prueba para ver si puede cumplir la intención que tiene Dios para el hombre. El hombre se compone de tres partes: cuerpo, alma y espíritu, y nuestro Señor fue puesto a prueba a estos tres niveles.
Para empezar, se dará usted cuenta que fue probado a nivel de las exigencias corporales. La pasión dominante del cuerpo es el instinto de conservación, y la primera tentación con la que se tuvo que enfrentar nuestro Señor tiene que ver con ese aspecto. ¿Continuaría siendo el hombre de Dios a pesar de afrontar un desafío tan extremo a nivel de la propia conservación? Durante 40 días con sus noches no había comido, y la tentación se le presentó de manera sutil: "Si eres el Hijo de Dios, transforma estas piedras en pan; conserva tu vida". Pero Él insistió en andar en la voluntad de Dios a pesar de la intensidad de la presión. ¿Qué hubiera hecho usted después de haber ayunado durante 40 días si alguien le hubiera ofrecido pan?
A continuación fue puesta a prueba Su alma, es decir, por medio de la pasión dominante del alma, que es la manifestación de la personalidad. A este nivel, todos deseamos revelar con desesperación lo que somos, mostrar de lo que somos capaces o, como diríamos mejor, expresarnos. Este es el impulso que es la función principal del alma humana. Recuerde que fue durante esta prueba cuando nuestro Señor fue llevado hasta la cima del templo y le fue dada la oportunidad de tirarse y, de ese modo, ganarse el aplauso de Israel. Una tentación así lo que hace es manipular el deseo humano de ser alguien importante o manifestar su orgullo en la vida, pero el Señor demostró ser fiel a Dios a pesar de la presión que ejercieron sobre Él.
Finalmente, fue tentado en el aspecto más esencial y profundo de Su humanidad: Su espíritu. La pasión dominante del espíritu es la adoración. El espíritu está siempre buscando algo que adorar, y es por eso por lo que el hombre es siempre y esencialmente un ser religioso, porque su espíritu anhela ardientemente y clama por un ídolo, por alguien a quien seguir, por un héroe, algo a lo que adorar. Fue a este nivel que el demonio vino a Él y le dijo: "Todo esto te daré, si postrado me adoras" (Mateo 4:9). Pero la respuesta de nuestro Señor fue: "escrito está: ꞌAl Señor tu Dios adorarás y solo a él servirásꞌ" (Mateo 4:10b). De modo que pasó la prueba y se reveló a Sí mismo total y adecuadamente como el hombre que Dios deseaba que fuese.
En el Sermón del Monte, comienza a presentar esta misma prueba a la nación de Israel, que había sido esligida por Dios a lo largo de los siglos para convertirse en un medio de comunicación con la humanidad, y se habían considerado a sí mismos como Su pueblo favorito. Pero ahora el pueblo se encuentra frente a la prueba, en el Evangelio de Mateo, ante la necesidad de demostrar si eran capaces de pasar la misma prueba por la que había pasado el Señor, que es la historia esencial de Mateo. Está siguiendo la pista al Hijo de Dios, el Rey de Dios, que vino al mundo y se ofreció a Sí mismo como Rey de Israel, primero a nivel físico y a continuación a nivel del alma. Cuando fue rechazado en los dos sentidos, pasó al ámbito del misterio del espíritu humano. En la oscuridad y el misterio de la cruz, realizó la obra redentora que ganaría de nuevo al hombre para Dios, en cuerpo, alma y espíritu.
Por lo tanto, la redención comienza con el espíritu. Por eso es por lo que la obra de Cristo en nuestros corazones, aunque nos sintamos atraídos a Él a nivel corporal, para que supla nuestras necesidades físicas, o a nivel del alma, por la necesidad que tenemos de expresarnos a nosotros mismos y de mejorar nuestra vida, no nos transformará realmente hasta que no nos hayamos entregado a Él en cuerpo, alma y espíritu, que es la situación básica de la adoración, mediante la cual nos entregamos a nosotros mismos a Él en cuerpo, alma y espíritu, y entonces es cuando el cambio empieza a manifestarse.
Vemos de qué modo esto se hace evidente en el Evangelio de Mateo, siendo el pueblo de Israel el que recibe. Como ya hemos visto, el primer ministerio empieza en el capítulo cuatro, con la señal "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 4:17b). Luego viene el Sermón del Monte, donde tenemos la presentación del Rey y las leyes del reino. Esto abarca el resto de los capítulos cuatro y cinco hasta el siete. En estas normas del reino, del Sermón del Monte, hay un evidente énfasis sobre la vida física. Fíjese en ello la próxima vez que lo lea.
Este es uno de los mensajes más penetrantes e incisivos que jamás ha sido presentado a los seres humanos, pero se dirige a nosotros desde el punto de vista corriente, físico y material de nuestra vida. Aquí se tratan dos pecados físicos: el asesinato y el adulterio. La vida de Dios se nos ofrece como ejemplo en el ámbito de las limosnas y el ayuno, que son actos físicos. Se nos ofrece a Dios como Uno que se interesa y nos ama tanto que no tenemos necesidad de preocuparnos por el mañana; no tenemos que preocuparnos por qué comeremos ni cómo nos vestiremos, es decir, las preocupaciones que tenemos a nivel físico. Nuestro Señor está diciendo: "Si me descubrís y me recibís como Rey, descubriréis que soy la respuesta a vuestras necesidades físicas". Se está ofreciendo a Sí mismo a la nación y también a nosotros a este nivel.
A esto sigue una sección sobre milagros, y en los capítulos del 8 al 12 encontramos los milagros del reino. Estos son ejemplos de las ventajas que el Señor puede conceder en el aspecto físico. Aquí no hay ninguna manifestación espectacular, sino una representación del poder del Señor sobre todo lo que afecta al cuerpo: la enfermedad, los demonios y la muerte, y Su autoridad en este ámbito es la de Rey.
A su vez, esto va seguido de una sección de parábolas del reino, donde el rechazo del reino se declara de forma misteriosa. Es evidente, incluso antes de este tiempo, que la nación va a rechazar la oferta que hace el Señor de Sí mismo como rey en el aspecto físico, por lo que aparece una palabra nueva. En el capítulo 11, comienza a pronunciar la palabra ay: "¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! ¡Ay de los que no creyeron!" (Mateo 11:21 y ss.). Jesús juzga a la nación en este sentido. En el capítulo 13 aparecen los misterios del reino en forma de parábolas que ocultan la verdad en forma de símbolo. A continuación tenemos una sección que es sencillamente instrucción para las personas, para las que deseaban creer y estaban dispuestas a recibirle en ese aspecto.
Por cierto que toda esta sección, empezando con el capítulo 13, versículo 54, hasta el capítulo 16, versículo 20, tiene que ver con el pan. Está la alimentación de los 5.000 en el capítulo 14, aquello que contamina al hombre en el capítulo 15, y luego el incidente de la mujer que vino y pidió las migajas de la mesa, y Él le dijo: "El pan pertenece a los hijos del reino". Luego está la alimentación de los 4.000 en el capítulo 15, la levadura de los fariseos y los saduceos en el capítulo 16 y, finalmente, la revelación de la persona de nuestro Señor a Pedro en esa maravillosa ocasión en que Pedro tiene una primera visión de que allí había Uno que era capaz de llegar más allá del aspecto físico e incluso del alma, para adentrarse en la profundidad del espíritu del hombre.
Empezando por el capítulo 16, versículo 21 (ya hemos presentado esta que es una de las principales divisiones), tenemos el segundo ministerio de nuestro Señor a la nación, en esta ocasión en el aspecto del alma, y se está ofreciendo precisamente en ese aspecto. Su primera revelación la hace solo a los discípulos y a continuación a la nación. Todos son parábolas que le presentan como el Rey que tiene derecho a mandar y determinar el carácter de las personas. En esta ocasión no se dice nada acerca de sus vidas físicas, sino más bien del alma de las personas. ¿Están dispuestos a seguirle, a dejar que Él les moldee, y a que dé forma a sus vidas y sus personalidades?
No pasa mucho tiempo antes de que nos encontremos con Su entrada triunfal en Jerusalén, juzgando a la nación, entrando en el templo, deteniendo las ofrendas y echando a los cambistas, y una vez más escuchamos la palabra ay. En el capítulo 23, versículo 13, dice: "¡ay de vosotros, escribas y fariseos... !" (Mateo 23:13a). En versículo 16: "¡Ay de vosotros, guías ciegas!" (Mateo 23:16a). "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!" (Mateo 23:23a). A lo largo de todo el capítulo, como una campana de muerte, suena una y otra vez la palabra ay.
A esto sigue una sección en los capítulos 24 y 25, en los que tenemos de nuevo instrucciones para las personas. Es lo que llamamos el discurso del monte Olivete, con instrucciones para el remanente de los creyentes sobre qué hacer hasta que Él venga. Revela cómo se va a desarrollar la historia mundial, lo que sucederá en los años entre medias, qué fuerzas quedarán en libertad sobre la tierra, cómo las fuerzas de las tinieblas van a agarrar al pueblo de Dios y lo van a someter a prueba, conmoviéndolo hasta sus fundamentos, declarando que solamente podrán soportar si aprenden a contar con el fortalecimiento interno del Espíritu Santo.
Llegamos por fin a la última sección, donde encontramos la traición, el juicio del Señor Jesús, la agonía, la crucifixión y la resurrección, cuando nuestro Señor, en el misterio de la oscuridad, se introduce en las tinieblas de la muerte. Allí solo y olvidado de Sus amigos, tuvo una lucha a muerte con los poderes de las tinieblas. En el misterio de la cruz, se apoderó de las fuerzas que han dominado al espíritu humano y las destruyó allí. En la maravilla de la cruz, derrotó a los poderes que han actuado contra la humanidad. Como diría más adelante Pablo, los dominó, haciendo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos y llevándolos tras de Sí como un conquistador llevaría a un gran grupo de cautivos para exponerlos ante el pueblo.
En la historia de la crucifixión, le vemos como prisionero solitario en presencia de Pilato, siendo sometido a juicio, y a continuación en la oscuridad del jardín; de allí es llevado a ser azotado, y a continuación le llevan a la cruz, donde le clavaron hasta la muerte. En la agonía y lo abrumador de las terribles siguientes seis horas, tuvo que luchar con las fuerzas de las tinieblas y las venció. Por lo tanto, la única corona que llevó como rey terrenal fue una corona de espinos, y el único trono que ocupó fue la cruz sangrienta; el único cetro que jamás tuvo en Su mano fue una caña cascada.
Pero a esto le sigue la resurrección, mediante la cual pudo atravesar y llegar hasta el ámbito del espíritu humano. De hecho, hasta ese momento Dios no había podido nunca adentrarse en el espíritu del hombre, aunque podía hacerlo en el terreno de la fe, pero ahora el camino al centro mismo del ser del hombre ha quedado totalmente despejado. Al conocer al Señor en nuestro espíritu, descubrimos que la adoración de nuestros corazones se la expresamos desde él, porque el espíritu es la clave del dominio de todo el hombre. Cuando se somete el espíritu de un hombre, se tiene todo cuanto es. Por medio de la cruz y de la resurrección, nuestro Señor hizo posible pasar al lugar santísimo del hombre y habitar en su interior.
Por lo tanto, el gran mensaje del Evangelio es que Dios no se encuentra en un trono en alguna parte en el espacio, que no está esperando en una sala de juicios lejana para juzgarnos, sino que está dispuesto y deseoso de entrar en el centro del corazón hambriento y sediento de la persona, con el fin de concedernos las bendiciones de Su propia vida, Su propio carácter, Su propio ser, y derramarlas sobre nosotros. Cuando el Rey ocupa el trono de una vida, está presente el reino de Dios, y ese es el mensaje de Mateo: "¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!". Por eso, el cielo no significa algún lugar en el espacio, sino el reino de todo lo invisible, donde Dios reina en espíritu. El reino está cerca en la presentación del Rey.
La gran pregunta a la que Mateo exige una respuesta es: "¿Es Jesucristo Rey de tu vida? ¿Le has recibido solo como Salvador del cuerpo o Salvador del alma? Entonces todavía no es Rey. La pregunta que Mateo nos hace es: "¿Se ha convertido Él en Rey? ¿Ha podido introducirse en tu espíritu? ¿Ha dominado tu corazón? ¿Se ha apoderado de tu adoración como persona individual, de tal manera que sea para ti la persona más importante de todo el universo? Es entonces cuando se convierte en Rey, y ese es el cumplimiento del primer mandamiento: "No tendrás dioses ajenos delante de mí, porque amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu fuerza y con toda tu mente". El resultado será que amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Oración
Padre nuestro, te pedimos que al leer este Evangelio del Rey podamos ver la majestad y la gloria, la grandeza de Aquel que ha venido para ser nuestro Señor, que no está solamente interesado en ayudarnos, sino en dirigirnos. Él no ha venido para ponerse de parte de nadie, sino para tomar posesión. Señor, te pedimos que hagas que entendamos esto y que le cedamos el trono de nuestras vidas; que en este mismo momento, al adorar ante Ti, nuestros corazones puedan decirle: "Señor Jesús, ven y reina en mi corazón, sé Rey en todos los aspectos de mi vida, sé Dueño de todo cuanto soy, planta Tu cruz ensangrentada como un trono en mi corazón y reina sin rival. Lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.