La epístola de Judas es un mensaje atronador procedente de un hombre que se refiere a sí mismo sencillamente como:
Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo... (Judas 1a)
Esto le identifica, porque Jacobo (Santiago) era un dirigente bien conocido de la iglesia primitiva en Jerusalén y era al mismo tiempo autor de la epístola de Santiago que tenemos en nuestro Nuevo Testamento, pero también era conocido no solo por ser un hombre que destacaba, sino por ser el hermano del Señor Jesucristo, el hermanastro físico de Jesús, que se había criado en el pueblo de Nazaret junto a Jesús.
Pero fíjese que no hace referencia alguna a esta relación al principio de su epístola, sino que se refiere a sí mismo como "siervo del Señor Jesucristo". Este hecho nos hace ver claramente el hecho de que este hombre, que se había criado como hermano del Señor Jesús y de Santiago, ha aprendido a considerar a Jesús, no ya por la relación conforme a la carne, sino como lo que era verdaderamente, es decir, como Dios hecho hombre, y le adora como tal. Judas y Santiago habían tenido una experiencia única en la iglesia cristiana al convertirse en discípulos de Aquel con el que se habían criado.
¡Qué testimonio tan claro nos ofrece con respecto a la deidad del Señor Jesús! Si alguien estaba en situación de refutar la afirmación de Jesús, según la cual Él era Dios, hubieran sido precisamente los hermanos de Jesús. A pesar de que no creyeron en Él hasta después de Su resurrección de entre los muertos, estas epístolas constituyen un sello de confirmación de que las afirmaciones del Nuevo Testamento respecto a Jesucristo son válidas, habiendo sido incluso apoyadas por aquellos que tenían más motivos que nadie para negarlas.
Lo que también me impresiona es el hecho de que Judas ocupa el lugar del segundo violín con respecto a su hermano Santiago. Con frecuencia, los hermanos de las personalidades famosas se sienten molestos por el hecho de que se les presente como hermanos de "fulanito de tal", pero Judas se siente totalmente satisfecho diciendo que es el hermano de Santiago, habiendo aprendido el secreto de que Dios tiene siempre un lugar para todas las personas, y si ayuda a que se le conozca de ese modo, está perfectamente dispuesto a ocupar ese lugar.
A continuación nos cuenta el motivo por el que escribió la epístola:
Amados, por el gran deseo que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros para exhortaros a que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos, (Judas 3)
Comienza escribiendo una epístola que contiene cierto discernimiento e interpretación acerca de la fe. No cabe duda de que está en situación de hacerlo, y posiblemente se viese presionado por otros para escribir sus memorias y contar lo que había experimentado como hermano del Señor, y se proponía a hacerlo cuando le llegó la noticia, que se había extendido, de cierta enseñanza falsa y muy desagradable.
Se siente constreñido por el Espíritu Santo a dejar de lado el tratado que se disponía a escribir y en lugar de ello escribir una especie de folleto. Es evidente que el tratado no llegó a escribirse nunca, pero el folleto es una adición de gran valor a las Escrituras del Nuevo Testamento. De modo que les escribe pidiéndoles "que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos".
Hay algunas cosas impresionantes acerca de estas instrucciones. Eso nos indica, para comenzar, que nuestra fe no es algo que alguien haya fabricado, sino que nos ha sido entregada. No es una fabricación ni es algo que hayan preparado una serie de personas. Es una serie de hechos que transmiten consistentemente varias personas autorizadas, es decir, los apóstoles, y ha llegado a nosotros a través de ellos. Es más, Judas nos dice que fue entregada una vez para siempre, transmitiéndose en un momento determinado de la historia del mundo, y no es preciso añadir nada más a ella.
Esta breve epístola, que se encuentra prácticamente hacia el final del Nuevo Testamento, es una maravillosa epístola, de una gran ayuda para responder a todo lo que afirman las sectas, los "ismos" y las falsas doctrinas que tanto se han propagado actualmente. Opino que la esencia de cada una de las falsas doctrinas alguna vez expuestas por cualquiera hallan una respuesta en esta epístola de Judas. Por ejemplo, los mormones nos dicen que la revelación de Dios para nosotros no concluyó con el Nuevo Testamento, sino que necesitamos más libros y revelaciones adicionales, pero, como ve usted, Judas responde a esto al decir: "que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos". Nos fue transmitida por medio de los apóstoles, en un momento muy concreto de la historia, y no necesita de más añadiduras.
Lo tercero es que es preciso proclamarla o contender por ella. Ahora bien, hay aquellos que están convencidos de que contender por la fe significa enrollar la Biblia y golpear con ella a las personas en la cabeza. Estas personas creen que deben ser muy contenciosas al argüir acerca de la fe, pero no es eso lo que quiere decir Judas ni mucho menos. Está hablando sencillamente acerca de la necesidad de proclamar la verdad. Como acostumbraba a expresarlo Charles Spurgeon: "La verdad es como un león. ¿Quién ha oído decir jamás que sea necesario defender a un león? Lo que hay que hacer es dejarlo suelto y se defenderá a sí mismo. Y así es también la Palabra de Dios. Si empezamos a proclamarla, se defenderá a sí misma.
El motivo de este consejo, como nos explica, es que hay ciertos falsos maestros que se han introducido en la iglesia:
... porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Dios, único Soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. (Judas 4)
Lo que realmente le molestaba a Judas era que el ataque no procedía del exterior de la iglesia, que no eran paganos, sino personas que profesaban ser cristianas. Habían surgido en la iglesia y estaban haciendo dos cosas: primero, estaban convirtiendo la gracia de Dios en libertinaje, a fin de vivir una vida inmoral y sexualmente degradante. Estaban enseñando básicamente que no había ninguna diferencia entre lo que se hacía con el cuerpo, siempre que se tuviese un buen espíritu. Se podía conceder al cuerpo todas las indulgencias porque de todos modos el cuerpo era malvado y lo que contaba en realidad era el espíritu.
En segundo lugar, estaban proclamando que la gracia de Dios era tan inmensa que Él todo lo perdonaría; por lo tanto, cuanto más se pecase, mayor sería Su gracia; así que eran libres para hacer lo que quisieran. Esta misma idea está siendo proclamada en nuestros tiempos. Hay personas dentro de la iglesia que argumentan que hemos progresado y hemos llegado más allá de estas anticuadas ideas bíblicas en contra del libertinaje y la inmoralidad, y que tenemos una nueva moralidad que se basa en el tema cristiano del amor. Afirman que si usted quiere a alguien, no importa lo que podamos hacer a los que queremos, porque el amor todo lo justifica. Esta es una copia exacta de la herejía del primer siglo, que hacía que el apóstol Judas la condenase con toda su alma.
Examinemos brevemente de qué modo enfoca Judas este problema. Lo primero que hace es destacar el hecho de que Dios no pasa por alto estas cosas y que el juicio al que será sometida la persona que lo practique es indudable. Ese es el tema de Judas, y ofrece tres ejemplos bíblicos que lo apoyan. Para comenzar, les recuerda que cuando Dios sacó al pueblo de la tierra de Egipto, hizo algo impresionante: se salvaron más de un millón de personas por el poder de la diestra de Dios, pero era una multitud mezclada, como nos dice el Antiguo Testamento. Había quienes eran creyentes y los que no lo eran.
Todos ellos fueron liberados y quedaron en libertad. Todos pasaron a través del Mar Rojo y experimentaron el milagro de la protección paternal de Dios, pero al llegar al desierto, Dios comenzó a escoger y a juzgar entre ellos. Juzgó a los que murmuraban y se quejaban, rechazando Su liderazgo, negándose a entrar en la tierra. Finalmente, de toda la multitud que salió de Egipto, solo hubo dos hombres que entraron en la tierra: Josué y Caleb; el resto perecieron en el desierto. Sus hijos entraron, demostrando Dios de esta manera cómo trata a los que se niegan a actuar por fe.
En el segundo ejemplo, nos recuerda a los ángeles que no conservaron su puesto. Estos ángeles vivían en la presencia misma de Dios, ministrando ante Él, sirviéndole constantemente y haciendo Su voluntad, pero, a pesar de ello, siguieron a Satanás en su rebelión. Descendieron a la tierra y se relacionaron con las hijas de los hombres. Lo que pretende transmitir es el hecho de que ni siquiera los ángeles quedan excluidos del juicio cuando caen, dejándose arrastrar por el orgullo y la lujuria. Y precisamente fueron el orgullo y la lujuria lo que caracterizó a aquellos hombres, acerca de los cuales habla Judas.
En tercer lugar, Judas les recuerda el juicio de Sodoma y Gomorra. Estas dos ciudades, situadas en la planicie, al límite sur del Mar Muerto, se habían dejado arrastrar por la práctica de la homosexualidad. Esta práctica estaba tan extendida, había sido aceptada de un modo tan descarado, que cuando los ángeles visitaron a Lot, los hombres de la ciudad rodearon su casa y ordenaron a Lot que sacase a aquellos hombres, para que ellos pudieran hacer lo que quisieran con ellos, y debido a ello Dios juzgó a esa ciudad.
Judas nos recuerda que Dios no se toma estas cosas a la ligera y que todas ellas van a ser sometidas a juicio. Puede que sea de manera repentina, como lo fue en el caso de Sodoma y Gomorra, o puede ser algo que se demore bastante, como en el caso de los ángeles, o puede suceder durante el curso natural de los acontecimientos, como en el caso de los que salieron de Egipto. Pero lo que es seguro es que Dios no hace caso omiso de ello.
Siguiendo con la lectura, vemos lo que estos hombres estaban haciendo mal:
No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de los poderes superiores. (Judas 8)
Los versículos del 9 al 13 amplían lo que contienen estas tres divisiones, siguiendo su orden a la inversa. En primer lugar, Judas habla acerca del oprobio cometido con aquellos seres gloriosos y se refiere a un incidente del que ha quedado constancia en nuestra Biblia. Procede de un libro llamado "La asunción de Moisés", con el que estaban familiarizados los lectores del primer siglo. Muchos se han sentido inquietos por esto, debido a que creen que Judas se refiere a un libro que posiblemente se haya perdido y no lo tenemos en la Biblia. Pero no se ha perdido; seguimos teniéndolo. Ese y otros denominados "libros perdidos" se pueden leer en cualquier biblioteca de cualquier seminario teológico respetable, pero en ellos hay una mezcla de la verdad y del error, y lo que hacen estos escritores del Nuevo Testamento es referirse a ellos en ocasiones para citar lo que es verdad, de modo que lo que encontramos aquí es perfectamente verdad, pero no todo lo que está escrito en "La asunción de Moisés" lo es.
Un poco más adelante en la epístola de Judas, hay una cita del libro de Enoc, otro libro que tampoco encontramos en nuestra Biblia, pero que también se puede encontrar actualmente. La cita de Judas es verdad, pero no lo es prácticamente el resto del libro del que está tomada.
Lo que sucedió fue que cuando murió Moisés, el gran arcángel Miguel, el más importante de todos los ángeles, había discutido con el demonio sobre el cuerpo de Moisés. Lo que pedía el demonio eran dos cosas: primero, afirmaba tener derecho al cuerpo de Moisés, debido a que Moisés era un asesino, por haber matado al egipcio, y segundo, el demonio decía que su cuerpo le pertenecía porque estaba dentro del ámbito de las cosas materiales sobre las cuales él era señor, pero Miguel le discute este hecho, reclamando el cuerpo para el Señor, de la misma manera que todas las Escrituras afirman que nuestros cuerpos son importantes para Dios, que tiene un plan para nuestros cuerpos de la misma manera que lo tiene para nuestro espíritu.
Lo que demuestra aquí es que ni siquiera el arcángel Miguel habló directamente con Satanás, al enfrentarse con él cara a cara, sino que le dijo sencillamente: "El Señor te reprenda". El argumento de Judas es que si los arcángeles, que tienen tanto poder y conocimiento de la verdad, se andan con cuidado para respetar la dignidad dada por Dios a un ángel caído, entonces, ¿por qué íbamos nosotros, que no somos más que meros hombres, a hablar con desprecio de los principados y los poderes en los lugares celestiales? Es algo en que pensar, cuando ciertas personas hoy en día se burlan de la idea de que las Escrituras presenten la existencia de los demonios o de Satanás, ¿verdad?
El segundo asunto al que se refiere es el del rechazo de la autoridad:
¡Ay de ellos!, porque han seguido el camino de Caín, se lanzaron por lucro en el error de Balaam y perecieron en la contradicción de Coré. (Judas 11)
Judas está siguiendo la pista al camino de pecado, especialmente de la rebelión, que se manifiesta en una vida. Personifica la rebelión en tres hombres que aparecen en la Biblia: Caín, Balaam y Coré. Habla acerca de "el camino de Caín", que era esencialmente el del egoísmo. Caín representará para siempre al hombre que no pensó más que en sí mismo, que no sintió el menor interés ni amor por su hermano, sino que le mató. Lo único que le preocupó fue su propio bienestar; y Judas nos dice que ese es el primer paso en el camino de la rebelión, el egoísmo.
En segundo lugar, se refiere al "error de Balaam". En el Antiguo Testamento hay dos historias acerca de Balaam. En un relato, un rey pagano le contrató para maldecir a los hijos de Israel. Al ir cabalgando sobre su burro para hacerlo, el burro se detuvo, debido a que vio al ángel de Dios, que bloqueaba el camino. Balaam no podía ver al ángel, y finalmente, el borriquillo le habló con una voz humana, para reprenderle por causa de la locura de este profeta (Números 22:21-35). Lo que más nos impresiona y salta a la vista en dicho relato es la avaricia de este hombre, algo que confirma el segundo relato. A cambio de dinero, Balaam enseña cómo pecar al pueblo de Israel (Números 31:15). Envió a las mujeres paganas al campamento con el fin de seducir sexualmente a los hombres de Israel, además de hacer que participasen en la adoración a los ídolos, que llevaba implicado los ritos sexuales. Por lo tanto, fue culpable de enseñar a otros cómo pecar; y ese fue el error que cometió Balaam.
El enseñar a otra persona cómo pecar es mucho peor que pecar uno mismo. Jesús dijo: "Mejor le fuera [al instigador de la tentación] que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos" (Lucas 17:2). Ese fue el error que cometió Balaam; y el fomentar el egoísmo, enseñando a otros cómo pecar, acabó finalmente poniéndose de manifiesto en la rebelión desafiante de Coré.
Coré y su grupo fueron los que les dijeron a Moisés y a Aaron: "¡Basta ya de vosotros! Toda la congregación, todos ellos son santos y en medio de ellos está Jehová. ¿Por qué, pues, os encumbráis vosotros sobre la congregación de Jehová?" (Números 16.3). Como vemos, desafía abierta y descaradamente la autoridad que les había concedido Dios a Moisés y a Aarón. ¿Recuerda usted lo que les sucedió? Dios les dijo: "Coré y tu grupo, colocaos allí. Moisés y el resto de vosotros, poneos al otro lado, y os mostraré lo que va a pasar". De repente se abrió la tierra bajo Coré y su grupo, y se los tragó la tierra (Números 16:20-35). Esa era la manera dramática que tenía Dios de decirles que el desafiar a la autoridad concedida por Dios representa el pecado final.
Judas continúa, y es evidente que está cada vez más alterado con ellos. Aquí hace mención de "la abominación de la carne". Habla de ellos como de personas que mancillan sus fiestas de amor, al andar de juergas unos con otros. Los ágapes eran comidas en común; los cristianos se reunían, llevando la comida consigo, los domingos. Después del culto del domingo, se reunían y participaban juntos en lo que llamaban un banquete de amor.
¡Qué nombre tan bendito! A mí me gustan las cenas en común con los hermanos, que en Estados Unidos se conocen como "potluck". Yo me opongo físicamente a la primera sílaba y teológicamente a la segunda, pero ¡ágape!, ese sí es un término maravilloso.
Sea como fuere, estas comidas en común eran ocasiones maravillosas para tener compañerismo cristiano; pero entonces la gente comenzaba a dividirse en camarillas, y algunos se guardaban el pollo para sí mismos. Otros se tomaban los mejores pedazos de pastel, y no tardó en producirse la división, y la gente comenzó, sin el menor recato, a correrse juergas, barriendo para casa, que es lo característico de esta clase de persona.
Al continuar Judas con su exposición, podemos ver su extraordinario sentido de imaginación. Nos recuerda a Santiago y también al Señor Jesús en cuanto a su habilidad para valerse de los acontecimientos y de las escenas sacadas de la vida a su alrededor como ejemplos. He aquí algunos de ellos, todos describiendo a las personas inútiles:
... nubes sin agua [que prometían lluvia, pero que no la producían], llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos [no solamente muertos en Adán, sino muertos con respecto a la segunda muerte, al haber rechazado a Cristo] y desarraigados. Son fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. (Judas 12b-13)
A continuación cita a Enoc, en la cita a la que me he referido más arriba. Dice que estos son exactamente la clase de hombres como los que existían antes del diluvio y, finalmente, los describe como:
... murmuradores, quejumbrosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho. (Judas 16)
Eso duele, ¿no es cierto? Algunos de nosotros somos culpables de algunas de estas cosas, aunque no pertenecemos a esta clasificación. Pero ahora viene lo positivo, al llegar Judas hacia el final de su epístola:
Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. (Judas 17)
Ellos os dijeron que esto iba a suceder, así que, ¿qué vais a hacer al respecto?
Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santisima fe... (Judas 20a)
Eso quiere decir estudiar su Biblia, aprender lo que es la verdad. No les dice: "Organizad un movimiento contra el existente e intentad echar de la iglesia a esa clase de personas". Dice que es preciso que se opongan a ellos con lo que es positivo, aprendiendo la verdad y, en segundo lugar,
... orando en el Espíritu Santo. (Judas 20b)
Orar en el Espíritu Santo significa orar de acuerdo con Sus enseñanzas y en Su poder, dependiendo de Dios. Es preciso estudiar y aprender lo que es la oración, seguir las enseñanzas de las Escrituras al respeto, obedeciendo al Espíritu Santo en su vida de oración.
En tercer lugar, dice:
... conservaos en el amor de Dios... (Judas 21a)
Algunos han malentendido estas palabras, como si lo que quisieran decir es que depende de nosotros permanecer en la familia de Dios, como si nuestra salvación dependiese totalmente de nosotros. Pero lo que está diciendo es: "Escuchad, el amor de Dios es como el calor destello del sol, que brilla continuamente sobre nosotros, pero podemos poner sombrillas o diferentes barreras para impedir que llegue a nosotros". Judas dice que debemos aprender cómo seguir caminando conforme a la experiencia del amor de Dios.
Cuando no existe en su vida pecado que no ha sido juzgado, el amor de Dios puede dejarse sentir constantemente en su corazón y llenar su vida. Claro que Él le ama a usted tanto si anda en luz como si no lo hace, pero si anda en la luz, podrá usted sentir ese amor. Eso es lo que quiere decir "conservaos en el amor de Dios". Finalmente:
... esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. (Judas 21b)
Eso se refiere a la segunda venida, manteniendo la esperanza viva y despierta, esperando de verdad la intervención del Señor Jesucristo.
¿Pero qué sucede con otros? Judas menciona tres cosas con respecto a nuestras actitudes y comportamiento con otras personas:
A algunos que dudan, convencedlos. (Judas 22)
Responded a sus argumentos y razonad con ellos; y a continuación:
A otros, salvadlos arrebatándolos del fuego; (Judas 23a)
Hay algunas personas a las cuales es preciso hablar con claridad y traer de regreso, a fin de salvarlas del desastre. Y finalmente:
... de otros, tened misericordia con temor, desechando aun la ropa contaminada por su carne. (Judas 23b)
Ese es un sabio consejo; ándese con cuidado. Hay personas a las que todavía no puede usted ayudar por no tener la suficiente experiencia o no ser suficientemente mayor para hacerlo. No posee usted la sabiduría necesaria para ayudar a esos otros. Incluso los más sabios deben tratarles con gran temor, con mucho cuidado de no contaminarse con la enfermedad que intentan curar.
Al llegar al final, tenemos esta gran bendición que es una de los grandes consejos del Nuevo Testamento:
A aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y poder, ahora y por todos los siglos. Amén. (Judas 24-25)
Esta sección también tiene tres divisiones: "A aquel que es poderoso para guardaros sin caída" indica el potencial en la vida cristiana. No dice: "en cuanto a aquel que evita que caigáis", porque Dios no siempre impide que caigamos. Judas nos dice que puede, pero no siempre lo hace. Tenemos que caernos en algunas ocasiones, y algunos de nosotros no aprenderemos de ninguna otra manera. Si no fuésemos tan cabezotas y testarudos y si le obedeciésemos, Él impediría que cayésemos. En ese sentido, no tenemos necesidad de caer nunca. Pero incluso cuando caemos Él puede presentarnos "sin mancha delante de su gloria". La frase "sin mancha" es la palabra anomas, que quiere decir "aparte de la ley". Él se ha ocupado de un modo tan absoluto de nosotros que hasta nuestras caídas las ha resuelto ya Cristo, y, por lo tanto, una vez que hemos aprendido la dolorosa lección, es libre para borrar lo sucedido ¡y presentarnos sin falta delante de Su gloria!
Y esto es algo que, según nos dice, hace "con gran alegría". Eso significa que también nosotros habremos tenido parte en ello. También formamos parte del proceso, y cuando llegamos a donde nos dirigíamos, podremos decir: "¡Aleluya!, ¡Gracias a Dios que he ganado!". Como dice Pablo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia" (2 Timoteo 4:7- 8a).
Nos encontramos ahora con un reconocimiento final del Dios único, nuestro Salvador, el Señor Jesucristo. A Él sea "gloria y majestad, imperio y poder, ahora y por todos los siglos. Amén". Eso lo cubre todo, ¿no es cierto? Desde el principio, hasta el presente y el futuro eterno, Él es Aquel a Cuyo alrededor se reúne el universo entero.